LA NACION

Mujeres que ya no pertenecen, hombres empecinado­s

- Jazmín Carbonell

En la figura más extrema del patriarcad­o, ese que domina y opera en los derechos laborales, en los prejuicios, en los maltratos, la mujer se reduce y sus deseos desaparece­n. La mujer se cosifica, se vuelve objeto, pertenenci­a de alguien. un hombre se adueña de la que considera su mujer, se adueña de sus derechos para luego conquistar su identidad. se borran entonces sus señas particular­es. esa es la historia de Como una estrella se apagada, una mujer en medio de la sumisión y del maltrato; la que no se siente dueña de su vida.

miguel vuelve a su casa después de cinco años de haberse marchado sin decir una palabra, sin comunicars­e con su mujer y su madre a quienes abandonó. abandonó, sí, porque en ese contexto rural en el que la figura del hombre parece fundamenta­l para la subsistenc­ia, estas mujeres debieron reinventar­se para sobrevivir. Por supuesto, lo lograron. Juntas, estrechand­o lazos, con el amor y la dulzura, con sus perros como compañeros –en escena representa­dos por dos actrices que además cantan en algunos pasajes de la obra–, emprendier­on el duro viaje que implica vivir con la amargura de saberse abandonado. Pero un día miguel vuelve. Y su mujer, suya, sí, él así lo entiende, ya no lo esperaba. Había entendido que eso no quería y en cambio había encontrado el amor en otro hombre que sí la respetaba y la amaba.

Las dudas sobre qué le está permitido a la mujer se hacen presentes en la pieza. miguel las culpa por todo, incluso por haberse ausentado todos estos años. Los perros merodeando por los alrededore­s de la escena dan cuenta de que la homologaci­ón entre mujeres y animales ahí está presente. Y la metáfora se vuelve clara y contundent­e a medida que avanza la acción. Él se cree dueño absoluto de todo lo que sucede en el valle. Y enfrentars­e a la convicción de ellas lo expone en toda la brutalidad y crueldad.

La puesta es sencilla, unos pocos objetos que se suman dan la idea de casa rancho en medio de un valle de Catamarca. La música en vivo acompaña la escena y la baña de localismos. Las actuacione­s, algo desparejas por momentos, seguro se irán acomodando a ese texto que exige acentos.

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Anabel Denápole, protagonis­ta de esta pieza

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