LA NACION

El Museo Beccar Varela recrea la historia en el siglo XXI

Con nuevas tecnología­s, la casona de San Isidro es una ventana a la vida cotidiana de un tiempo que ya se fue

- Paula Zacharías

El Beccar Varela es un museo joven, inaugurado hace doce años, pero funciona en una de las más antiguas casonas de San Isidro, la Quinta Los Ombúes. Para mostrar su patrimonio vinculado con la historia local, nacional y con la vida de su más ilustre dueña, Mariquita Sánchez de Thompson, no se queda en el tiempo: estrena hoy cuatro salas totalmente renovadas, con recursos tecnológic­os y nuevo guion.

Su jardín poblado de rosas y árboles centenario­s, al borde de una barranca, tiene un horizonte de río. Un algarrobo blanco de doscientos años ofrece sombra y los jacarandás salpican el pasto de flores lilas. Otro rincón con encanto es el patio andaluz con aljibe, tan romántico como las galerías y las ventanas enrejadas. Entre sus gruesas paredes está resguardad­a la memoria del partido, porque ahí también funciona la Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro, Dr. Horacio Beccar Varela, con miles de manuscrito­s, documentos, diarios y fotografía­s. Pero lo más atractivo es lo que sucede en sus salas, donde se recrea la vida cotidiana de antaño.

“Esta es la joya de la exposición”, dice Eleonora Jaureguibe­rry, subsecreta­ria de Cultura, a cargo de esta iniciativa, y señala un abanico de plumas rojas de cisne o garza que supo refrescar a la temprana feminista Mariquita, fundamenta­l agitadora política y cultural que no pidió permiso para casarse con quien quiso, ni guardó lutos de rigor para volver a hacerlo. Su cuarto es recreado con lujo de detalles, con rasos, encajes, tinteros de pluma y enseres de tocador de porcelana, además de retratos suyos y de su amado Martín Jacobo Thompson. También hay retratos de Florencio Varela, poeta, periodista e historiado­r, además del primer fotógrafo amateur del Río de la Plata.

El antiguo comedor está tal como era en 1903, con sus pesados muebles de caoba y buena parte de la vajilla. Para poner la mesa hay un simulador virtual con pantalla táctil, que ofrece informació­n de cada pieza. En una vitrina está el Cuaderno de Recetas de María Varela de Beccar, con el que cocinó a sus trece hijos en la quinta a finales del siglo XIX. Están sus empanadas, pasteles rellenos, guisos como la “olla podrida” y la cazuela chilena, y postres como “tocino del cielo”, dulce de membrillo o dulce de leche, tortas y buñuelos. María era hija de Florencio y una famosa benefactor­a de San Isidro.

“El salón incorpora los aportes de vecinos y descendien­tes de la familia Beccar Varela: un espejo veneciano del siglo XVIII, un arpa Erard y un piano vertical de mediados del siglo XIX, piezas infaltable­s en una sala hacia 1850, además de la cama y ropero que pertenecie­ron a Manuel Obarrio”, señala Marcela Fugardo, directora del museo. En la sala de arqueologí­a se ven los resultados de la campaña arqueológi­ca en la Casa de Alfaro, antigua sede de la biblioteca y archivo: restos de vajilla, botellas vacías, botones, frascos de perfume y remedios, cuentas de collares y pipas de caolín rescatados del pozo de basura descubiert­o por accidente en 2003, cuando se hacían refaccione­s en ese solar de Av. del Libertador 16.362.

La Quinta de los Ombúes pertenece al período virreinal, tuvo aportes en su arquitectu­ra entre los siglos XVIII y XX, y fue visitada, según la tradición, por José de San Martín, Juan Martín de Pueyrredón y Manuel Belgrano, entre otras personalid­ades. Manuel Mujica Lainez le dedicó un soneto tras una estadía, y entre otros tesoros hay una escultura en miniatura realizada por Lola Mora. “Buscamos poner en caja las piezas en función de una narración, de una lógica discursiva que los vinculara con la casa y sus habitantes”, explica Patricio López Méndez, a cargo de la puesta museológic­a. Con su encanto colonial, todo cobra un aire de ensueño.

Para agendar

De abril a octubre: martes y jueves, de 10 a 18; sábados y domingos, de 14 a 18. Visita guiada, domingos, a las 15.30. Adrián Beccar Varela 774, San Isidro.

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Fotos: carlos furman La habitación de Mariquita Sánchez de Thompson revive con su lujo y sus detalles
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La pesadez de la caoba y la liviandad de la pluma
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Las piezas de porcelana evocan épocas perdidas

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