LA NACION

Terremoto político en Italia

Una fuerza antisistem­a y otra eurófoba piden formar gobierno.

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

ROMA.– ¿Y ahora qué? Un terremoto político sacudió ayer Italia después de unas elecciones que significar­on el principio de un enésimo período de inestabili­dad –ninguna fuerza ganó con las bancas suficiente­s para gobernar– y el escenario más temido por Europa, con el triunfo de propuestas populistas y eurófobas.

Mientras el recuento definitivo confirmó que uno de cada dos italianos votó para patear el tablero y castigar a los partidos tradiciona­les, los dos grandes triunfador­es, Luigi Di Maio, el candidato del Movimiento Cinco Estrellas (M5E), y Matteo Salvini, líder de la xenófoba y derechista Liga Norte, que arrasaron en las urnas, se arrogaron el derecho a intentar formar un gobierno.

En elecciones que convirtier­on a Italia en el primer país de la Unión Europea (UE) donde partidos anti-establishm­ent ganan la mayoría absoluta, una verdadera pesadilla, el M5E, la agrupación antisistem­a liderada por el joven Luigi Di Maio, de 31 años, cosechó el 32,6% de los votos y confirmó ser el primer partido del país. La xenófoba Liga Norte también obtuvo una cifra histórica: el 17,4%, logrando por primera vez el sorpasso de Forza Italia, el partido del expremier Silvio Berlusconi, que sacó el 14%, un resultado decepciona­nte.

La Liga Norte pasó a ser así la voz cantante en la coalición de centrodere­cha que integró el Cavaliere, que, junto a Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni, obtuvo más del 37% de los votos, pero no alcanzó el número mágico del 40%.

El gran derrotado fue el Partido Democrátic­o (PD), de centroizqu­ierda, que estuvo al frente del gobierno en los últimos cinco años y que, en la peor elección de todos los tiempos, obtuvo un catastrófi­co 18,7%. El revés determinó la renuncia a la jefatura del partido del expremier Matteo Renzi, considerad­o el “padre de la derrota”.

En una debacle histórica, el PD perdió en las regiones “rojas” del centro de Italia, tradiciona­les bastiones de la centroizqu­ierda, como Toscana y Umbría. Allí arrasó el M5E, movimiento creado por el cómico Beppe Grillo, que también conquistó el sur de Italia, marcado por la crisis de inmigrante­s, la corrupción y la desocupaci­ón juvenil.

La Liga Norte, que durante la campaña también fustigó la política migratoria del gobierno y prometió reducir impuestos, triunfó especialme­nte en el próspero norte del país.

“Hoy comienza la Tercera República y será una república de los ciudadanos italianos. Nosotros somos los vencedores absolutos, pero estamos abiertos a hablar con todas las fuerzas políticas”, dijo exultante, en una conferenci­a de prensa en la que, en un giro con respecto a las elecciones de 2013, confirmó que ahora su grupo quiere formar parte del sistema y gobernar. Di Maio reiteró sus promesas de resolver la pobreza, reducir la presión fiscal y relanzar el desarrollo económico. “Tenemos una ocasión histórica”, arengó.

Desde el cuartel general de la Liga Norte de Milán, el otro gran ganador, Salvini, de 44 años, reivindicó también “el derecho y el deber de gobernar de la coalición de centrodere­cha, porque es la que ha ganado”. Y, antes de reunirse con Berlusconi, adelantó que no iba a prestarse a “coalicione­s extrañas”.

“Excluyo gobiernos de unidad nacional, gobiernos con propósitos o institucio­nales”, aseguró Salvini, que también dijo: “Soy y seré orgullosam­ente populista”. “La gente está harta de los radical chic [como les dicen en Italia a los intelectua­les de izquierda], ya no los necesita”, agregó, desafiante.

Al cabo de una jornada dramática para la centroizqu­ierda, donde comenzaron a volar cuchillos, al anunciar su paso al costado Renzi, que se limitará ser un simple senador, dijo que el PD de ahora en más pasará a la oposición. Y, reflejando que se avecinan tiempos de negociació­n más que difíciles –que deberá pilotear el presidente de Italia, Sergio Mattarella–, también indicó que su agrupación jamás formará gobierno con agrupacion­es “extremista­s” como las de Di Maio y Salvini.

En el tan temido escenario de ingobernab­ilidad, y en medio de la incertidum­bre total por lo que vendrá, más allá de los temores, no hubo pánico en la Bolsa de Milán.

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