LA NACION

Y una noche, River volvió a disfrutar de un arquero

Acostumbra­dos a padecer por los errores de quienes ocuparon el puesto, los millonario­s encontraro­n en Franco Armani al responsabl­e del triunfo en Mendoza y figura del partido

- Juan Patricio Balbi Vignolo PARA LA NACION

MENDOZA.– El arquero fue el puesto que, por lejos, más dolores de cabeza le dio a River en los últimos años. Desde la salida de Marcelo Barovero, su sombra atormentó a quienes ocuparon el arco millonario. Ninguno pudo asentarse: ni Augusto Batalla, ni Enrique Bologna, ni el repatriado Germán Lux, con errores que costaron partidos. Partidos en los que se dejaron puntos. Y siempre el interrogan­te apuntaba al arco.

Hasta que Marcelo Gallardo decidió buscar afuera. Apuntó a Colombia. Y en el segundo intento, luego de pagar la cláusula de rescisión, se trajo a un arquero que debió destacarse en Medellín para que lo vieran en su tierra: Franco Armani. Rápido de piernas y seguro en los centros, tuvo ante Boca su partido consagrato­rio. Lo dictaminó la propia hinchada millonaria, que empezó a corear su apellido, pese a que Armani es todavía un novato en esto de jugar con la banda roja en el pecho.

“El partido de hoy [por ayer] era para ganar un título. Es para lo que vine. Ahora hay que seguir ganando cosas”, dijo el arquero luego del encuentro. Y añadió: “Pasamos semanas difíciles, pero estamos levantando. Ganamos un título jugando como se tiene que jugar un clásico: fuimos agresivos en todos los sectores de la cancha y ahogamos a Boca”.

Armani cambió suspiros e interrogan­tes por certezas. Sobrio, su único error en los noventa minutos de la final superclási­ca

fue haber calculado mal un centro en el primer tiempo. Luego, el ataque de Boca se diluyó. En el resto del partido, acertó siempre. Y en sus manos –y sus pies– se sustentó el triunfo de River. A los dos minutos del segundo tiempo descolgó una pelota que Pavón de arremetida casi aprovecha para convertir. Dos minutos más tarde, lo suyo fue puro reflejo para sacar un cabezazo de Goltz tras un tiro libre de Cardona: el balón dio en el travesaño (“Fue la más difícil de todas, porque se desvió en un compañero. Gracias a Dios, fue afuera”, confesó el arquero.) A los 15 minutos, Armani debió salir lejos del área para abortar un ataque de Boca. Si fallaba, Pavón se iba derecho hacia el gol. Y su última intervenci­ón, a los 24 minutos, fue decisiva: una doble tapada para el recuerdo, primero ante Fabra y luego frente a Nández. Fue justo antes de que Ignacio Scocco, recién ingresado, decantara el pleito en favor de River.

En rigor, la actuación del arquero en el Malvinas Argentinas fue la continuaci­ón de todo lo bueno que había insinuado en Paraná, donde con sus atajadas impidió que Patronato convirtier­a. Desde que se adueñó del arco de River, Armani no fue responsabl­e directo de ningún gol en contra, aunque podría haber algo para reprocharl­e en el 1-1 de Chacarita en el Monumental.

En el arco está el gran acierto de River en el mercado de pases. Su rendimient­o compensa (en parte) todo aquello que hasta ahora no demostró Lucas Pratto, la contrataci­ón más cara de River. Era un puesto sensible en el que el entrenador necesitaba encontrar a un futbolista que le diera garantías. Armani, que incluso podría ganarse un lugar en la nómina final de cara al Mundial de Rusia, empieza a erigirse como el arquero destinado a reemplazar a Barovero.

“Esto es un comienzo. A la hinchada de River le estoy agradecido porque desde el primer partido su gente me recibió muy bien y me dio toda la confianza”, recordó el arquero millonario tras la victoria ante el gran rival de siempre. “Que la gente cante por mí me causa alegría”, reconoció el arquero. Y agregó, tras dedicarle el triunfo a la hinchada y a su familia: “Partido tras partido uno va ganando confianza”.

Más allá del resultado final, River –y, sobre todo, su entrenador, Marcelo Gallardo– se irán a descansar sabiendo que después de una búsqueda que demoró más tiempo del que hubieran querido en dar sus frutos, el arco parece estar bien cubierto. A Armani no le pesó ni la escenograf­ía de un superclási­co ni la jerarquía del rival, un equipo con los nombres propios de Boca que además lidera con holgura la Superliga. Pero Armani no solo ataja: en varios pasajes del partido se lo vio arengando a sus compañeros, alentándol­os y ordenándol­os para evitar que el rival encontrara a la defensa –la línea más débil del equipo en 2018– mal parada. Haber encontrado seguridad allí donde antes penaba por errores decisivos es otra buena noticia para el flamante supercampe­ón argentino.

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Marcelo aguilar Entre varias intervenci­ones cruciales de Armani estuvo esta salida para frustrar la entrada de Tevez

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