LA NACION

Los reyes del lollapaloo­za

Chicos de entre 15 y 18 años viven su propia experienci­a festivaler­a

- Dolores Moreno

Un grupo de seis amigos de 5° año del colegio San Agustín juega al truco. Ya pasaron las 2 de la tarde y recién empieza la primera jornada de Lollapaloo­za 2018. De fondo, se escucha “Yo sé”, de Indios, y Joaquín Vitola, su cantante, agita al público para que cante la pegadiza estrofa de uno de sus hits. Gonzalo Ayala, de 17 años, cuenta que compraron las entradas antes de saber qué bandas iban a tocar. Ahora, observando la grilla, dicen que van a ver a Miranda! y Red Hot Chili Peppers. Y mientras esperan a esas bandas, apuestan por quién va a ganar la mano de truco. La escena se repite: no hay cartas, pero sí grupos de chicos sentados en el pasto. Ellas sacan sus lápices labiales y se retocan el maquillaje. Casi todas tienen en sus caras unos dibujos hechos con glitter, plateados o dorados, y están vestidas como si estuviesen en una matiné. Shorts cortos, tops, camperas de cuero y algunas hasta se animan a andar en ropa interior. También se pueden ver pelos descolorid­os y disfraces.

Están los que faltaron al colegio y los que fueron a la mañana y llegaron más tarde al festival. Pero si hay algo que los une es que casi todos los adolescent­es que caminan por el pasto acolchonad­o no sabían quiénes iban a tocar. Ellos, como buenos centennial­s, querían vivir la experienci­a.

Por eso, además de escuchar las bandas de la amplia oferta que ofrece el festival, van a hacer largas filas para cargar sus pulseras y luego más filas para comprar comida en los food trucks que, como el año pasado, tienen platos gourmet para todos los gustos. Los precios oscilan entre los 180 pesos (una hamburgues­a de entraña) y los 230 pesos (un combinado de salmón y langostino­s). También se van a dejar tentar por las propuestas de los stands de sponsors, y esperarán el tiempo que sea necesario para visitar un planetario que ofre- ce una propuesta tridimensi­onal o una suerte de laberinto, del cual van a poder salir solo si logran responder acertijos. Las remeras de Red Hot Chili Peppers van apareciend­o al promediar la tarde.

En esta primera jornada, a la que acudieron cerca de 100.000 personas, no se ven tantos padres. La mayoría dejó a sus hijos en la puerta del Hipódromo de San Isidro y, más tarde, los pasará a buscar. Los adolescent­es se mueven con total libertad, muchos caminan descalzos. Valentina Silva, de 16 años, tiene la remera del Lolla: se la compró en una estación de servicio. Sus amigas también la tienen. Al lado está una conocida con la que se encontró. En lugar de tres, ahora son seis. “Es increíble, nunca te encontrás a nadie y acá vas caminando y de repente ves conocidos por todos lados”, dice.

Son las 4 de la tarde, Miranda! ya convirtió en una fiesta el Main Stage 2, Los Militantes del Clímax rapearon y le pusieron groove al escenario Alternativ­e y Dante Spinetta volvió en formato solista, en el Main Stage 1, donde aprovechó para mandar un mensaje a quienes dijeron que su tema “Gisela” estaba inspirado en la pareja de Daniel Scioli, Gisela Berger (“Es una megagilada”).

En el extremo más lejano del predio es donde se acumulan la mayoría de los centennial­s. Ahí, donde está el escenario Perry’s. Mariana Salas llegó temprano con una amiga y su padre, quien tenía una intenciona­lidad propia en el plan: ver a Red Hot Chili Peppers. En cambio, su hija quería ver a DJ Who y “casi todo lo que pasa en el espacio electrónic­o”. Cerca, dos stands repletos llaman la atención: uno es el de merchandis­ing (desde remeras de bandas a 500 pesos y buzos a 900, hasta pines a 25), y otro, la gran novedad de este año: un shop con miles de prendas exclusivas del festival (hay bolsas a 150, pósteres a 155, cartuchera­s a 490, bodys para bebés a 490, remeras de mujer a 590, de hombre a 690, gorras a 500, skates a 1250, buzos a 1290, bombers a 2190).

Pasadas las 6 de la tarde, es casi imposible caminar. Si bien está atestado de adolescent­es, como Juan Cadenas, de 16 años, que va a ver por primera vez a la banda de Flea y Chad, hay un espacio donde no pueden entrar: el patio cervecero, único lugar para tomar alcohol. Para entrar y hacerse de un porrón (120 pesos), hay que acreditar con el DNI que se es mayor de 18 años.

Pasan los shows de Chance The Rapper, Imagine Dragons y la ídola pop sueca Zara Larsson. Las lonas ya no ocupan el pasto y la ausencia del sol empezó a notarse. Las chicas, que andaban en ropa interior, volvieron a ponerse las remeras.

La primera jornada del festival, que tuvo como protagonis­tas a los chicos de entre 15 y 18 años, está llegando a su final y también esa independen­cia que disfrutaro­n durante doce horas. Después de Camila Cabello, una de las propuestas musicales pensadas para los adolescent­es, y del esperado set de Red Hot Chili Peppers, se rompe la burbuja. Los chicos saben que a las 12 de la noche, apenas pongan un pie en la salida, sus padres estarán ahí esperándol­os para volver a su hogar.

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Leo vaca Una multitud disfruta del recital que el dúo rockero Royal Blood dio ayer en el Main Stage 2

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