Solo e inmune a las advertencias, acentúa el proteccionismo
Luego de la renuncia del jefe del Consejo Económico, el presidente quiere aprobar esta semana los aranceles al acero y al aluminio; recrudece el temor a una guerra tarifaria
WASHINGTON.– Inmune a críticas, amenazas o advertencias, Donald Trump acelera la deriva nacionalista y proteccionista de su gobierno al apurar la implementación de sus aranceles al acero y al aluminio. Es una cruzada que, por ahora, resiste el rechazo dentro de la tropa presidencial, el Congreso, el tejido corporativo y de aliados y rivales de Estados Unidos, y los temores por el efecto dominó de una guerra comercial que parece inminente.
Trump quiere firmar las nuevas tarifas esta semana, anticiparon fuentes oficiales, tras la renuncia del jefe del Consejo Económico Nacional, Gary Cohn, un “globalista” que intentó ponerle un freno al proteccionismo del presidente, y cuya partida dejó fuera del Ala Oeste al defensor más sólido de la ortodoxia que dominó el pensamiento económico de Washington durante las últimas décadas.
Luego de la salida de Cohn –que provocó una fuerte caída en la apertura de los mercados financieros, que se morigeró sobre el cierre–, la Casa Blanca salió a defender la nueva política comercial y anunció que Trump firmará la orden formal esta semana.
El secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, anticipó que la implementación sucederá “muy, muy rápido” y que habrá “exenciones”. Los dos principales candidatos a quedar fuera de la tenaza proteccionista son Canadá y México, que actualmente renegocian su acuerdo de libre comercio con Estados Unidos. La vocera presidencial, Sarah Sanders, dejó abierta la puerta a excluir a otros países.
“Definitivamente vamos a terminar con estas tarifas y vamos a implementar esto muy, muy rápido”, dijo Mnuchin a la cadena Fox. “Pero, de nuevo, habrá un mecanismo en el que, en la medida en que el presidente quiera otorgar exenciones, puede hacerlo”, agregó.
Desde Wall Street hasta el Capitolio, y fronteras fuera de Estados Unidos, el temor a una guerra comercial recrudeció ayer tras la salida de Cohn. Su renuncia no solo profundizó la fuga de cerebros que ha marcado a la administración Trump, sino que, además, sembró incertidumbre ante un inminente vuelco de consecuencias imprevistas en la política económica del país.
En el Salón Oval, Cohn era la voz del establishment, el funcionario en quien más confiaban los mercados y un garante, para muchos, del rumbo de la primera economía global, tal como el secretario de Defensa, Jim Mattis, o el jefe del Consejo de Seguridad Nacional, el general H. R. McMaster, lo son para la seguridad nacional.
Las reacciones de algunas figuras republicanas en el Capitolio dieron cuenta de la inquietud que generó la partida del expresidente de Goldman Sachs. El senador Jeff Flake, un moderado que chocó varias veces con Trump, lamentó la pérdida de una “voz estable” en política comercial. Rob Portman, otro senador centrista, lamentó su renuncia, y Jeb Hensarling dijo que Cohn era “una voz fuerte para el libre mercado que será echada de menos”.
La partida de Cohn del gobierno disparó la probabilidad de una guerra comercial. Los aranceles al acero y al aluminio dividieron al gabinete de Trump. Cohn, junto a Mattis y el secretario de Estado, Rex Tillerson, habían advertido sobre el daño que podría provocar el sello proteccionista. Las dos principales figuras a favor han sido el secretario de Comercio, Wilbur Ross, arquitecto de la iniciativa, y Peter Navarro, un economista heterodoxo que parecía marginado adentro del gobierno, y ahora goza de sus 15 minutos de fama.
Además de la oposición interna, la idea resistió, hasta ahora, todas las gestiones políticas, corporativas, económicas y diplomáticas que fueron despuntando desde el anuncio de Trump, la semana anterior.
En Washington, no son pocos quienes anhelan, aún, una última vuelta de tuerca en la novela del acero y el aluminio que alivie su impacto sobre la economía global. Pero Trump dio sobradas señales en los últimos días de que planea seguir adelante con su anuncio. Mnuchin solo dejó abierta la posibilidad de “exenciones” para algunos países, sin dar más detalles. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, dijo que Trump le había garantizado que si las negociaciones del acuerdo de libre comercio prosperan no habría necesidad de avanzar con las nuevas tarifas.
Trump ya sacó a Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico (TPP, según sus siglas en inglés) y le colocó aranceles a las importaciones de lavarropas y paneles solares, además de forzar una renegociación del acuerdo de libre comercio de América del Norte, una de las regiones más integradas del planeta.