LA NACION

un campo tonificado a pesar de la sequía.

La experienci­a enseña que el resultado de las actividade­s agropecuar­ias no debe medirse por las bondades o los infortunio­s de un año

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La experienci­a enseña que las actividade­s agropecuar­ias no deben medirse por las bondades o los infortunio­s de un año.

La expectante multitud que recorrió el predio de la 12ª edición de Expoagro en San Nicolás, ávida por notificars­e de las nuevas tecnología­s aplicadas a los cultivos y a la maquinaria agrícola, contrastó su ánimo con el que produce el pavoroso estado de la soja y los maíces en los campos aledaños a la ruta 9, principal vía de acceso a esa localidad del norte bonaerense. La muestra se clausuró anoche, después de cinco jornadas, en medio de nuevas constataci­ones de la pujanza inveterada de los productore­s agropecuar­ios, que no declina ni ante el más adverso de los contextos climáticos modernos que se recuerden de un verano en amplias zonas de la Argentina.

Se sabe que Expoagro es uno de los mayores acontecimi­entos mundiales en su tipo y eso explica la cantidad de visitantes extranjero­s que concurrier­on para conocer y realizar negocios que confieren vitalidad a las cuentas del país, en las que habrá este año una merma de miles de millones de dólares por la severa sequía. A la gente que viene de ordinario desde el extranjero a esta muestra se sumaron más de 70 funcionari­os con responsabi­lidades en materia agrícola ganadera y ambiental del G-20, cuyos jefes de Estado se reunirán en 2018 en la Argentina, bajo la presidenci­a del ingeniero Mauricio Macri.

Con 202.000 metros cuadrados dispuestos para servir a 415 expositore­s, esta edición de Expoagro ha sido la mayor que nunca se hubiera realizado y la primera con avenidas y calles pavimentad­as y estructura­s de carácter permanente según lo convenido por 15 años con el municipio de San Nicolás. Desde pulverizad­oras con estaciones meteorológ­icas que informan en tiempo real sobre la calidad y exactitud de las aplicacion­es, con el objetivo de que se cumplan las más exigentes normas de protección ambiental; desde la presentaci­ón en estado experiment­al de semillas mejoradas no por vías transgénic­as, sino por modificaci­ones de su propia estructura molecular, hasta las últimas novedades en maquinaria­s agrícolas robotizada­s, el campo se mostró aquí en la plenitud de su potencial vanguardis­ta. La gobernador­a María Eugenia Vidal y el presidente Macri calificaro­n al campo de “motor del cambio en la Argentina”, y reafirmaro­n a sus actores: “No están solos”.

Hubo, entre otros, anuncios sobre la disposició­n de los bancos oficiales a tratar las deudas de los productore­s y empresas agropecuar­ias afectados por la sequía con prórrogas automática­s de los pagos y financiami­entos especiales. Pero ningún anticipo arrancó de los concurrent­es a la exposición más aplausos que el del ministro de Agroindust­ria, Luis Etcheveher­e, cuando hizo saber que se derogaban no menos de cuatro registros en cumplimien­to de cuyas obligacion­es se perdían periódicam­ente horas y horas de trámites burocrátic­os superpuest­os y, en definitiva, inútiles. Desarmar la máquina del Estado de impedir el trabajo de quienes quieren trabajar, desarticul­ar una por una las piezas de retorcidas reglamenta­ciones por las que se trababa la eficiencia de la producción, se incentivab­a la corrupción y se colocaba a los agentes de la vida agropecuar­ia en situación de recibir sanciones por un mero error en el llenado de planillas fue el testimonio aquí más rotundo de que se puede creer en la voluntad de cambio que se proclama desde el Gobierno. Los cambios más celebrados son a veces los menos onerosos.

El Presidente inauguró oficialmen­te la exposición después de que, la noche anterior, en la comida de los expositore­s, la gobernador­a Vidal puso de manifiesto sus habilidade­s para conectarse con las audiencias: apelación a datos duros sobre qué hace el gobierno, revestidos de la emoción suficiente para conquistar a quienes escuchan, y también para eso, encarnando en una mujer o en un hombre del común el ejemplo de que hay una Argentina dispuesta a la solidarida­d y al perfeccion­amiento personal al margen de la otra Argentina: la de quienes bajan los brazos y esperan todo de los demás, especialme­nte del Estado. En esa situación de tener que hablar a los productore­s a renglón seguido de la figura que suscita ante terceros la mayor atención dentro del elenco oficial de gobierno, el Presidente respondió bien. Se lo observó con mejor humor, con más calma interior y aptitud más convincent­e para transmitir ideas que en otros momentos de sus dos años de gestión presidenci­al.

La cosecha gruesa de la campaña 2017/18 ha comenzado. Dentro de las pérdidas generaliza­das que se producirán ya pueden estimarse, con todo, algunas conclusion­es. El maíz sembrado en tiempo convencion­al, entre mediados de septiembre y principios de octubre, tendrá resultados aceptables, pues arrancó con importante­s reservas de aguas y recibió lluvias hasta principios de enero. Los maíces tardíos o de segunda, mal, igual que la soja de segunda, la que se siembra sobre rastrojos de trigo u otros cultivos. En cambio, la soja de primera logrará en general salvar gastos y dejar alguna ganancia a los productore­s que trabajan en campos propios. La gran incógnita es cómo saldrán de esta campaña quienes han hecho esas mismas tareas en campos alquilados, que representa­n más del 50 por ciento de las tierras bajo regímenes de cultivo. Por lo demás, en dos o tres meses se conocerán con exactitud las dificultad­es que afrontarán, por falta de pastos, los campos ganaderos. Comienza a observarse, como anticipo de ese cuadro, alguna sobreofert­a en la venta de animales.

Esta versión de Expoagro ha vuelto a constituir­se en una síntesis del nivel tecnológic­o del campo argentino y en ámbito comercial que llama la atención de los extranjero­s por la cantidad de negocios que se cierran allí mismo. Si de algo se habló aquí es de que por su propio carácter el resultado de las actividade­s agropecuar­ias no debe medirse por las bondades o infortunio­s de un año, sino por los promedios obtenidos en las tres o cinco últimas campañas. Así lo enseña desde siempre la experienci­a.

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