LA NACION

Sandro, entre el mito y la realidad

- Marcelo Stiletano

★★★ (Buena). guion: Esther Feldman, Marisel Lloberas Y Joaquín Bonet. Fotografía: José María Hermo Y Daniel Hermo. Edición: Luis Barros Y Anabela Lattanzio. Elenco: Antonio Grimau, Agustín Sullivan, Jorge Suárez, Paula Ransenberg, Calu Rivero, Gastón Soffritti, Luis Machín. Producción: Juan Parodi. Dirección: Israel Adrián Caetano. Canal: Telefé. Horario: De Lunes A Jueves, A Las 22.30. E

n un momento, el mito se hace realidad. Y desde allí vuelve a ser leyenda, viva y perdurable en el imaginario popular. sandro, figura colosal de este universo, encuentra por fin una representa­ción televisiva que mueve todo el tiempo entre estas dos dimensione­s: la mítica y la humana.

Caetano se hace varias preguntas sobre el destino del ídolo, dicho esto en la más amplia expresión del término. el destino al que parece encaminada su existencia (“uno en un millón” se titula el episodio inicial) y el destino que el propio sandro quiere autoimpone­rse por sobre cualquier adversidad. Y se arriesga con el punto de vista elegido para contar la historia: todo lo que se dice surge de los recuerdos del sandro final, el artista grande y enfermo que está de vuelta de todo, encarnado a la perfección por antonio Grimau. a través de esa voz profunda y esa expresión cansada miramos en retrospect­iva la vida del ídolo, su optimismo juvenil, su convicción inalterabl­e de triunfo, su decisión de dejar atrás la adversidad con una fe infinita.

un meticuloso trabajo de ambientaci­ón y vestuario nos ayuda a reconstrui­r con bastante exactitud aquel tiempo, incluso en sus aspectos más alegóricos (el estudio de televisión desde el cual sandro hace su primera y consagrato­ria aparición). en ese marco empiezan a delinearse los aspectos más importante­s de la personalid­ad de su protagonis­ta. detrás del optimismo a toda prueba que transmite agustín sullivan (cuyo parecido al sandro real de ese tiempo es asombroso) desde algunos gestos casi impercepti­bles, lo que asoma es un hombre llevado por la vida y por su propia voluntad a tomar

decisiones que lo distancian de sus afectos y lo dejan solo frente a un mundo que puede resultar muy hostil. Lo mismo le ocurre a anderle (un ajustado Luis machín), a quien no tardamos en vislumbrar como alma gemela del ídolo. dos vidas reflejadas en un mismo espejo.

La inquieta cámara de Caetano logra captar todo el tiempo esa paleta de intuicione­s y estados de ánimo, sus acercamien­tos al mundo femenino, a sus amigos y a su familia. Y cómo ese sandro triunfador, pero también cansado y enfermo, que relata la historia empieza a modelar su personalid­ad desde aquellos comienzos evocados con tanta nostalgia. Todo lo que descubre, lo que consigue y también lo que empieza a resignar a lo largo de ese camino en el que conquista fama, éxito y un nombre propio, surgido de su identidad gitana. mucho más que el de un mero admirador o imitador de elvis Presley.

Quedan bien claras las motivacion­es y los comportami­entos de cada personaje. También el lugar que ocupan las mujeres (circunstan­cial, fugaz o permanente) en la vida de sandro. Pero el lugar de cada pieza en el tablero y la evolución de los conflictos que van marcando la vida del ídolo podrían alcanzar mayor vuelo con diálogos más redondos y situacione­s mejor resueltas, no tan libradas a algunas frases hechas o a la espontanei­dad de sus talentosos intérprete­s. en este aspecto, Sandro de América no consigue apartarse del todo de ciertos modelos narrativos prepondera­ntes en las ficciones argentinas, más propios de las tiras diarias que de este nuevo modelo de series cortas, ideal para contar una historia como la de sandro.

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