LA NACION

el viaje de ulises: 12 km de caminata para poder estudiar

Tiene 7 años y ayer empezó 3er grado; vive en Punta del Agua, un paraje de los Valles Calchaquíe­s; para llegar a la escuela atraviesa senderos de tierra y piedras; su historia es la de muchos en la zona

- Fernando massa.

Atraviesa senderos solitarios de tierra, polvo y piedras. Camina entre arbustos, rodeado de cerros, bajo un sol abrasador. Cruza ríos que hoy tienen poco caudal, pero que dentro de unos meses le significar­án un mayor desafío. La travesía de Ulises, que a los 7 años recorre todos los días 12 kilómetros para ir a clases, es la de una infinidad de chicos en los Valles Calchaquíe­s. Ayer empezó tercer grado en Punta del Agua, en una zona de Cachi adonde nunca llegaron ni la señal de teléfono ni Internet. Estudiar, aunque implique un esfuerzo: ese es el desafío cotidiano de Ulises.

PUNTA DEL AGUA, Salta.– Una ollita con agua y hierbas recién cortadas se calienta sobre la hornalla alimentada a garrafa. Se oye el canto de un gallo y los ladridos de un perro. Una lora barranquer­a da vueltas por el piso de tierra. Con el impecable guardapolv­o blanco que asoma por debajo de un buzo y la mochila de jean que lleva su nombre sobre la espalda, Ulises, de 7 años, aparece en la cocina pasadas las 8. Está en silencio, con los ojos achinados. Se pasó las vacaciones levantándo­se poco antes de las 10 y ayer le tocó madrugar: empieza 3er grado.

Su tía Nancy le ofrece un vaso de leche –en polvo–, pero él acepta ese té de hierbas. Le alcanza un plato con rodajas de pan casero, que hacen una vez por semana, y otro con queso de cabra, que prepara a diario Leonor, la madre de Ulises, con leche recién ordeñada. Quieren que salga con la panza llena: le esperan seis kilómetros de caminata hasta la escuela, un viaje diario donde, fiel a ese nombre que le dio su madre, pero inspirado en el hijo de una preceptora donde estudió el secundario, Ulises atraviesa senderos de tierra, polvo y piedras, entre arbustos, cardones y flores, rodeado de cerros, y con un sol que empezará a molestar pronto, hasta llegar a la escuela.

La travesía de Ulises es la de todos los chicos de este pedazo de los Valles Calchaquíe­s: salgan de Punta del Agua o de Potrero, o bajen de Cerro Negro o La Falda, les dan vida a esos caminos solitarios, donde no llegó la señal de teléfono ni Internet, donde acceder al agua exige un esfuerzo diario, y los paneles solares dan energía por un puñado de horas.

Del paraje Punta del Agua hasta Cortaderas. Antes de que Ulises dé los primeros pasos, su madre le pide que espere. Cruza el camino de tierra a ese rincón donde llega la manguera con el agua potable, y descuelga una toallita recién lavada. La dobla en cuatro y la mete en su mochila. “Es la servilleta. Se la piden en la escuela porque allá desayunan y comen”, explica Cristina Zerpa, la abuela de Ulises. Desde que se cayó la pared de adobe de su cuarto tras una lluvia fuerte, comparte habitación con su hija y sus dos nietos: Ulises y su hermana de dos años.

A las 8.40, Ulises se pone en marcha y levanta un palo del suelo. Sale de la ruta de tierra y corta camino por un sendero. Se acerca a una acequia de cemento, muy angosta. “Si pones acá una botella, junta mucha agua”, dice, y señala cómo corre por el canal. Mete en forma vertical el palo que lleva en la mano, y desaparece abajo del agua. Se sonríe y dice: “Mira, no llega a tocar el fondo”. Hay mucha agua. Y eso no pasa siempre. Esa acequia es la misma que alimenta los riegos de las verduras y frutas que plantan su madre y su abuela, y la que da agua a la manguera que llega hasta al frente de su casa.

Ulises deja un tramo de tierra y piedras, y ahora camina por lo que parece el lecho de un río seco. Él le dice la playita. “Allá, el río está bien profundo”. Señala al este con la mano. Está más charlatán. Menos dormido. Se parece más al Ulises del fin de semana: inquieto y curioso. El que jugó a la pelota, al tatetí y al ahorcado. El que buscó duraznos, peló choclos y presenció el faenamient­o de un cabrito. El que vio un rato de dibujitos animados, juntó arvejas para la cena, arregló la cadena de una bici con las cubiertas pinchadas y escribió su nombre en la primera hoja del cuaderno que lleva en su mochila.

A lo lejos se oye el motor de un auto. Sin mirar atrás, Ulises se echa a caminar al costado del camino. “Hay que caminar por la orilla”, dice. Ese es uno de los peligros de los que habla su madre. Las camionetas, pero especialme­nte las motos que van rápido, y levantan mucho polvo. También le preocupa a Leonor que no haya una sala de primeros auxilios en la zona. ¿Y si pasara algo? Ni siquiera podrían avisarle.

Leonor, madre soltera, terminó el secundario, aunque para ella es una deuda pendiente el terciario. Sus tres hijos mayores van a la escuela: 5° y 3er año del secundario, y Ulises al primario. Zohe, apenas cumpla los 5, también irá. Leonor está sin trabajo. Sueña con que le den un puesto de ordenanza en la escuela. Y si no, cualquier otro.

“Hay que llegar bien temprano. A las 9 están tomando el mate. Primero hay que formar fila y después tocan la campana. ¡Mira, otro cardón tirado!”, dice Ulises. Se oyen sus pisadas sobre las piedras y la tierra. “Ya estamos cerca de la escuela”, dice. Acelera el paso. El camino empieza a descender y el paisaje se abre: se ve el río Blanco. A su cauce plano y ancho lo cortan dos hileras de aguas que serpentean hacia un horizonte rodeado de cerros. A lo lejos se vislumbran dos chicos que llegan del norte. Y ahí, al margen del río, se ve la escuela N° 4575 de Las Cortaderas, en el departamen­to de Cachi, que este año recibirá a unos 65 chicos entre primaria y secundaria, y que albergará de lunes a viernes a unos 10 que llegan de muy lejos.

Ulises se asoma al borde de un barranco y mira hacia abajo. Mira a su futuro, al año lectivo que tiene por delante, al río que deberá cruzar. Que hoy tiene poca agua, pero que su mayor caudal le impondrá saltos más largos. Pero Ulises mira al frente y retoma el paso y llega a la orilla del río. Salta un primer riacho y luego un segundo. Apenas se moja las zapatillas. Acelera el paso como si la escuela tuviera un imán. Son las 9.20 y levanta las manos de alegría cuando ve a sus amigos Juan y Marcos. Y porque todavía faltan unos minutos para que sirvan el mate con tortas fritas.

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JAVIER CORBALÁN
 ?? Fotos de jAVier CorbAlán ?? Ulises Alcalá cruza charcos y camina bajo el sol, en un zona salteña de vegetación desértica
Fotos de jAVier CorbAlán Ulises Alcalá cruza charcos y camina bajo el sol, en un zona salteña de vegetación desértica

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