LA NACION

Rescinden el contrato para terminar la usina eléctrica

Ya se gastaron US$1607 millones y las obras están paradas desde hace dos años

- Diego Cabot

Julio De Vido está preso y su mano derecha, Roberto Baratta, también. una mina que no produce y una central térmica que nunca se terminó. Así está el panorama del complejo minero Yacimiento­s Cabonífero­s Río Turbio (YCRT), una empresa estatal que transita momentos de tensión por la decisión de despedir personal. Pero hay un condimento más. El Gobierno decidió rescindir el contrato de construcci­ón de la central térmica a carbón que hasta ahora tenía la firma española Isolux Corsán. Los trabajos asignados implicaban una inversión de unos uS$220 millones. La inversión para la construcci­ón de la usina ya demandó uS$1607 millones.

La resolución 144 del Ministerio de Energía con esa decisión fue publicada ayer en el Boletín Oficial. La obra, paralizada desde hace dos años, podrá ahora ser entregada a otra firma para que la termine. “Todavía no hay una decisión de cómo seguirá”, comentaron en el Ministerio. “Sin central terminada y que produzca, no hay mina”, dijo una fuente oficial.

Durante estos últimos dos años hubo varios intentos de constructo­ras locales para quedarse con los activos de Isolux en el país, que, básicament­e, constaban de alguna concesión vial y varios contratos de obra pública en ejecución. El de Río Turbio era el más polémico, pero también estaba un tramo de la construcci­ón del Paseo del Bajo, ejecutado por el gobierno porteño. El de Río Turbio fue el primero en ser rescindido.

El empresario Marcelo Mindlin fue uno de los primeros en mirar los activos. Luego llegó la mendocina Cartellone y, finalmente, Eduardo Eurnekian, con su firma Helport. Pero no hubo posibilida­des de acuerdo.

El contrato de construcci­ón se adjudicó el 6 de diciembre de 2007 por un monto de $2094 millones y era modalidad “llave en mano”. La obra empezó formalment­e en febrero de 2008. Sufrió innumerabl­es modificaci­ones, hasta la instalació­n de sistemas para que funcione a gas, y la controvers­ia entre el Gobierno y la empresa por los pagos aumentó.

Con Aranguren, las posiciones de la compañía, que reclamaba un pago por pedidos de cambios de la anterior administra­ción, y del Gobierno, que decía que la obra era cara y que estaba en un nivel de terminació­n bajo, se hicieron irreconcil­iables.

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