LA NACION

Un terremoto interno en el ejército pone en guardia a Maduro

Crece la fractura entre facciones leales al presidente y antiguos aliados de Chávez; hubo más detencione­s

- Daniel Lozano

CARACAS.– Venezuela vive la peor crisis militar desde los dos golpes fracasados de 1992, los que le dieron fama mundial al entonces teniente coronel Hugo Chávez.

La detención de Miguel Rodríguez Torres, uno de sus oficiales favoritos del “comandante supremo” y entre los “héroes” más destacados de la “gesta chavista” del 4 de febrero de ese año, evidencia el pulso entre la elite madurista de las fuerzas armadas y el chavismo militar.

En el horizonte inmediato seguirán “importante­s fracturas entre el chavismo y el madurismo”, vaticina a Rocío San Miguel, presidenta la nacion de la ONG Control Ciudadano para la Seguridad y las Fuerzas Armadas.

La misma opinión comparte otro general que estuvo en la cumbre madurista, Hebert García Plaza, hoy exiliado en Estados Unidos, quien adelanta que esta detención aumentará las fisuras dentro de la revolución.

La sola comparació­n con 2002, año del golpe fracasado contra Chávez, hace palidecer al madurismo, que ha desatado la caza y captura no solo de quienes cree planifican conjuras, sino también de los que muestran malestar.

Para San Miguel, la situación actual es aún más compleja que en 2002, “porque el de entonces fue un golpe palaciego”.

Desde la televisión pública acusaron al detenido de participar en conjuras militares solo días después de la detención de cuatro tenientes coroneles que comandan batallones y de otro grupo de oficiales, cuyo número crece cada día, por traición a la patria. Control Ciudadano no pudo certificar todavía la detención de otro teniente coronel, Carrasquel Vargas, comandante de una unidad de fuerzas especiales.

El operativo desplegado por agentes del Servicio Bolivarian­o de Inteligenc­ia (Sebin), que Rodríguez Torres dirigió con mano de hierro, evidenció lo trascenden­te del asunto: un general de brigada carcomido por los nervios y unos agentes que no se atrevían a esposar a su antiguo jefe, quien en esos momentos participab­a en un acto político en un hotel de Caracas de su Movimiento Amplio Desafío de Todos.

Este grupo de la disidencia chavista se ha alineado con la oposición, con la Iglesia y con organizaci­ones civiles y sindicales en el Frente Amplio Venezuela Libre. El general retirado se había planteado presentars­e a las presidenci­ales, pero fue inhabilita­do, al igual que el preso político Leopoldo López y el excandidat­o presidenci­al Henrique Capriles.

La unidad de acción sorprendió al madurismo, ya que Rodríguez Torres participó de lleno en la represión contra las protestas de 2014. En aquellos tiempos fungía como ministro al mando de las fuerzas de seguridad, pero en el pulso que mantuvo con los colectivos revolucion­arios (paramilita­res chavistas) fue destituido por Maduro.

Las fuerzas armadas viven hoy un terremoto interno entre persecucio­nes, ruido de sables y el hambre de la tropa. Al frente se sitúa una cúpula leal a Maduro, comandada por el general Vladimir Padrino López, quien también dirige la importació­n y distribuci­ón de alimentos y productos básicos. Venezuela cuenta con casi 2000 generales, frente a los 900 de Estados Unidos.

Una cúpula sin fisuras, mimada con los mejores cargos y los presupuest­os más importante­s en medio de la hecatombe económica y social. Diferencia­s que sí aparecen entre los oficiales cercanos a una tropa que sufre el impacto de la crisis. Según los datos de Control Ciudadano, más de 1000 soldados han solicitado la baja del ejército.

En otra decisión muy criticada, el gobierno decretó la degradació­n y expulsión de una veintena de militares, incluidos García Plaza y el general Raúl Isaías Baduel. En las últimas horas se filtró una imagen del exministro de Defensa. “Está encerrado en una celda de 2x3, con aire y luz artificial las 24 horas. Desayuna una arepa frita; almuerza y cena un plato de pasta sin salsa”, explicó su hijo Adolfo.

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REUTERS Maduro, anteayer, en un evento del programa de distribuci­ón de alimentos subsidiado­s, en Caracas

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