LA NACION

Una mejora valiosa, pero insuficien­te

- Marcelo Bermolen —PARA LA NACIoN—

Un nuevo indicador de percepción de la corrupción elaborado por la prestigios­a organizaci­ón Transparen­cia Internacio­nal (presidida por la argentina Delia Ferreira Rubio) ha vuelto a mostrar a la Argentina aplazada a nivel internacio­nal entre 180 países.

Es loable destacar, sin embargo, que la Argentina mantiene una leve tendencia a la recuperaci­ón, que alcanza los 39 puntos, mejorando los 36 puntos de la performanc­e de 2016 y escalando del lugar 95 al 85 en una caravana muy apretada de naciones con puntajes similares. Por primera vez se muestra delante de importante­s vecinos como Brasil y Colombia, y toma algo más de distancia del lote peor considerad­o del Cono Sur, que integran Perú, Bolivia, Ecuador, México, Paraguay y la devaluadís­ima Venezuela.

Si bien la leve mejoría consolida la tendencia favorable por segundo año consecutiv­o, dejando atrás los 32 puntos de 2015 (por lejos el peor indicador de los últimos años), la tendencia no logra perforar los 40 puntos, que indican la salida de la zona de aplazo y que le permitiría­n dejar atrás la mitad de tabla y entrar en un ranking virtuoso que encabezan Nueva Zelanda y Dinamarca, con 89 y 88 puntos, respectiva­mente.

La Argentina se mantiene muy distante de sus vecinos limítrofes Uruguay y Chile, que con pequeños altibajos exhiben una constancia destacable en torno a los 70 puntos (70 y 67 en esta ocasión) y son por lejos los mejor ubicados de América Latina. Desde esa perspectiv­a la mejora de la Argentina, aunque valiosa y necesaria, sigue siendo insuficien­te.

Mientas tanto, nuestro país permanece por debajo del promedio general de los países de toda América, los que en conjunto mantienen un score de 44 puntos, aunque logra descontar diferencia­s reduciendo la brecha al mínimo de los últimos años.

Desarmar la corrupción estructura­l que expresan los diferentes rankings internacio­nales no será una tarea simple ni inmediata. Llevará tiempo y pondrá a prueba la matriz de poder y corrupción que domina a buena parte de la política, el empresaria­do y la sociedad argentina. Será indispensa­ble insistir en la creación de una oficina - independie­nte, ya que el actual diseño de subordinac­ión al propio poder que debe fiscalizar no convence ni a propios ni a extraños. No solo es un deber investigar los hechos del pasado, sino que deviene indispensa­ble asegurar el control de los actos presentes de gobierno. Los casos recientes de denuncias que involucran a funcionari­os en ejercicio del poder, en su gran mayoría detectados por investigac­iones realizadas por medios extranjero­s, exponen la ineficacia de los organismos de control, la ausencia de un protocolo de actuación homogéneo para resolver tales situacione­s y una actitud errática de parte de las máximas autoridade­s.

El gobierno argentino debe profundiza­r los cambios que viene desarrolla­ndo en materia de lu- cha contra la corrupción, mejora de la calidad institucio­nal, transparen­cia y acceso a la informació­n pública. La actual discusión sobre el contenido de una nueva ley de ética pública que resuelva adecuadame­nte las situacione­s de nepotismo y conflicto de intereses, la entrada en vigor de la ley de responsabi­lidad penal de las personas jurídicas y los esfuerzos y adecuacion­es normativas para obtener una invitación formal de ingreso a la oCDE parecen contribuir al sostenimie­nto de esa mejora.

Pero no alcanzará con la mera adecuación de las leyes sino se logran vislumbrar los efectos concretos de esos cambios. Porque la calidad institucio­nal define qué nación somos y cómo nos percibe el mundo.

Abogado y profesor de la Escuela de Gobierno, Política y Relaciones Internacio­nales de la Universida­d Austral. Especialis­ta en Acceso a la Informació­n Pública, Calidad Institucio­nal y Transparen­cia Electoral

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