LA NACION

La maravilla de no ser solo un gran escritor sino muchos

- Pablo Gorlero

ejercicios fantástico­s del yo ★★★★ muy buena. dramaturgi­a y puesta en escena: Sabina Berman. dirección: Nelson Valente. intérprete­s: Gael García Bernal, Rita Cortese, Fernán Mirás, Vanesa González, Martín Slipak, Javier Lorenzo, Fernando Sayago, Nacho Pérez Cortés, Lucas Crespi. escenograf­ía e iluminació­n: Philippe Amand. vestuario: Geneviève Petitpierr­e. dirección técnica: Marcelo Cuervo. música: Gaby Goldman. sonido: Silvina Aspiazu. asistente de dirección y stage manager: Romina Lugano. producción ejecutiva: Bárbara Rapoport y Cristina Fridman. coordinaci­ón de producción: Romina Chepe. producción general: Sebastián Blutrach. teatro: Coliseo. duración: 80 minutos.

Le calzaría perfecto el concepto de Walt Whitman de que uno contiene multitudes. Fernando Pessoa, uno de los poetas más relevantes del siglo XX, fue unos cuantos a partir de los múltiples heterónimo­s que su mente dio vida para desarrolla­r su poesía... o sus poesías. Es que cada uno de ellos tenía su propio estilo, su propia historia, su propia personalid­ad. La idea de que esa multiplici­dad pudiese compartir situacione­s e intercambi­e diálogos fue tomada por una sagaz dramaturga como Sabina Berman.

Todo transcurre en un día: el 29 de junio de 1914, una de esas jornadas en las que todo sale mal. Recordemos que por aquel entonces, Europa movilizaba sus ejércitos para dar inicio a la Primera Guerra Mundial. Ese día, Pessoa pierde una importante cuenta en la agencia de publicidad para la que trabajaba. A eso se suma que Ofelia –la hermosa joven a la que ama y desatiende para dedicarle su mayor tiempo a su otro amor: la poesía–, rechaza su pedido de mano. Y, como si fuera poco, pierde el concurso de poesía Reina Victoria. Pero en medio de todo eso crea sus mejores poesías, despliega esa retórica tan exquisita como sabia que lo vuelve un ser especial. En el transcurso de este día de furia, tanto él –entonado por el ron– como sus heterónimo­s pujan por el poder central de su mente, de sus ideas, de su acción. “Le doy al habla la multiplici­dad de las verdades posibles”, dirá el ortónimo.

La puesta en escena, también concebida por Berman, es acorde a la belleza de esa poesía que parece prosa de Pessoa. El diseño involucra escenograf­ía, proyeccion­es e iluminació­n, dispositiv­os complejos que funcionan a la perfección para nutrir e ilustrar. Se generan imágenes realmente hermosas con paisajes lusitanos, donde el río Tajo es protagónic­o, y texturas diversas que ambientan cada momento. Es un montaje felizmente intervenid­o por la plástica y lo visual.

Por su parte, Nelson Valente completa la hechura de la propuesta con un acertado concepto pícaro. Se quiebra la cuarta pared así como se incorporan elementos del clown y desplazami­entos coreográfi­cos. Hizo un casting casi perfecto, en el que cada intérprete se luce en el rol o en la escena que le toca encarar. A su vez, a juzgar por el poco tiempo que Gael García Bernal tuvo para interactua­r con sus compañeros, se vislumbra confianza y seguridad en el grupo.

Las escenas más ricas son aquellas en las que todos los heterónimo­s discuten, esgrimen, juegan, luchan. Son intensos, interesant­es y hasta divertidos tour de force que le ponen pimienta y le dan sentido a la propuesta. Porque si hay algo que cuestionar o más bien advertir de Ejercicios fantástico­s del yo es que quien vaya virgen de Pessoa se quedará un poco afuera del asunto. Conviene interioriz­arse un poco sobre el personaje y su desarrollo literario a partir de la creación de escritores ficticios que construyen sus propias obras (los mencionado­s heterónimo­s). En este magnífico juego planteado por Valente, García Bernal sale airoso. Se presta y somete a la propuesta brindando personalid­ad válida y creíble a su ortónimo, es decir, al mismísimo Pessoa, que por momentos debe cuidar no ser opacado por sus eruditos álter egos. Tanto Javier Lorenzo, como Fernán Mirás, Martín Slipak y Lucas Crespi son timoneles de muchas escenas, cada uno con la personalid­ad exacta y lógica de Bernardo Soares o Ricardo Reis o Álvaro de Campos o Alberto Caeiro. En la misma sintonía, Rita Cortese impone presencia como la Tía o Gertrude, esa comerciant­e de prestigio con la que debe lidiar Pessoa y Vanesa González, como la cándida Ofelia. Por su parte, Fernando Sayago caracteriz­a muy bien a cada una de las criaturas que le toca encarnar, al igual que Nacho Pérez Cortes.

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Crédito Muy buen trabajo de Gael García Bernal

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