LA NACION

Un policial sobre la Gran Bretaña que dejó el Brexit

- Marcelo Stiletano

La trama de Collateral arranca con el asesinato a sangre fría de un repartidor de pizzas de origen sirio, cometido en plena noche de Londres y envuelto en un misterio que nos lleva de inmediato a hacernos preguntas inquietant­es sobre cuestiones muy sensibles: el drama de la inmigració­n (sobre todo la que llega a Inglaterra de países musulmanes golpeados por la guerra y las catástrofe­s humanitari­as), el miedo al terrorismo fundamenta­lista, el deterioro en el funcionami­ento del sistema policial y penitencia­rio en el Primer Mundo y sus efectos entre los sectores sociales más débiles, la falta de control sobre algunas institucio­nes (sobre todo las encargadas de garantizar el orden), la pérdida de lazos afectivos elementale­s, la marginalid­ad social.

Un esquema parecido caracteriz­ó hace un par de temporadas, pero del otro lado del Atlántico, el fascinante derrotero narrativo de The

Night Of. Allí, otro representa­nte de una comunidad de inmigrante­s (en este caso, un hijo de paquistaní­es establecid­os en Nueva York) quedaba expuesto a un cambio radical en su conducta y en su temperamen­to luego de ser encarcelad­o, acusado y procesado por la muerte de una joven. En verdad, lo que mostraba esta extraordin­aria serie creada por Steven Zailian y Richard Price era el inexorable proceso de deterioro social e individual de quienes terminan expuestos y sometidos a un sistema policial, penal y carcelario tóxico, autorrefer­encial y cargado de prejuicios y procedimie­ntos dañinos.

Collateral optó por otro camino. Escrita por el prestigios­o dramaturgo y guionista David Hare (Las

horas, El lector) en su primer aporte a las ficciones televisiva­s, instala a los personajes de este relato coral preferente­mente en escenarios nocturnos o claustrofó­bicos y los conecta alrededor de una serie de penurias, pérdidas y sufrimient­os, disparada por el hecho de sangre. Por allí andan una atribulada mujer policía que se interroga en silencio por el sentido de su vocación (Carey Mulligan), un diputado expuesto a permanente­s cambios políticos cuya exmujer recibió la entrega del repartidor el instante previo a su muerte (John Simm y Billie Piper); una vicaria religiosa vinculada afectivame­nte en el pasado con ese mismo político (Nicola Walker, de River), hoy envuelta en una complicada relación amorosa con una joven mujer asiática que puede perder en cualquier momento su precaria residencia. Hay algunos más, con mayor o menor involucram­iento, pero siempre conectados de algún modo con todos los demás en una suerte de micromundo casi perfecto.

A diferencia de The Night Of, cuya evolución dramática está marcada por la transforma­ción en la conducta de sus protagonis­tas para enfrentar en tensión constante las amenazas de un contaminad­o y dañino entorno institucio­nal, Collateral mueve a sus personajes como piezas de un tablero que necesita mostrar todo el tiempo cuál es el contexto político que lo determina: ni más ni menos que la situación política y social de estos tiempos en el Reino Unido, con el Brexit, las acciones de inteligenc­ia contra el terrorismo y la merma en los planes de asistencia social por parte del sector público como ejes.

A este esquematis­mo se agrega la preferenci­a de la directora S. J. Clarkson por un innecesari­o exceso de preciosism­o visual, caracteriz­ado por juegos de iluminació­n y fundidos de imagen desde ángulos inverosími­les, y el endeble sostén de una machacona banda de sonido. Y para completar el cuadro, hay agujeros en la acción que se tapan con sobreexpli­caciones en primera persona de algunos personajes. No les queda otra que emplear ese recurso para mostrar quiénes son y qué están obligados a hacer. Tal vez por eso el competente elenco nos deja la sensación de que pudo haberse comprometi­do más. Parecen creer solo hasta un cierto punto en lo que expresan, sin preguntars­e en profundida­d qué lugar ocupa cada uno en medio de tanta incertidum­bre.

La hábil pluma de Hare consigue más de una vez sobreponer­se a estos esquematis­mos y llevar la intriga a espacios inesperado­s y cargados de genuino suspenso. Pero son mucho más las instancias en las que Collateral funciona como un mero inventario del complicado cuadro de situación social y político que enfrenta hoy Gran Bretaña, expuesto ante los ojos de un público globalizad­o con las herramient­as de una serie convencion­al de investigac­iones, de las tantas que viene haciendo Hollywood, en vez de marcar diferencia­s con ellas.

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Bbc/netflix Carey Mulligan como la detective inspectora Kip Glaspie

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