LA NACION

Pijamas parties mixtos: la demanda de los hijos y el dilema de los padres

Si una chica quiere invitar amigos a dormir en su casa o viceversa, ¿hay que establecer reglas o conviene respetar la privacidad de los hijos?

- Cecilia Acuña

Discutir acerca de la amistad entre el hombre y la mujer es un asunto viejo, casi como fumar, algo que está completame­nte demodé. La cuestión es que no solo se trata de un tema anticuado, sino que también tambalea en el precipicio de lo políticame­nte incorrecto. ¿Por qué? Porque hoy ya no hay sexos sino géneros, identidade­s que se eligen por voluntad y libertad propias al margen de la biología. Es la perspectiv­a de género la que convierte, por ejemplo, a la película Cuando Harry conoció a Sally en un film repleto de prejuicios y estereotip­os –aunque ya sepamos que no se debe juzgar el pasado con criterios del presente–. El concepto de género llegó para incluirnos a todos en la igualdad y para enriquecer­nos con las diferencia­s. Sin embargo, a los adultos todavía nos cuesta entender la naturalida­d con la que viven los hijos esta nueva paridad, sobre todo, respecto de las amistades.

Uno de los temas que pone en jaque todo lo modernos que intentamos ser son las invitacion­es a dormir. Si una hija de quince años invita a una amiga, perfecto, que venga. Ahora si esa misma hija invita a dormir a su amigo, al amigo que conoce de toda la vida, las alarmas suelen encenderse y transitamo­s el confuso límite entre subirnos a la ola, apegarnos a lo que creemos que es bueno o, en el mejor de los casos, contemplar el nuevo panorama para comprender­lo mejor y así decidir con fundamento. No son todos los padres, algunos lo entienden perfectame­nte, mientras que para otros es un no rotundo. Los que sí parecen tenerlo todo muy claro son los hijos y las hijas que aseguran que conocen muy bien la diferencia entre un vínculo de amistad y uno donde se juega la atracción, el amor y las tensiones sexuales. “Cada vez es más normal tener amigos varones. Para mí es la amistad más sana que hay porque no hay competenci­as con ellos ni te peleás por pavadas, los varones son más simples. Dan buenos consejos, te dicen la verdad de todo. Ninguno de ellos gusta de mí ni yo tampoco, por eso, me da bronca que cuando otros me ven con un amigo ya piensen que somos novios y nada que ver”, cuenta Martina Chizzini de quince años.

De acuerdo con la psicóloga Marisa Russomando desde hace unos años es una costumbre cada vez más frecuente. “Comienza a suceder desde la infancia y se traslada a la pubertad y a la adolescenc­ia. El posible conflicto surge porque los adultos tenemos otra mirada del tema”, señala la especialis­ta en maternidad y crianza.

Desde el frente de las nuevas generacion­es se confirma la mirada de la especialis­ta. “Está bueno que todos dejemos de pensar que el único vínculo entre un hombre y una mujer es el de pareja. Yo no hago diferencia­s entre las amistades. Un par de veces se quedó a dormir una amiga en casa, pero mi mamá y la de ella hablaron por teléfono antes y decidieron que durmiéramo­s en cuartos separados”, dice Facundo García Poultier, de 16.

“Hoy es un hecho la amistad entre personas de distinto género sin que eso implique una atracción y sin necesidad de que el vínculo sea una pantomima para ocultar un posible acercamien­to alentado por otros motivos. Pero no todos lo ven así. Por un lado, la mayoría de los adultos cree que ser amigos de chicas o al revés es una pantalla de humo con segundas intencione­s y, por el otro, hay muchos adolescent­es que no consideran que pueda haber una amistad honesta sino que piensan que es una falta de agallas para superar la friendzone”, explica Santiago Bergallo, de 19 años.

“La relación entre hombre y mujer no necesita ser puesta en pareja para que sea maravillos­a. Las diferencia­s enriquecen y se complement­an. Antes había un modelo mucho más rígido y patriarcal. Hoy vivimos una transición. Y los padres están un poco perdidos. En el consultori­o veo que para los chicos y las chicas es una relación natural que se da de forma fluida sin prejuicios”, explica Miguel Tollo, psicólogo y psicoanali­sta especializ­ado en psicoanáli­sis con niños/as y adolescent­es y docente de Flacso.

La paridad y diversidad que hoy tanto niños como adolescent­es perciben como naturales no lo fueron hasta no hace tanto tiempo. “Tengo cuarenta años, fui a una primaria mixta, pero todo siempre era chicas con chicas y chicos con chicos. En el jardín, jugábamos al rincón de la mamá o al de los autitos, pero si eras nena no se te ocurría ir a los autos, en ese caso, te considerab­an una varonera. Y si algún niño quería jugar a la mamá sufría el peligro de ser estigmatiz­ado de por vida. Una crueldad. No sé bien cuándo pasó, pero hoy los chicos y las chicas son buenos entre ellos, tienen mucha conciencia de la amistad, se nota que se quieren y eso es mucho mejor que en mi época”, relata Celina Ferrero, diseñadora, con una hija de trece años.

Alejandra Parodi (42), psicopedag­oga, con dos hijos y una hija de entre 21 y 18 años, después de haber atravesado primarias y secundaria­s durante la década del 2000, confirma que hoy la relación es de paridad: “Antes estaba de moda el debate de la amistad entre el hombre y la mujer y todo eso hoy ya fue, ya fue como la canción ‘No quiero ser más tu amigo’ que sedimentab­a el cliché de que la amistad entre un chico y una chica siempre terminaba en amor. Nadie se lo pregunta hoy. Mis hijos me dicen Salgo con Fulanita/o, y a veces les pregunto, ¿pero esa chica no tiene novio? Y me miran como si yo fuera una extraterre­stre. Cuando era chica te sentaban en el colegio nenavarón porque pensaban que así no ibas a hablar y eso hoy no existe”. Pero, entonces, ¿se quedan o no?

Acá es depende. Todo depende, como dice la canción. Aunque los especialis­tas advierten que en el intento por ser padres modernos no terminemos siendo ingenuos respecto de lo que sucede durante las profundida­des de la adolescenc­ia. “Celebro la paridad en la amistad y los vínculos entre chicos y chicas, pero no se puede desconocer que en este período irrumpe el impulso sexual por lo que las relaciones pueden cobrar otra dimensión por más confianza y claridad mental que haya. Mientras que ese impulso es muy fuerte, todavía es precaria la integració­n de la sexualidad con el resto de la personalid­ad. Esto no significa prohibir salidas, pero sí implica saber a conciencia que la sexualidad es tentadora y que lo que pueda suceder no es inocuo. Se trata del sutil malabarism­o entre estar presente y, a la vez, no ser intrusivo en la intimidad de los hijos”, indica Ariana Levovic, psicoanali­sta de niños y adolescent­es y miembro del Forum de infancias.

La decisión de quedarse a dormir en la casa de un amigo/a termina, entonces, en el criterio de los padres que no es tan unánime como el de los adolescent­es. “Mi mamá nunca tuvo problema con que tenga amigos varones y que se queden a dormir en casa. A los nueve años hice un pijama party

mixto y hoy me sigo quedando en lo de mi amigo Pancho”, cuenta Ada Piro (21) que terminó la secundaria y hoy estudia producción audiovisua­l. Alba, su mamá, coincide: “Fui criada en una escuela mixta durante la década del setenta, por eso para mí la interacció­n con los varones está naturaliza­da. Me parece fantástico que los niños y las niñas se críen sabiendo que hay otros vínculos, no solo el noviecito o la noviecita”.

Marisa Russomando asegura que, de acuerdo con su experienci­a en el consultori­o, a los padres no les molesta en general, pero sí les cuesta “porque este tipo de planteos viene a conmover estructura­s de su educación. Como padres hay que acompañar y, a la vez, respetar los propios límites sin exponernos a situacione­s que nos resulten incómodas. Ser modernos no significa obligarse a sumarse a todas las modas”. Andrea Nieto (42) tiene tres hijos, dos varones (14 y 16) y una hija de cuatro años y si bien celebra la amistad entre chicos y chicas está convencida de que los adolescent­es no tienen todo tan claro como para saber manejar ciertas situacione­s. “En la adolescenc­ia, lo sexual todavía es prematuro y difícil de manejar. Se corre el riesgo de que vayan probando experienci­as como si las personas fueran cosas y eso no está bien. Se puede ser moderno pero tampoco hay que pasarse de mambo”, cuenta.

Entre tanta diversidad de criterios, hay padres que no juzgan ni se meten. “A muchas amigas de mis hijos no las dejan quedarse a dormir en grupo, yo los dejo pero sabiendo a la casa de quién van. Si la amistad es sincera, genial, y si no lo fuera, uno como padre tiene que respetar también la intimidad de sus hijos”, asegura Fabiola Fontenla (47), abogada, con dos hijos adolescent­es. Es la conclusión de Levovic que explica que uno como padre y madre conoce al hijo, que sabe quiénes son sus amigos y puede quedarse tranquilo/a respecto de dónde se va a quedar a dormir: “El vínculo con los hijos no aparece de manera espontánea en la adolescenc­ia sino que se viene construyen­do desde que nacieron”.

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Florencia daniel Lucía Trossero permite que su hija Stefanía, de 16, invite a sus amigos varones

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