La Argentina invisible
En 1937, Eduardo Mallea describió claramente la diferencia entre lo que él consideraba la “Argentina visible” de la “invisible”. Decía Mallea: “… Desde los tiempos de la organización nacional el trabajo de la Argentina visible ha sido de más en más un trabajo sin ensueño, un trabajo desprovisto de espiritualidad. Físicamente, en el sentido de la civilización confortable, lo que se ha hecho es enorme; espiritualmente, en el sentido de la cultura, lo que se ha hecho es nada, lo que se ha hecho es regresar sin medida, perder terreno cada día… Este estado de aparente orden de la «Argentina visible» encierra una sorda anarquía moral”. El “hombre invisible” de la Argentina es el que, silencioso, vive sin alarde, sobrevive sin resentimiento, no aparenta ser “grande”, es severo para consigo y tiene
“exaltación severa de la vida”. Hoy, Día Internacional de la Mujer, qué mejor que recordar las palabras de Santa Teresa de Calcuta: “El gran destructor de la paz hoy es el crimen del niño no nacido, si una madre puede asesinar a su propio hijo en su seno, ¿qué impedirá que nos matemos unos a otros?”. Este año los legisladores tratarán la eventual “despenalización del aborto”, en abierta violación de nuestra Constitución y de las convenciones de derechos humanos que la integran, como la de los derechos del niño, que señala claramente que este lo es “desde el momento de su concepción”, así como lo expresa nuestro Código Civil. ¿Se pretende confirmar la doctrina del fallo de la Corte Suprema de 2012 que avaló la existencia y despenalización de un aborto, en abierta inconstitucionalidad y con una defectuosa técnica jurídica? No estando para nada persuadidos de que los diputados y senadores “realmente” representen a la “Argentina invisible y profunda”, ¿por qué no llamar a una asamblea nacional (¿referéndum?) para que se expidan sobre el tema tres generaciones de ciudadanos, como ocurrió tan exitosamente con el Congreso Pedagógico Nacional de 1987?