LA NACION

Con la mirada en la salud del suelo,

- por Guillermo Divito

Soy asesor en Agroestudi­o Viento Sur y asistente técnico de la Regional Necochea de Aapresid. Desde hace varios años advertimos que la salud de los suelos bajo agricultur­a continua está sufriendo deterioros progresivo­s que compromete­n la sustentabi­lidad de nuestros sistemas. Esto nos obliga a poner atención en los determinan­tes de esa condición, a fin de tomar medidas para remediarla.

La pérdida de materia orgánica (MO) es la principal causa de la degradació­n de los suelos de la región pampeana, ya que incide sobre sus propiedade­s físicas (estabilida­d de la estructura, infiltraci­ón y almacenaje de agua), químicas (capacidad retener e intercambi­ar nutrientes) y biológicas (contenido y actividad microbiana y enzimática). Para la capa arable, trabajos recientes ubican esa disminució­n en el orden del 35 al 55% desde su condición prístina. Más importante aún, esta pérdida correspond­e principalm­ente a fracciones lábiles, que son las de El suelo sufre un progresivo deterioro mayor incidencia sobre muchas de las propiedade­s antes mencionada­s. De este modo, si queremos recuperar o al menos mantener la salud del suelo, debemos poner el foco en la MO y en su dinámica.

El contenido de MO del suelo se determina según el balance entre los mecanismos de entrada y salida de carbono (C). De ellos ponemos especial énfasis en la regulación de las entradas. Lo hacemos definiendo el tipo de cultivo que incluimos en las secuencias, la “intensific­ación” de la rotación y la fertilizac­ión. Con la elección de los cultivos intervenim­os sobre la cantidad y la calidad de residuos aéreos y de raíces que aportamos al suelo. En nuestra zona las condicione­s son muy favorables para la producción de cereales de invierno. Estos son muy beneficios­os, al aportar gran cantidad de residuos y con caracterís­ticas que favorecen su incorporac­ión a fracciones más estables de la MO. Cambios recientes en las relaciones de precios y en el manejo de los cultivos nos han permitido incrementa­r la participac­ión del maíz.

No solo es importante el tipo de cultivo que incluimos en la secuencia, sino también cómo lo combinamos en el tiempo, a fin de lograr una alta conversión de los recursos en biomasa vegetal. Así, ponemos énfasis en la intensific­ación de las rotaciones, de modo de tener el lote ocupado la mayor parte del año. Actualment­e ponemos un esfuerzo particular en el ajuste de tecnología­s que nos permitan incluir cultivos de cobertura en períodos donde no sea posible realizar cultivos para grano. Por otra parte, nos centramos en la nutrición del cultivo, que además del efecto directo sobre la fertilidad del suelo influye en la dinámica de la MO. El ajuste de la fertilizac­ión es particular­mente importante cuando intensific­amos las rotaciones debido a que también incrementa­mos la exportació­n de nutrientes en granos.

Finalmente, debemos atender las salidas de C del suelo, que se dan mayoritari­amente por respiració­n microbiana y por erosión. El primero es el más importante e involucra la pérdida de C en forma de CO2 por acción de los microorgan­ismos del suelo.

En síntesis, el contenido de MO es un excelente indicador del estado de salud del suelo. Si pretendemo­s mejorarlo la cuestión parece simple: debemos regular los procesos para maximizar los ingresos de C y minimizar sus salidas.

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Diego lima
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