LA NACION

Con ocho nuevas películas en cartel, esta semana se destaca Yo soy Tonya, ganadora del Oscar a mejor actriz de reparto

YO SOY TONYA

- Alejandro Lingenti

★★★★ (I, TONYA, ESTADOS UNIDOS, 2017) / DIRECCIÓN: Craig Gillespie. Guion: Steven Rogers. Fotografía: Nicolas Karakatsan­is / Edición: Tatiana S. Riegel. Música: Peter Nashel. Elenco: Margot Robbie, Sebastian Stan, Allison Janney, Julianne Nicholson. Duración: 121 Minutos. Calificaci­ón: Apta Para Mayores De 16 Años

ifícil imaginarse la vida de Tonya Harding como una comedia. después de que su padre, con quien tenía una relación amigable, se fuera de su casa, quedó a cargo de una madre convencida de que el maltrato era la mejor manera de forjar una personalid­ad ganadora. Creció en un tráiler (una estadístic­a oficial informaba hace poco que son más de veinte millones las personas que viven en esas condicione­s en los estados unidos), abandonó muy pronto sus estudios y aprendió a patinar sobre el hielo soportando estoicamen­te las severas exigencias de esa mamá antipática, misántropa y fumadora empedernid­a que allison Janney interpretó con una solvencia que redundó en un oscar.

después se casó con otro redneck de Portland con el que mantuvo una relación intensa y tormentosa, un joven sin sueños como tantos otros que, la película se encarga de subrayar, en los 80 simpatizar­on con reagan y eligieron la música berreta de Laura Branigan y richard marx. Y cuando estaba afirmada como patinadora –era la única norteameri­cana que había logrado el triple axel, un salto dificilísi­mo para resolver con tanta plasticida­d– su carrera dio un vuelco inesperado: Tonya quedó implicada en un oscuro incidente que la convirtió en una auténtica villana, la cobarde agresión a una de sus compañeras del equipo olímpico, Nancy Kerrigan, perpetrada por un sicario de poca monta pero supuestame­nte maquinada por ella. Terminó multada, inhabilita­da de por vida y dando pena en una fugaz carrera como boxeadora.

Con ese material inflamable, el australian­o Craig Gillespie (Enemigo en casa, Lars y la chica real, Noche de miedo) se animó a lo inesperado: una película biográfica atrevida y algo desmelenad­a que por momentos se tiñe por completo del tono de la comedia negra. el recurso, habitual en el cine de los hermanos Coen y utilizado también en la recienteme­nte estrenada Tres anuncios por un crimen, suele denotar cierto desprecio por los personajes a los que retrata: una mirada irónica que, más que buscar explicarlo­s y entenderlo­s, los sanciona.

aun así, el trabajo superlativ­o de la también australian­a margot robbie genera compasión y empatía. Le insufla potencia y emotividad a toda la película. su salvaje personalid­ad, queda claro, es el resultado de un contexto insoportab­le. Y la disputa con esa colega que ella visualiza exclusivam­ente como rival a vencer, una reproducci­ón en miniatura de la vieja y siempre vigente lucha de clases.

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