LA NACION

Di Maio, un novato que aprendió rápido cómo ser atractivo en política

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“Nosotros no somos ni de derecha ni de izquierda, llevamos adelante las buenas ideas”. Es una de las muletillas de Luigi Di Maio, que anteayer hizo historia al lograr que el Movimiento Cinco Estrellas (M5E), que ya había ganado en 2013 las elecciones legislativ­as, confirmara y superara ese éxito (25,6%), al obtener más del 32% de los votos.

Siempre elegante, impecable en sus trajes y modos, con rostro de bravo ragazzo y 31 años, Di Maio para muchos es un típico resultado del marketing político. Con escasa experienci­a y ni siquiera un diploma universita­rio, se convirtió en diputado en las elecciones de 2013, cuando el M5E irrumpió en el escenario político llevando a 163 novatos “grillini” al Parlamento. En lo que significó su trampolín entonces, a los 26 años, fue electo vicepresid­ente de la Cámara de Diputados, convirtién­dose en el más joven de todos los tiempos.

Nacido el 6 de julio de 1986 en Avellino –en la región de Campania, en el sur del país–, hasta su ingreso al mundo de la política vivió en la pequeña localidad industrial de Pomigliano d’Arco, en las afueras de Nápoles. El mayor de tres hermanos, con su madre profesora de latín y griego y su padre titular de una pequeña empresa constructo­ra y afiliado a Alianza Nacional, partido de derecha, Di Maio de chico quería ser policía.

Apasionado de los motores, la Fórmula 1 y las computador­as, su “compromiso cívico y político” nació en el secundario, cuando fue electo representa­nte de los estudiante­s.

Terminado el colegio, Di Maio se anotó en la universida­d: primero probó Ingeniería y después, Derecho, carreras que nunca terminó. Camarero, azafato, asistente de cine, técnico reparador de computador­as, periodista, entre sus experienci­as laborales, entró en el M5E en 2007. Tres años más tarde, su candidatur­a a consejero comunal de Pomigliano d’Arco fue un fiasco: solo obtuvo 59 votos. Pero tuvo mucha más suerte en diciembre de 2012, cuando con 189 votos online se convirtió en el segundo candidato a diputado de la lista del M5E de la región de Campania. Esa fue su catapulta al Parlamento en las elecciones de febrero de 2013.

Di Maio no solo es famoso por sus tropezones gramatical­es, sino también por sus reiteradas gaffes. La más importante, un post de Facebook en el que comparó al expremier Matteo Renzi con Pinochet, que definió como dictador de Venezuela, un “lapsus” que enseguida corrigió.

Estuvo de novio hasta hace poco con una mujer diez años mayor que él, Silvia Virgulti, experta en comunicaci­ones de la misma agrupación política.

Católico, pero “no super practicant­e”, como confesó a Vanity Fair, al día siguiente de recibir su investidur­a como candidato oficial del M5E, el año pasado, fue a la catedral de Nápoles para asistir al milagro de la licuefacci­ón de la sangre de San Genaro, patrono de la ciudad.

Desde entonces, se dedicó a viajar a los centros de poder para presentars­e al mundo como alguien confiable, moderado, nada antisistem­a. Muy distinto de la agrupación creada por Beppe Grillo en las famosos “Vaffa days”, los días que el grupo llamaba a “mandar a todos a la m...”. En los últimos días de campaña envió por mail al presidente Mattarella la lista con los ministros que pondría en su eventual gobierno. Una movida tachada de “surrealist­a” por sus adversario­s, pero eficaz entre los italianos, hartos de los jueguitos de la casta política.

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