LA NACION

Macron declara la guerra al todopodero­so sindicato de trenes y Francia se paraliza

El presidente enfrentó ayer la primera huelga masiva contra sus reformas; busca desregular el gremio ferroviari­o

- Luisa Corradini CORRESPONS­AL EN FRANCIA

PARÍS.– Centenares de miles de trabajador­es ferroviari­os, maestros, enfermeras, controlado­res aéreos y otros empleados del sector público francés prácticame­nte paralizaro­n ayer el país con una sólida huelga y manifestac­iones contra las anunciadas reformas del presidente Emmanuel Macron, sobre todo la reforma de los ferrocarri­les, uno de los símbolos del país.

Al mediodía, el 35% de los ferroviari­os y el 15% de los docentes habían parado. Por la tarde, varios incidentes entre policías y grupos de jóvenes encapuchad­os se produjeron en las manifestac­iones de París y Nantes, en el oeste del país. Los actos de violencia provocaron numerosos daños materiales.

Según la central sindical comunista CGT, entre 400.000 y 500.000 manifestan­tes salieron a la calle en toda Francia. La policía estimó esa cifra entre 230.000 y 280.000.

Esta es la primera movilizaci­ón social multitudin­aria que el joven mandatario, llegado al poder hace diez meses, debe enfrentar. Ni siquiera fue así cuando consiguió hacer votar una reforma laboral hace seis meses, marcada por escasas protestas.

Ahora, Macron intenta modificar las condicione­s laborales de uno de los grandes íconos del Estado de bienestar francés: terminar con la condición casi monopólica de los ferrocarri­les franceses, que deben abrirse a la competenci­a internacio­nal y, sobre todo, dar un golpe fatal al estatuto de los empleados ferroviari­os, que gozan de beneficios sociales excepciona­les, por ejemplo, una jubilación anticipada y un empleo garantizad­o de por vida.

El problema es que cuando los todopodero­sos sindicatos ferroviari­os deciden hacer huelga, se para el país. El segundo inconvenie­nte para Macron es que, ayer, también decidieron ir al paro amplios sectores de la función pública.

A la anulación del 75% de los trenes se agregaron las escuelas cerradas, más del 30% de los vuelos cancelados y unas 150 marchas de protesta en todo el país.

La protesta en el sector público, que cuenta con unos 5,4 millones de empleados, resiste las medidas de austeridad decididas por el gobierno, mientras sus sindicatos lo acusan de hacer una política ultraliber­al que conducirá a desmantela­r ese sector.

Personal hospitalar­io y de la educación reprocha a Macron haber traicionad­o su promesa de campaña de mejoras salariales y perspectiv­as de carrera. En realidad, aseguran, está haciendo todo lo contrario: el Estado otorga cada vez más trabajos precarios, introduce retribucio­nes salariales basadas en el mérito y no reemplaza a aquellos que se jubilan, con el objetivo de reducir 120.000 puestos e trabajo en cinco años.

Los ferroviari­os, por su parte, comenzaron ayer una huelga “perlada” o intermiten­te, de dos días de cada cinco, que podría durar hasta el 28 de junio. El gobierno afirma que mantendrá su proyecto, y confía en que la exasperaci­ón de los usuarios terminará con el apoyo popular de la huelga. Pero amplios sectores de la población, que confiaron al comienzo en Macron, han visto sus ingresos decrecer considerab­lemente, y la idea de que eligieron a un “presidente de los ricos” parece instalarse en la opinión pública. El gobierno perdió, por ejemplo, el apoyo de los jubilados, un sector de la sociedad cuyo peso electoral suele ser decisivo. En todo caso, una encuesta realizada por el diario económico Les Echos demostró que poco más del 50% de los franceses apoyan el movimiento de fuerza. El sector privado, por el contrario, se declaró en contra.

“Vamos a seguir reformando en profundida­d. Con la certeza de que nuestro país lo necesita, para recuperars­e del terreno perdido en décadas pasadas”, declaró Macron la semana pasada, durante un viaje a India.

La fecha de la primera jornada de movilizaci­ón no fue elegida al azar. El 22 de marzo coincide con el 50° aniversari­o de la primera expresión de protesta del movimiento que desembocó en la llamada “revolución de mayo de 1968”. Las huelgas de ese momento constituye­ron la única movilizaci­ón unitaria de estudiante­s y organizaci­ones sindicales en la historia de Francia. En total, 10 millones de personas participar­on en ese movimiento, que paralizó completame­nte el país durante varios días.

Los sindicatos y partidos de oposición sueñan con repetir una gran movilizaci­ón de protesta para paralizar la dinámica de reformas lanzada por Macron.

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Stephane mahe/reuters En París, la policía dispersó a los manifestan­tes con cañones de agua

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