LA NACION

una catástrofe. Carlos “Tito” Ávalos. “En la Argentina de hoy, los que más oportunida­des tienen son las pymes y los emprendedo­res, el branding los puede potenciar”

Fue consultor de varias empresas públicas y privadas y hoy está al frente de una de las agencias líderes en branding del país; además, acaba de publicar su libro Lealtad a la marca en el que explica cómo convertir a los clientes en fanáticos

- Texto Daniel Gigena | Foto Silvana Colombo

Carlos Ávalos, “Tito”, nació en Buenos Aires en 1950, pero gran parte de su formación profesiona­l se desarrolló en Atlanta. De regreso al país, trabajó como consultor de varias empresas públicas y privadas, como Coca-Cola, Unilever, Visa, Banco Provincia y el PAMI durante la gestión de Carlos Regazzoni. Es uno de los socios de La Cocina. Estrategia y Creativida­d, una de las agencias de branding líder en el país. También es profesor de la Escuela de Posgrados de Comunicaci­ón de la Universida­d Austral de Buenos Aires y responsabl­e de la diplomatur­a de esa casa de estudios. “El docente ya no puede ser considerad­o un oráculo –dice Ávalos−. Se asemeja más a un curador o a un guía de expedicion­es”.

En su segundo libro, Lealtad a la marca. Cómo convertir a sus clientes en fanáticos (Paidós), acerca un método novedoso para organizaci­ones y emprendedo­res con el fin de incrementa­r los niveles de satisfacci­ón de los clientes. Mediante la narración de historias, el juego y el compromiso emocional, gestionar una marca puede convertirs­e en una aventura. –¿Cómo ideó el método que presenta en el libro? –Cuando estaba indagando la cuestión del link psicológic­o de la marca, alguien me apareció con un tema de gamificati­on, que es la ludificaci­ón de un tema. Es una definición que se usa mucho en el mundo del marketing, como los puntos que uno suma por cargar combustibl­e o consumir. Pensé entonces que la ludificaci­ón sin sentido es un entretenim­iento que no construye valor de marca. ¿Cómo sería una ludificaci­ón con sentido? Ahí me di cuenta de que tenía tres cosas que si las ataba a lo mejor se armaba un modelo. –Es un modelo que une la narración, el juego y la dimensión psicológic­a de los clientes. –El tema es si funciona o no. Hace dos años empecé a probarlos con algunos clientes y me empecé a dar cuenta de que cualquiera lo puede usar porque, en definitiva, se trata de empezar a mirar todos esos puntos de contacto y tratar de que se una la historia con la dimensión psicológic­a y las cuestiones de juego. El objetivo final es generar una buena experienci­a. Las marcas son activos absolutame­nte intangible­s. Todo está en la mente del usuario, pero eso no quiere decir que no puedas apoyarlo con hechos concretos. Una marca que brinda una buena experienci­a genera que los clientes quieran volanécdot­a: ver a revivir esa misma experienci­a, comprando más asiduament­e o utilizando un servicio. Es el mundo que la marca te ofrece. –¿La marca crea un mundo? –Las marcas crean mundos de referencia. Como Disney, que te rodea con los personajes, las historias, la vestimenta, la parafernal­ia que te vende. Vas a Disney World y te encontrás con una realidad que se vuelve presencial y te envuelve. Es lo que en videojuego­s se llama el ambiente inmersivo. Si es posible o no crearlo, depende de los recursos y de la vocación de la organizaci­ón. El otro día entré en un local de Rapsodia y es fascinante porque el mundo Rapsodia con esa cosa medio de la India te lleva a un lugar distinto. Y te pone en contacto con la marca. –¿Es necesario crear una marca que genere identidad? –Claro. Porque la marca se junta con la gente a través de los puntos de contacto. Por ejemplo, una editorial. Se junta con la gente a través de los stands o mesas que pone en Yenny, en El Ateneo u otra librería. Pero después tiene la página web. Y después tiene las oficinas y la gente accede a las oficinas. A lo mejor son dos o tres puntos más de contacto. Cada uno de esos puntos de contacto es un punto de reunión. Debiera tomarse como un punto de reunión entre la marca y el público. Y si vos tenés en claro para qué está tu marca, cuál es el propósito, hacés de ese punto de reunión un punto de encuentro entre la marca y el otro. Y es ese el momento en donde la marca se debería largar a conversar. En esa conversaci­ón la marca comparte la ideología, sus fantasías, el propósito. Te voy a contar una un día estábamos con unos empresario­s. Fuimos a la sala de reuniones. Eran argentinos y querían competir con estadounid­enses. No te puedo explicar lo que era la sala de reuniones: tenía una estatuita de Roca en la Campaña del Desierto; la mesa era una antigua de abogados de los años 40. “Si tu cliente viene acá, ve esta mesa, ¿qué piensa de vos? ¿Qué tecnología tenés? Cero. Andá, gastate una fortuna pero diseñá tres puntos de contacto: vos, la recepción y la sala de reuniones”, les dije. Las organizaci­ones no entienden que todos son embajadore­s de marca. –¿A veces no se deposita mucha responsabi­lidad en la parte más débil de la cadena? – Sí. Te voy a poner el caso de Axion. Si el playero de Axion trata mal a una señora que carga nafta, ¿ella vuelve o no? Los playeros de Axion tienen un programa de capacitaci­ón muy fuerte para poder dar el mejor servicio que puedan, dentro de lo humanament­e factible. Ese tipo es la marca. En ese momento, él es la marca. Es como la telefonist­a de Telecom que te atiende por un reclamo. Para mí ella es la marca. No tengo ningún otro nexo. A las organizaci­ones les cuesta una fortuna llegar a ver eso, desde lo intelectua­l lo entienden pero desde lo logístico es muy difícil. –¿Por qué? –Porque la capacitaci­ón que tienen que llevar adelante es cara. Tienen que invertir para que el tipo de la cadena de abajo entienda que él es la marca y que, muchas veces, el destino de esa compra, en ese momento, depende de él… ¿Cómo hacés? Hay gente tan dispar en las capacidade­s. Por eso las organizaci­ones en algún momento tienen que empezar a vender hacia adentro lo que es la marca. La marca primero se vende adentro y después afuera. –¿En qué se diferencia el branding del marketing? – El marketing empezó a pensar en la demanda. Eso está bien. Porque si no lo hacés, te fundís. Pero el branding piensa la marca desde adentro. De adentro para afuera: quién sos, en qué creés, qué pensás, en qué estás dispuesto a compromete­rte para luego salir a decirle al otro para qué estás. Primero tenés que entenderlo vos. Eso es branding orgánico. Pero es orgánico en el sentido de que empieza de adentro para luego salir. Por eso la gente habla tanto de marcas como Apple, Patagonia, Harley, Red Bull. Lo que pasa es que los fundadores la tienen clara. Steve Jobs se la jugaba todos los días. – Ahora que las empresas están como desencarna­das, ¿no aumenta el desapego de los clientes? – Influye un montón, pero la verdad es que siempre hay un director. Mirá lo que pasa con las empresas tecnológic­as en Estados Unidos: muchos de los CEO están saliendo a poner la cara. Jeff Bezos en Amazon; Satya Nadella en Microsoft. ¿Y por qué pasa eso? Porque la gente tiene ganas de ver a alguien comprometi­do detrás de las cosas que vende. El problema es cuando hay solamente una cuestión de guita. –¿Cuál es el lado oscuro de las marcas? –Yo tengo mucho respeto por las grandes empresas porque, en el fondo, tienen mucho en juego y los líderes, por lo general, no lo son por casualidad ni porque hagan trampa. No pueden hacer mucha trampa. Están vigilados de cerca. –British Petroleum arruinó naciones enteras. –Bueno, sí, pero a BP no le tendría que haber pasado eso. BP era, probableme­nte, la compañía a la que no le podía haber pasado porque tiene el desarrollo tecnológic­o más sofisticad­o del mercado. Fue un accidente, – Una sucesión de catástrofe­s. –Sí, fue una sucesión de malas decisiones y encima el CEO parece que no estaba contactabl­e. Un chiste. Para la marca, yo empleo dos metáforas. Vos podés usar la marca como un puente, donde te contactás con tu público y establecés una relación. Y es una relación virtuosa entre dos partes, donde yo escucho y él me escucha. Y me comprometo. Y trato de seducirlo, de hacer lo mejor que pueda para mis principios. Y después tenés la marca como trinchera, en la que vos te escondés detrás de la marca para hacer las cosas que querés hacer y disimularl­as con comunicaci­ón. Decís una cosa y no cumplís. Se utiliza la comunicaci­ón como una especie de barrera, una muralla. –¿En la Argentina hay mucho por desarrolla­r en ese sentido? – Un montón. ¿Y sabés quiénes son los que más oportunida­des tienen acá? Son las pymes y los emprendedo­res. Porque en la Argentina las grandes empresas nacionales tuvieron un éxodo. Pero creo que a los emprendedo­res y a las pymes el tema del branding los puede potenciar. Cuando vos ponés toda tu fuerza en dos o tres ejes, y si son buenos, y si son ejes que te dan un filo competitiv­o, inmediatam­ente lográs buenos resultados.

Las marcas crean mundos de referencia, lo que se llama un ambiente inmersivo Las organizaci­ones tienen que empezar a vender hacia adentro lo que son La gente tiene ganas de ver a alguien comprometi­do detrás de lo que vende Cuando vos ponés toda tu fuerza en dos o tres ejes lográs buenos resultados

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