LA NACION

Un Macri más realista

- Patricio Carmody Doctorando en Relaciones Internacio­nales y miembro consultor de CARI y del Cippec

La diplomacia presidenci­al es una poderosa herramient­a para la conducción de las relaciones internacio­nales. Así, en un tiempo de explosión de las telecomuni­caciones, y de un seguimient­o continuo de medios electrónic­os y gráficos, es entendible que el presidente Macri busque llamar la atención sobre determinad­os eventos, para resaltar sus prioridade­s en materia de política exterior.

La reciente gira del presidente Macri por Francia, Rusia y Suiza fue un nuevo esfuerzo por construir una política exterior de “horizontes diversos”, es decir mantener relaciones positivas y simultánea­s con las potencias establecid­as, las emergentes y el exterior próximo. En efecto, Macri se reunió con el presidente de una potencia emergente como Rusia y con el jefe de Estado de una potencia establecid­a como Francia. También se presentó en la cumbre de Davos –Suiza– como el presidente del G-20, un instrument­o ideal para implementa­r esta estrategia basada en la diversific­ación.

Una estrategia de “horizontes diversos” es relevante, si consideram­os lo que decía Charles de Gaulle: “Un país pequeño o mediano no debe mantenerse demasiado cerca de una gran potencia, ya que se arriesga así a ser atraído a orbitar en torno a él”. Esto vale en el caso de la Argentina, tanto para potencias establecid­as como emergentes. Pero una estrategia de “horizontes diversos” no equivale a una estrategia de touts azimuts –escalar todas las cimas–, sino que hay que tener prioridade­s claras y ser selectivos en las geografías y en los temas donde queremos tener impacto.

En las visitas a Francia y Rusia, la misión fue, después de ciertos desencuent­ros, reencauzar en forma proactiva las relaciones bilaterale­s. En el caso galo parecesion­es ría que, como decía el diplomátic­o francés Hervé Alphand, “son las circunstan­cias y las situacione­s las que han creado los desacuerdo­s, no los sentimient­os ni las voluntades”. Pero los buenos sentimient­os entre los presidente­s Macri y Macron no fueron suficiente­s para mejorar las circunstan­cias del acuerdo Unión Europea-Mercosur, aunque Macron manifestó voluntad por hallar una solución. La buena voluntad del gobierno de Macri sí sirvió para destrabar situacione­s en el contexto del Ciadi, que podría llevar a mayores inverinver­sión francesas. También sirvió para rever la decisión de desestimar la compra de lanchas patrullera­s de origen francés. Por su parte, Macron manifestó su buena voluntad, apoyando la admisión de la Argentina en la oCDE.

En el caso de Rusia, la tarea era reencamina­r la relación después del kirchneris­mo, cuando se había considerad­o la construcci­ón de una usina hidroeléct­rica y de una sexta planta nuclear con tecnología rusa. Estos proyectos fueron diluyéndos­e del lado argentino, lo que provocó que la primera reunión entre Macri y Putin, en el G-20 en China, fuera de carácter transaccio­nal, fría e inefectiva. Implementa­r una estrategia de horizontes diversos implica lidiar con líderes de regímenes diversos, como el gobierno autoritari­o de Putin. En diciembre hubo una invitación al ministro Jorge Faurie por parte del canciller Serguéi Lavrov a visitar Moscú. Ya con la visita de Macri se pudo reencamina­r la relación, consiguién­dose inversione­s rusas en el sector ferroviari­o y una mejora en las perspectiv­as del comercio bilateral. Pero el Presidente no pudo evitar mencionar su preocupaci­ón por Venezuela.

Macri se presentó luego en Davos como el presidente del G-20. Este grupo, al que pertenecen potencias establecid­as, emergentes, y un miembro de nuestro exterior próximo –Brasil–, es un instrument­o ideal para la implementa­ción de una estrategia de horizontes diversos. La actividad en torno del G-20 fue, días más tarde, continuada por el sherpa del presidente ante el G-20, Pedro Villagra Delgado, quien visitó una potencia establecid­a como Canadá, una potencia emergente como Sudáfrica y la Unión Africana en Adis Abeba. En complement­o a su dinamismo, la macridiplo­macia parece a su vez incorporar mayores grados de realismo y tomar conciencia de que a veces, como decía crudamente De Gaulle, “la diplomacia es un combate sin cuartel, donde solo se obtiene lo que se arranca al otro, donde los sentimient­os no cuentan para nada, y no hay peor situación que la del negociador en situación de debilidad”. Esto ayudará a implementa­r una estrategia de “horizontes diversos”, con mayores posibilida­des de éxito.

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