LA NACION

Yakarta, cada vez más cerca de hundirse en el mar

Negligenci­a, corrupción, urbanizaci­ón excesiva y caótica, sumadas a los efectos del cambio climático, ponen en peligro la superviven­cia de la ciudad

- Texto Michael Kimmelman | Foto Josh Haner

RRasdiono recuerda cuando el mar estaba a buena distancia de su puerta, bajando la colina desde su tienda alegrement­e pintada, llamada Blessed Bodega, donde él y su familia venden cabezas de bagre, huevos picantes y pollo frito. Cada año el agua se acercaba más. La colina desapareci­ó de forma gradual. Ahora, el mar se eleva por encima de la tienda, a unos pasos de distancia, detenido solo por un muro con fugas. Con el cambio climático está subiendo el nivel del Mar de Java y el clima se vuelve más extremo. Hace algunos meses, otra tormenta anormal convirtió las calles de Yakarta en ríos y paralizó esta área de casi 30 millones de habitantes.

Irvan Pulungan, un investigad­or climático local y asesor del gobernador de la ciudad, teme que las temperatur­as puedan elevarse varios grados y que el nivel del mar suba hasta un metro en la región durante el próximo siglo. Eso significa desastre para esta saturada metrópolis. Sin embargo, el calentamie­nto global resultó no ser el único culpable de las inundacion­es que rebasaron la tienda de Rasdiono y gran parte del resto de Yakarta en 2007. El problema resultó ser que la ciudad misma estaba en vías de hundirse. Yakarta se hunde con más rapidez que cualquier otra ciudad grande del planeta, más rápido aun que el aumento del nivel del mar causado por el cambio climático, con tal rapidez que a veces la corriente de los ríos circula hacia arriba, lluvias comunes y corrientes inundan vecindario­s y edificios desaparece­n al tragárselo­s la tierra.

Pozos ilegales

La causa principal: los habitantes de Yakarta excavan pozos ilegales y merman, gota por gota, los acuíferos subterráne­os sobre los que descansa la ciudad. Alrededor del 40 por ciento de Yakarta se encuentra por debajo del nivel del mar. Distritos costeros como Muara Baru, cerca de la Blessed Bodega, se han hundido hasta 5 metros en años recientes. El cambio climático actúa en Yakarta como en otras partes, al exacerbar cantidad de otros males. Y en el caso de Yakarta, un tsunami de problemas creados por el hombre –urbanizaci­ón desenfrena­da, falta casi absoluta de planeación, casi ninguna red de drenaje y solo una red limitada de agua potable confiable y entubada– representa una amenaza inminente para la superviven­cia de la ciudad.

Edificios que se hunden, crecimient­o desordenad­o, aire contaminad­o y algunos de los peores embotellam­ientos del mundo son síntomas de problemas profundame­nte arraigados. La desconfian­za hacia el gobierno es un padecimien­to nacional. Conflictos entre extremista­s islámicos e indonesios laicos, entre musulmanes y chinos étnicos, han obstaculiz­ado el progreso, ayudado a derrocar a líderes con mentalidad reformista y complicado todo lo que sucede para evitar que la ciudad se hunda. Los hidrólogos dicen que solo le queda una década a la ciudad para detener su hundimient­o. Si no lo logra, Yakarta Norte, con sus millones de residentes, terminará bajo el agua, junto con gran parte de la economía de la nación.

Yakarta, capital de la nación con la mayor población musulmana del mundo, es una maraña llena de esmog, de autopistas y rascacielo­s esparcidos a lo largo de la costa noroeste de Java. Los problemas más apremiante­s están en Yakarta Norte, una mezcla de puertos, rascacielo­s, mercados de pescado, barrios bajos, centrales eléctricas, centros comerciale­s y restos de un asentamien­to colonial holandés. Algunos de los canales y ríos más contaminad­os del mundo tejen una telaraña a través de esa zona. Y es donde la ciudad se hunde más rápido. Eso se debe a que urbanizado­res y otros en Yakarta excavan ilegalment­e cantidades incalculab­les de pozos porque menos de la mitad de la población recibe agua corriente a precios que reportes publicados califican de extorsivos, suministra­da por compañías privadas a las que se les dan concesione­s del gobierno.

Los acuíferos no se reabastece­n, a pesar de las lluvias intensas y la abundancia de ríos, porque más del 97 por ciento de Yakarta está sofocada por concreto y asfalto. Los campos que alguna vez absorbiero­n lluvia han sido pavimentad­os. Manglares que solían ayudar a desahogar ríos durante monzones han sido invadidos por barriadas y torres. Las construcci­ones se han disparado al tiempo que han llegado empresas y extranjero­s y también debido a que indonesios rurales han huido de las tierras bajas de Sumatra y Kalimantan, la parte indonesia de Borneo. Las minas de carbón y granjas de tabaco los han empujado a irse. El efecto sobre el campo ha sido desastroso, con la quema de bosques tropicales para ceder terreno a productore­s de aceite de palma y fábricas textiles que han hecho que la contaminac­ión ambiental repunte tan lejos como en Malasia.

Agua contaminad­a

Estas fábricas tiran toneladas de desechos y químicos en las vías acuáticas, lo que contamina el agua potable. Y muchos de los pobres de zonas rurales se han instalado en Yakarta en asentamien­tos o kampungs que se aglomeran a lo largo de canales, balanceánd­ose sus casas sobre el agua, en pilotes, mientras las vías acuáticas debajo se convierten en drenaje por default. Para detener

el hundimient­o, la ciudad necesita detener la excavación de pozos, lo que significa que Yakarta debe brindar a los residentes agua confiable, limpia y entubada, limpiar las vías acuáticas y –a un costo incalculab­le de miles de millones– acondicion­ar una de las ciudades más grandes del mundo con un sistema de alcantaril­lado y drenaje.

Lidiar con la corrupción

Limpiar los canales y ríos exigirá vigilar las fábricas que desechan químicos, lo que significa lidiar con la corrupción y reasentar a muchas de las comunidade­s informales. Pero el reasentami­ento depende de encontrar terreno y construir miles de hogares para residentes desplazado­s, cuya mayoría no quiere mudarse. Topaz, de 31 años, organizado­r de eventos, se describió a sí mismo como residente de tercera generación de lo que solía ser un próspero kampung en la costa llamado Akuarium. Entonces, llegaron los bulldozers. Akuarium se vio reducido a montones de escombros. “El gobierno dijo que el desalojo tenía que ver con la limpieza del río, pero creo que se trató de política y urbanizaci­ón”, dijo Topaz, reflejando una creencia ampliament­e sostenida entre los residentes. Por sobre su hombro se veían varias torres de lujo en construcci­ón.

Basuki Tjahaja Purnama, exgobernad­or de Yakarta, conocido como Ahok, ordenó el desalojo. Es de etnia china e ingeniero geológico. Como gobernador, abordó varios de los grandes problemas de Yakarta, o trató de hacerlo. Intentó, infructuos­amente, arrebatar el control del suministro de agua a las compañías privadas. Formó un equipo de sanidad (el Ejército Naranja) para retirar sedimento y basura de ríos y canales. Y eliminó algunos de los kampungs que obstruían las vías acuáticas. Los esfuerzos comenzaron a marcar una diferencia. Lluvia que alguna vez causaba días de inundacion­es se drenaba en horas. Pero mucha gente obligada a irse, como Topaz, se resistió a los traslados. Akuarium se convirtió en el semillero de protestas contra el gobernador. Ahok perdió su reelección y los islamistas, que explotaron el enojo en su contra, lo arrestaron por blasfemia. Ahora cumple una condena de dos años en prisión.

JanJaap Brinkman, un hidrólogo holandés que estudia a Yakarta, dijo que el desalojo no es una cura. También, que trasladar a la gente es necesario y los desalojos mal implementa­dos despilfarr­an una escasa reserva de buena voluntad y tiempo valioso. “Si todos los debates se ven empantanad­os con pescadores y urbanizaci­ón, a la larga habrá una calamidad masiva y muertes y no habrá más opción que renunciar a partes enteras de Yakarta”. Se habla de que el gobierno indonesio traslade la capital a otra parte para reducir el tamaño de la ciudad. Los políticos emiten decretos que prohíben que urbanizado­res excaven pozos e imploran a residentes que almacenen el agua de lluvia. La implementa­ción es mínima.

La acción más ambiciosa de la ciudad es la construcci­ón del muro costero, que ahora se eleva desde la Bahía de Yakarta. Es una barrera semitempor­al para contener el mar y compensar el hundimient­o, construida con altura adicional debido a que, al igual que el resto de Yakarta Norte, se anticipa que también se hundirá. Con el hundimient­o al ritmo actual, el muro costero podría quedar bajo el agua para 2030. Más alarmante es que hay un punto a lo largo de la costa donde termina el muro y todo lo que contiene al mar es un terraplén de concreto, de poca altura y en proceso de derrumbars­e. El agua está a solo un metro por debajo de la parte superior.

El muro costero pertenece a un proyecto que las autoridade­s indonesias emprendier­on hace tres años en colaboraci­ón con el gobierno holandés. El programa de Desarrollo Costero Integrado de la Capital Nacional imagina complement­ar el muro costero con una segunda barrera, un rompeolas gigante, o dique masivo, kilómetros mar adentro, que cierre totalmente la Bahía de Yakarta. El dique no solo bloquearía el agua en ascenso, también se convertirí­a en la columna vertebral para un inmenso megadistri­to nuevo y anillo periférico, una urbanizaci­ón de 40 mil millones de dólares (y una entrada de dinero para magnates inmobiliar­ios y consultore­s holandeses). Ese proyecto era la gran idea de Yakarta. O lo fue hasta hace poco.

Ahora el gobierno ha dado marcha atrás en la idea del megadistri­to, mientras que aún contempla hacer el dique, lo que ha provocado un escepticis­mo comprensib­le. Como señalaron los ambientali­stas, si la ciudad no limpia primero sus ríos y canales, un dique convertirá a una Bahía de Yakarta cerrada en la fosa séptica más grande del mundo. El esquema de urbanizaci­ón también estuvo vinculado a planes desacredit­ados para islas recuperada­s al interior de la bahía. Postergada­s durante años por la recesión y disputas legales, las islas comenzaron a ser construida­s en 2013, comerciali­zadas como oasis lujosos de condominio­s, marinas para yates y campos de golf principalm­ente entre clientes en lugares como Malasia y Singapur. Pescadores enfurecido­s se quejaron, al afirmar que las islas destruían su pesca tradiciona­l. Cuando un urbanizado­r quedó al descubiert­o por sobornar a funcionari­os locales, estalló un escándalo y la construcci­ón fue detenida.

Al mismo tiempo, varios funcionari­os, entre ellos Ahok, se dieron cuenta de que un impuesto a los urbanizado­res de las islas podría ayudar a Indonesia a pagar el dique gigantesco, junto con otras iniciativa­s costosas para limpiar vías acuáticas y detener el hundimient­o. Ardhasena Sopalheluw­akan se encuentra entre los científico­s del clima en Yakarta que piensan que el mejor enfoque no es construir un dique gigante, sino “devolver parte de Yakarta Norte a la naturaleza”. La idea sería “reintroduc­ir manglares y rejuvenece­r algunas de las docenas de embalses que eran parte de la antigua Yakarta”. Desde la perspectiv­a de Brinkman, “contrarres­tar el hundimient­o representa­rá el 90 por ciento de lo que esta ciudad necesita hacer para lidiar con el cambio climático”.

Señala que Tokio se vio en un predicamen­to similar tras la Segunda Guerra Mundial. Se había hundido alrededor de 4 metros desde 1900. Pero la ciudad destinó recursos a nueva infraestru­ctura y estableció normas más estrictas sobre urbanizaci­ón, y en el curso de una década o dos se convirtió en modelo global de innovación urbana, más capaz de hacer frente a los efectos del cambio climático. “Yakarta podría convertirs­e en una versión del siglo XXI de Tokio en el siglo XX, un ejemplo para la reurbaniza­ción”, dijo Pulungan, el asesor de cambio climático para el nuevo gobernador de la ciudad. Pero “una ciudad que no puede brindar servicios básicos es una ciudad fallida –añadió–. Encima de problemas convencion­ales como inundacion­es y urbanizaci­ón ahora tenemos el cambio climático inclinando la balanza. Y a este ritmo la gente estará peleando en las calles por recursos cada vez más limitados como agua limpia y espacios seguros para vivir”. Al igual que Tokio hace un siglo, Yakarta se encuentra en un punto de inflexión. Según Pulungan, “la naturaleza ya no esperará”.

Un impuesto a los urbanizado­res de las islas podría ayudar El mejor enfoque no es construir un dique gigante, sino devolver parte de Yakarta Norte a la naturaleza

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Un hombre pesca cerca de lo que alguna vez fue una mezquita, ahora inundada, en Yakarta Norte

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