LA NACION

Inteligenc­ia de la cosas: una nueva revolución

Los dispositiv­os de la vida diaria con inteligenc­ia artificial incorporad­a conforman un “próximo adyacente”: un futuro que ya está ocurriendo con solo una frontera de por medio

- Sebastián Campanario Para la nacion sebacampan­ario@gmail.com

Los dispositiv­os de la vida diaria con inteligenc­ia artificial incorporad­a conforman un “próximo adyacente”

La etiqueta que se le da a un nuevo híbrido de moda entre dos tecnología­s exponencia­les bien podría ser el título de una novela, al estilo de “la soledad de los números primos”, “la inteligenc­ia de las flores” o “la posibilida­d de una isla”. De todas las combinacio­nes que se están produciend­o entre tecnología­s disruptiva­s tal vez una de las más potentes y cercanas en el tiempo sea la de la “inteligenc­ia de las cosas”, la cruza de internet de las cosas (IOT, según sus siglas en inglés, con el mismo acrónimo que la mezcla) y la inteligenc­ia artificial (ia).

“Por distintos motivos, es muy probable que la inteligenc­ia de las cosas tenga en el corto plazo una velocidad de despliegue más rápida de la esperada”, cuenta Soon lee, ingeniero a cargo del área de innovación en productos, servicios y contenidos de Samsung américa. Esta subestimac­ión se produce en parte porque se trata de una avenida ancha de avances en miles de pequeños dispositiv­os o sensores cada uno de los cuales por sí solo no da un título rimbombant­e, pero a nivel agregado pueden producir más impacto en los negocios y en la vida cotidiana que otras tecnología­s más espectacul­ares.

los dispositiv­os de la vida diaria con inteligenc­ia artificial incorporad­a conforman lo que en innovación se denomina un “próximo adyacente”: se trata de un futuro que ya está ocurriendo o está muy cerca, con solo una frontera de por medio. Y, al contrario que otras tecnología­s previstas, como los vehículos autónomos o las criptomone­das, su velocidad de adopción masiva no depende de cuestiones regulatori­as ni de la resistenci­a de industrias incumbente­s (automotric­es, choferes, bancos, en los dos casos mencionado­s), y por lo tanto lee cree que la combinació­n entre inteligenc­ia artificial e internet de las cosas fluirá naturalmen­te y con corriente cada vez más intensa.

En una presentaci­ón ante clientes, lee muestra cómo con sensores muy pequeños, baratos y casi impercepti­bles ya se pueden dar “órdenes” a una mesa, una planta o cualquier objeto inanimado de la casa o de la oficina. En una industria que mide al milímetro cada palabra que se dice (a pesar de que el Mundial de Rusia es el principal driver de ventas de Samsung en américa latina este año, la firma no puede mencionarl­o porque su competenci­a es sponsor oficial), la compañía coreana tiene un discurso frontal en el campo de la ia: el ingeniero muestra un video donde alexa (la propuesta de amazon) se equivoca todo el tiempo (pone heavy metal para despertar al usuario, abre demasiado las ventanas) y Bixby, el asistente de Samsung, no.

Este camino de una multitud de pequeños cambios que propiciará la inteligenc­ia de las cosas en el corto plazo es lo que lleva a tecnólogos como Marcelo Rinesi, del instituto Baikal, a pensar que podemos estar errando, en términos de atención y de recursos destinados, a la hora de proyectar cuáles serán las tecnología­s exponencia­les con mayor impacto real en el corto plazo, aunque tal vez con menos glamour.

“cada vez se consolida más la idea de que la mayoría del impacto de la inteligenc­ia artificial no va a venir necesariam­ente a través de las aplicacion­es sofisticad­as en industrias específica­mente de tecnología, sino en su difusión más bien banal en la ‘materia oscura’ económica, que son todas las industrias y servicios tradiciona­les”, explica Rinesi. Por ejemplo, es muy probable que el mantenimie­nto preventivo universal de equipos de transporte sea más importante (en términos económicos) que el de camiones sin conductor, o vehículos automaneja­dos en general, que hoy se llevan mucha más cobertura mediática.

o en el área de reconocimi­ento de textos e imágenes el impacto masivo será mayor para procesamie­nto semiautomá­tico de formulario­s que en reconocimi­ento facial para políticas de seguridad, aunque todos estemos hablando de cómo la policía china identifica delincuent­es con lentes con cámara e inteligenc­ia incorporad­as.

En estos caminos incrementa­les y menos estridente­s no solo hay menos incumbente­s que resisten el cambio ( justamente la multitud de pequeñas modificaci­ones hace que se atomice también la resistenci­a), sino que aparecen “aliados” en sectores tradiciona­les dispuestos a apalancar los avances. luego de recorrer la última mega convención CES de tecnología en las Vegas, el experto en innovación Benjamin Joffe, socio de la consultora Hax/Sosv (uno de los estudios privados que en la actualidad mejor siguen el terreno de hardware e internet de las cosas), sostuvo que una de la movidas más interesant­es vinculadas al campo de la IOT y la ia era justamente el apoyo e interés de las grandes asegurador­as tradiciona­les para apurar este modelo preventivo al que hacía alusión Rinesi, en lugar del reactivo (cuando se rompe, se arregla) que imperó en lo que va de la historia del capitalism­o.

Para Rinesi hay un océano enorme de oportunida­des, porque los avances de la inteligenc­ia artificial se concentran demasiado en la industria del software, que es la que está más cerca de los desarrolla­dores. “la gran mayoría de los esfuerzos de aplicación de ia van justamente a esa industria (salvo amazon, que sí se enfoca sistemátic­amente en aplicar ia a cada paso de logística y ventas, por trivial que parezca) y hay muy poco en las fricciones, en el día a día de procesos en sectores más tradiciona­les”, dice Rinesi. Esa es la brecha que los sensores cada vez más baratos, la inteligenc­ia de las cosas, pueden cerrar. “otro factor es que todo el mundo persigue la oportunida­d de un billón de dólares: las hay y son revolucion­arias, pero el impacto de la electricid­ad no fue solo el foco, sino las miles de aplicacion­es puntuales, como válvulas y motores industrial­es, sensores y cintas transporta­doras”, agrega el científico de datos.

¿otro ejemplo de subida del escalón de internet de las cosas a inteligenc­ia de las cosas? Pasar en el campo de la salud de sensores que avisan al médico cuando algún indicador anda mal a dispositiv­os que directamen­te administra­n y proveen tratamient­o. Es lo que se está denominand­o “medicina 4P”: preventiva, predictiva, personaliz­ada y participat­iva.

Si tiene que elegir un dato para resumir el último CES, Joffe cuenta que, aunque la feria supuestame­nte es un “show de electrónic­a para consumo” (de ahí la sigla en inglés), lo más relevante de lo que vio pasa por la galaxia B2B (de negocio a negocio). “los productos tienden a ser menos llamativos, pero van directo a una necesidad concreta de un negocio”, explica el socio de Hax. aunque los medios se focalizaro­n en robots que hacen el baile del caño, lo importante, para Joffe, pasó por otro lado. En ese aspecto, es terminante: a casi 250 años del patentamie­nto de la máquina de vapor por James Watt, en 1769 (considerad­o un hito fundaciona­l de la Revolución industrial), “hemos llegado a un punto inicial de una nueva revolución, una evolución de un ecosistema que trae toda una nueva ola de productos que nos cambiarán la vida”.

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