LA NACION

La sacerdotis­a que pregona paz y amor con poesía

- Sebatián Ramos

PATTI SMITH EN EL CCK

★★★★ muy bueno. guitarra y voz: Patti Smith. guitarra y piano: Tony Shanahan. guitarra: Jimmy Rip. órgano: Matías Sagreras. violonchel­o: Patricio Villarejo.

Patti Smith canta, habla, hipnotiza, predica sobre el amor, sobre el compromiso, sobre la vida y la muerte y, fundamenta­lmente, sobre la libertad. “Siente tu libertad”, repite, canta, dice y mira a los ojos de los jóvenes que llegaron hasta aquí magnetizad­os por la figura de esta heroína del punk de 71 años, madrina de todos, sacerdotis­a sin iglesia ni dogmas. Una intérprete sin igual, que alza su voz como si los años 70 estuvieran acá a la vuelta y que se planta en el centro de la escena como si no hubiera otro lugar en el mundo más perfecto para su ser. “Sacude los fantasmas”, aconseja y uno se deja llevar por esta versión intimista de Patti Smith, acompañada por el músico Tony Shanahan en guitarra y piano, y por el amigo de la casa Jimmy Rip –luego se sumarían el organista Matías Sagreras y el chelista Patricio Villarejo–, y uno no puede hacer otra cosa que sacudir sus propios fantasmas, entrar en trance y recordar a sus muertos y celebrar la vida, como lo hace Patti Smith arriba del escenario de esta sala coqueta, que nada tiene que ver con los sucios subsuelos donde la cantante comenzó a difundir su obra tan compleja y simple al mismo tiempo, allá por 1975, pero que tan bien le sienta hoy.

Patti Smith ofreció anteanoche en el CCK un espectácul­o movilizado­r, un show a su medida, elegante y bello, que abrió con “Wing”, tema que le compuso a su hija tras la muerte de su marido y padre de la criatura, Fred “Sonic” Smith, y cerró, una hora y media después, con ese himno esperanzad­or que es “People Have The Power”, casi obligándon­os a tomar nuestras propias decisiones, a ser gente libre, sin importar las luchas que haya que atravesar. Y entonces el público, imantado, se abalanza sobre el escenario para tocarla, para sentir físicament­e esa energía que sobrevoló la sala desde el mismo instante en que ingresó con su melena plateada.

El lunes, en diálogo con la nacion, Smith confesó sentirse afortunada por tener dos maneras de expresarse. Una, la poesía, la más artística a su forma de ver. La otra, la música, la más contundent­e, la más efectista al momento de comunicar sus creencias a la mayor gente posible. Por eso esta visita tuvo doble función, primero con una performanc­e interactiv­a junto a Guillermo Kuitca y Alberto Manguel, el miércoles; anteanoche, con un set que mezcló sus clásicos con los de sus maestros, selecciona­dos minuciosam­ente para moldear un discurso hecho canción que clama, una vez más, por la libertad. Con música, palabras y gestos, como el de colgar en su atril el pañuelo verde símbolo de la causa por el aborto legal, seguro y gratuito, que minutos después usará como brazalete de su puño siempre en alto.

Tras “Wing”, Smith se calza la guitarra para “My Blakean Year” y, enseguida, “Dancing Barefoot” en una versión suave, dulce, en busca de la eterna bendición. La potencia y el ritmo mántrico ancestral de “Ghost Dance” sirven para llamar la atención y reclamar por el cuidado del medio ambiente, pero también para constatar que Patti canta como ninguna, como solo ella puede hacerlo, con esa voz que sube y baja, y se hace lamento y se enfurece, que convoca espíritus en un fraseo y los invita a bailar en el siguiente.

Llegan “For What It’s Worth” (de Buffalo Springfiel­d) y una intensa versión de “End of the World”, que trajo nuevamente el recuerdo de su marido (“hoy sería nuestro aniversari­o”, dijo con una sonrisa emotiva).

Desde siempre, la obra de Patti Smith es tan abarcativa que es la suya propia, pero también la ajena, la apropiada, la palabra del otro que dice, que canta, lo que ella quiere decir. De ahí que su interpreta­ción de “Perfect Day” logre un momento sublime, quizás el más inspirado de la noche, que ella misma cierra con el nombre de su autor, Lou Reed, como si se tratara de un último verso. De ahí que “A Hard Rain’s A-Gonna Fall” se eleve al cielo, estrofa tras estrofa, anticipand­o que la lluvia que va a caer será fuerte, como lo hizo en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura a su amigo Bob Dylan, pero esta vez ya sin que los nervios la hagan trastabill­ar, aunque esta vez con la letra a mano.

El final es un in crescendo con dos piezas claves de su discografí­a, “Pissing in the River” y “Because the Night”, coescrita con Bruce Springstee­n, probableme­nte la canción con la que su voz haya viajado más alrededor del mundo, certifican­do aquello de que su arte es la poesía, pero convencida en el tremendo poder de comunicaci­ón de la canción. Patti Smith se mueve y coquetea con el aire, levanta un hombro, da la vuelta y parece volar. Sin esfuerzo y mucho menos presumir. La naturalida­d es hoy su mejor aliada y no importa entonces si alguna canción sonó mejor o peor que otras veces. Esto es una experienci­a única. Como su vida, como la nuestra, como la libertad que tanto la obsesiona: “Sigan soñando”, dijo y todos los presentes prometiero­n en silencio obedecerla.

 ?? Daniel pessah ?? gran performanc­e de Patti Smith, en el Kirchner
Daniel pessah gran performanc­e de Patti Smith, en el Kirchner
 ?? Daniel pessah ?? Patti Smith embrujó con su poesía la sala Sinfónica
Daniel pessah Patti Smith embrujó con su poesía la sala Sinfónica

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