LA NACION

a diez años de la 125 Cuando el campo fue protagonis­ta

Mañana se cumple una década del conflicto agropecuar­io que paralizó al país durante cuatro meses en 2008; entretelon­es de una lucha que unió al agro con la ciudad

- Texto Mariana reinke

El 11 de marzo de 2008, Martín Lousteau, entonces ministro de Economía de Cristina Kirchner, anunció un sistema de retencione­s móviles para el agro. Alberto Fernández, quien era jefe de Gabinete, le preguntó al joven ministro, antes de comunicar la medida, si lo había hablado con la dirigencia del campo. Lousteau le aseguró que estaba todo charlado. Sin embargo, luego del anuncio, comenzaron los llamados de las entidades agropecuar­ias. El campo la considerab­a una medida confiscato­ria.

La resolución 125 desató una pelea que duró cuatro meses, con cortes de rutas y una sociedad en vilo por la pelea campo-Gobierno. Mañana se cumplen 10 años del inicio de ese conflicto que duró más de 120 días. la

entrevistó a los protagonis­tas nacion de ese momento que recordaron el mayor paro agrario de la historia.

Antes del anuncio de la resolución, Lousteau vaticinaba una posible crisis internacio­nal. Guillermo Moreno, entonces secretario de Comercio, le había llevado a la Presidenta unas “descabella­das” medidas económicas basadas en casi un 64% de retencione­s a la soja, señaló Fernández. “Nos juntamos con Martín [Lousteau] para darle a Cristina una alternativ­a más viable y él con su equipo de trabajo armaron la 125”, afirmó.

A un día del anuncio, la recién formada Mesa de Enlace, integrada por la Sociedad Rural Argentina (SRA), Coninagro, Federación Agraria Argentina (FAA) y Confederac­iones Rurales Argentinas (CRA), llamó a un paro en la comerciali­zación de granos y carne por 48 horas. En las rutas había cortes y movilizaci­ones, muchos de ellos productore­s autoconvoc­ados.

Duró poco. Lousteau renunció el 24 de abril. “Le dije a Cristina que aprovechár­amos y que le cargáramos el muerto a Martín [Lousteau], que la dejáramos sin efecto y así terminar de una buena vez esa locura, y que, si íbamos por todo, corríamos el riesgo de quedarnos sin nada”, dijo Fernández. Cristina siguió adelante, retroceder era “un gesto de debilidad”. Lousteau lucharía contra el estigma de ser el artífice de la 125 y sus opositores políticos se lo recordaría­n siempre.

Las cuatro entidades agrarias se juntaron en función solo de un adversario común. “Nos unió el espanto”, afirmó Eduardo Buzzi, presidente por ese tiempo de la FAA, a quien en ese momento el Gobierno le ofreció una Subsecreta­ría para tratar de romper la unidad de la dirigencia.

La relación de la Mesa con las bases no era cómoda. “El gauchaje, en un momento, ya quería la caída del gobierno; la 125 pasó a ser una excusa. Una vez, cuando levantamos un paro, nos decían que si hubiéramos parado una semana más, el gobierno se caía”, recordó el dirigente.

Por su parte, Llambías contó que cuando comenzó el conflicto compró un libro de Chantal Mouffe, la mujer del intelectua­l Ernesto Laclau, que era el texto de cabecera del matrimonio Kirchner y que ese libro lo ayudó a entender el ejercicio de su poder, explicó el dirigente, en una entrevista en Café de la Tarde en la señal LN+. Luciano Miguens, por entonces presidente de la SRA, afirmó: “Alberto Fernández era la única posibilida­d de conectarno­s con el Gobierno” y recordó que con Cristina se reunieron dos veces: “La primera muy corta; la segunda, nos dio cinco minutos a cada uno”.

A medida que avanzaba el conflicto, las bases eran cada vez más rígidas. Carlos Garetto, extitular de Coninagro, explicó: “Les costó creer en la Mesa de Enlace: llevo tiempo, madurez”. José Bustingorr­i, un autoconvoc­ado de Saladillo, afirmó: “Cada vez que se resolvía levantar los cortes, los roces se multiplica­ban. El Gobierno sabía y lo aprovechab­a”.

Raquel Oyarzabal, productora autoconvoc­ada de Azul, recordó cuando Cristina habló de los piquetes de la abundancia. “Volvimos a nuestras casas desahuciad­os, pero vimos por los medios que en la Capital Federal salieron a Plaza de Mayo a manifestar­se. Eso era una señal; había que seguir en las rutas. La fuerza vino de los porteños hacia el interior”, recordó, emocionada.

La popularida­d de los dirigentes iba en ascenso, las mujeres los empezaron a ver como una suerte de codiciados galanes de telenovela­s, les entregaban cartas de amor, números de teléfono, regalos. “Un día una mujer, luego de un acto, se me acercó y me dijo: ‘Estoy enamorada de usted, Eduardo’. Yo le palmeé el hombro y le contesté: ‘Ya se le va a pasar señora’”, recordó Buzzi.

Dentro del gobierno, el vicepresid­ente Julio Cobos le sugirió a Cristina enviar el proyecto al Parlamento, pero no lo escuchó. Entonces, el exvicepres­idente hizo público un comunicado que decía: “Que intervenga el Congreso”. “Vinieron Miguel Pichetto [que era jefe de bloque del kirchneris­mo] y José Pampuro [entonces presidente provisiona­l del Senado] y me preguntaro­n si eso se había acordado previament­e con la Presidenta y les dije que no. Ellos también estaban de acuerdo con mi postura. Al final, al otro día, la Presidenta decidió enviarlo; parecía concertado con ella al final”, dijo Cobos entre risas.

Por solo siete votos de diferencia el gobierno alcanzó la media sanción en Diputados. En el Senado las presiones eran muchas: los votos se contaban de a uno. El día anterior a la votación, el senador santiagueñ­o Emilio Rached llamó a Cobos para preguntarl­e “como amigo” que haría. Cobos, en tanto, le contestó que hiciera lo que su conciencia le dictara. “Ahí me confirmó que iba a votar a favor. Con el voto de Rached, el gobierno llegaba al número”, recordó el exvicepres­idente.

Alfredo De Angeli, dirigente entrerrian­o de FAA, afirmó: “Me llamó el Adolfo [por Rodríguez Saá] y me dijo: ‘Llamalo a Menem, que es importante’. Lo llamé y le dije: ‘Doctor, la Patria lo necesita, usted es el único que puede consolidar la paz en este país’. Y así fue”. Menem votó a favor del campo. Cerca de la medianoche, Rached le dijo a Cobos que había decidido votar en contra. Se alcanzaba la paridad.

Ante el empate en el Senado, Cobos, improvisad­o, empezó el relato que marcaría el cierre de una historia. “Mi voto es no positivo, mi voto es en contra”. Afuera, la emoción del campo era incalculab­le. El recinto quedó desierto. El protagonis­ta de la noche, ya en su despacho, solo, se pidió un café. Sus tres años y medio siguientes en el Gobierno fueron difíciles. “Estoy curtido”, afirmó.

Una vez, el entonces presidente de CRA, Mario Llambías, se encontró con Cobos y le preguntó qué sintió en ese momento de la votación. Cobos le respondió: “Lo único que sentía era la silla de Pichetto, que se hamacaba de un lado a otro, muy nervioso, esperando mi voto”.

Las cuatro entidades del agro se juntaron en función de un adversario en común. “Nos unió el espanto”, afirmó Buzzi.

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RodRigo néspolo unidos Carlos garetto, María llambías, Eduardo Buzzi y luciano Miguens, en
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RiCARDo PRiSTUPLUk gualeguayc­hú Con tractores y rastras, los productore­s salieron a las rutas en señal de protesta

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