el compromiso con la naturaleza
Cada vez más la presión inmobiliaria avanza sobre los entornos naturales. A diario escuchamos sobre problemas y conflictos respecto al uso de la tierra. Barrios privados que se construyen sobre humedales, edificios que se levantan sobre sitios que podrían ser espacios verdes y una larga lista de etcétera. Este es un problema que no sólo afecta a la Argentina.
Desde hace muchos años, las organizaciones de conservación de la naturaleza venimos pensando cómo hacer para que los desarrollos se adapten a la naturaleza y no al revés, que es lo que suele suceder. Hoy la arquitectura y el urbanismo avanzaron mucho en ese sentido, existen los techos y las paredes verdes, se ha revalorizado a la flora nativa; sin embargo, la naturaleza sigue llevando las de perder. Tal vez llegó la hora de que esta comience a ser el diferencial. ¿Por qué un monte, una arboleda o un pantano son un problema para el desarrollo inmobiliario y no un valor? Lo dicen muchos especialistas: el contacto con la naturaleza evita el stress y genera una vida más sana. Y la naturaleza no es solo un pasto verde prolijamente cortado: son también las mariposas, las aves, las lagartijas, las abejas, los zorros, los pastizales naturales y los árboles con espinas. El área metropolitana de Buenos Aires está lejos de los 9 m2 de espacios verdes por habitante recomendados por la Organización Mundial de la Salud. Allí también los urbanistas pueden ayudar a hacer ciudades más saludables. Necesitamos cada vez más una generación de desarrolladores, ingenieros, arquitectos, constructores y paisajistas verdaderamente comprometidos con la naturaleza. No hay desarrollo posible si no es con el cuidado ambiental como eje. El otro camino implica inundaciones, desertificaciones, falta de polinizadores y muchos problemas más que incluso generan mayores costos y problemas económicos y sociales. Aún estamos a tiempo, queda todavía mucha naturaleza por conservar.