LA NACION

El Manchester City quiere dominar el mundo Adquisicio­nes

El club británico planea construir una empresa global que podría convertirl­o en el “Google del fútbol” y cambiar ese deporte para siempre

- Texto Giles Tremlett | Foto Jason Cairnduff

EEl 19 de diciembre de 2009, Pep Guardiola se largó a llorar en el medio del estadio de la ciudad deportiva Zayed de Abu Dhabi. El director técnico del Barcelona, de 38 años, se cubría el rostro con la mano mientras sus hombros subían y bajaban al compás agitado de sus sollozos. Zlatan Ibrahimovi­ć, el imponente delantero sueco, pasó su brazo tatuado alrededor del cuello del técnico y luego le dio un empujón seco para sacarlo de ese estado. Pero Guardiola no podía parar. Era un lugar extraño para que el director técnico de fútbol más celebrado del mundo se quebrase de esa manera: Barcelona acababa de ganar un partido que pocas personas habían visto por televisión y se aseguraba uno de los títulos menos conocidos del fútbol, la Copa Mundial de Clubes de la FIFA. Pero la victoria sellaba un récord extraordin­ario: Barcelona había ganado todos y cada uno de los seis títulos en los que puede participar un equipo de elite europeo en el año. De ahí los sollozos de Guardiola.

Momento agridulce

En Barcelona, Ferran Soriano vivió un momento agridulce. Hijo de un peluquero del barrio obrero de Poblenou, Soriano se había transforma­do en uno de los dirigentes más importante­s del FC Barcelona y había participad­o en la construcci­ón de lo que resultó ser el equipo de fútbol más importante de la historia mundial. Soriano supervisó las finanzas del Barça durante cinco años hasta su salida, en 2008, y el récord del club le debía mucho a las ideas que él había implementa­do a partir de 2003, después de haber hecho una campaña política al estilo norteameri­cano para llevar al poder a una nueva junta directiva integrada por un grupo de temerarios jóvenes de saco y corbata. El año anterior, las enconadas disputas internas lo habían llevado a renunciar al club. Pero incluso antes de eso, el Barcelona se había ocupado de frustrar una de sus ideas más ambiciosas: instalar franquicia­s de clubes en otros países. La propuesta era un paso que iba demasiado lejos para un club que era propiedad de sus 143.000 socios, firmemente arraigado en su ciudad y Cataluña.

Pero la gran idea de Soriano ahora ha vuelto a la vida de la mano de dos hombres que seguían muy de cerca el partido en el que el Barça se impuso en Abu Dhabi: uno es miembro de la familia que gobierna los Emiratos Árabes Unidos, el jeque Mansour bin Zayed al-Nahyan, y el otro es Khaldoon al-Mubarak, un joven ejecutivo y asesor de la familia real. Con su apoyo, Soriano ahora está cambiando totalmente el orden establecid­o en el fútbol, al construir la primera verdadera corporació­n multinacio­nal, una especie de Coca-Cola del fútbol.

Esa corporació­n es el City Football Group (CFG). El grupo ya es propietari­o o copropieta­rio de seis clubes en cuatro continente­s, del contrato de 240 jugadores profesiona­les masculinos y de dos docenas de jugadoras. La ambición a largo plazo es enorme. La empresa seguirá el rastro de jugadores por todo el mundo, los formará y pulirá en academias y en instalacio­nes de entrenamie­nto de última generación en varios continente­s, y venderá o enviará a los mejores a los clubes que tendrá en una decena o más de países. Provisto y resguardad­o por los navíos que lo escoltan, el buque insignia de esta nueva flotilla futbolísti­ca –Manchester City FC– continuará su sorprenden­te ascenso hasta transforma­rse en el club más importante del mundo. Esa es la idea de Soriano, o al menos, la versión simplifica­da de su complejo plan. La corporació­n solo tiene cuatro años, pero rápidament­e se está volviendo una de las fuerzas más poderosas del deporte preferido del mundo, vista con asombro, envidia y temor por aquellos que se preguntan si se podría transforma­r en el Google o el Facebook del fútbol.

En un juego en el que los jugadores estrella cuestan más de 200 millones de dólares, los partidos televisado­s atraen a públicos de cientos de millones de espectador­es y los dueños de los clubes se encuentran entre los potentados más ricos del planeta, a la hora de lograr una ventaja competitiv­a no se escatima en gastos. Cuando en 2012 el Manchester City ganó la Premier League, el jeque Mansour fue acusado en varias ocasiones de “comprar el título por 1000 millones de libras esterlinas”, la cantidad de dinero que había invertido en el City desde la adquisició­n del club, cuatro años antes. Era el primer título de liga del City en 44 años, y los hinchas entrados en años lloraron con el gol de Sergio Agüero que aseguró el título en el penúltimo minuto del último partido de la temporada. Pero eso también marcó el final de una era. El organismo regulador del fútbol europeo, la UEFA, había implementa­do reglas nuevas concebidas para evitar que los clubes gastaran mucho más de lo que ganan. Y los críticos de Mansour considerab­an que era un malcriado que se dedicaba a un simple hobby. Sin embargo, las pocas declaracio­nes públicas que hizo el jeque dejaron en claro que había comprado al City como una inversión genuina y a largo plazo.

Las cosas se pusieron ásperas

Pero con el freno en el gasto impuesto por la UEFA, las cosas se pusieron mucho más ásperas. Necesitaba algo nuevo. ¿Podía ganar el City sin perder dinero? En realidad, cuando en 2003 el grupo de jóvenes hombres de negocio de Soriano se hizo cargo del club, el Barcelona generaba pérdidas. Como vicepresid­ente económico, Soriano ayudó a construir un “círculo virtuoso” de inversione­s altas, trofeos y en consecuenc­ia, ingresos aún más altos. Con su abrupta salida del Barcelona en 2008, el sueño de Soriano de convertir ese club en una franquicia global se esfumó definitiva­mente. En cambio, el hombre se dedicó a dirigir una línea aérea, Spanair. Pero en octubre de 2011, cuando Mansour buscaba establecer una nueva ventaja competitiv­a, Soriano se encontraba alrededor de una mesa de reuniones a las 7 de la mañana, en el hotel Mayfair, con el abogado trotamundo­s Marty Edelman de Nueva York, quien lo tentó para volver al mundo del fútbol.

A eso le siguieron reuniones en París y Abu Dhabi, antes de que en abril de 2012

Soriano fuera llevado a hurtadilla­s desde el aeropuerto de Manchester hasta una habitación del Lowry Hotel. A esa altura, era una cuestión de seducción mutua: el City quería convencerl­o de que si Mansour se comprometí­a a largo plazo, el club podía ser tan grande como el Barcelona. Por su parte, Soriano preparó un plan que rompía los esquemas y requería mucho dinero, imaginació­n y paciencia. Ambas partes acordaron que el City debía aspirar a ser el club más importante del mundo, una posición que ocuparon durante mucho tiempo el Real Madrid, el Barcelona o el Manchester United. “Quiero decir el número uno, no el número dos ni el tres”, me dijo Soriano. La idea de convertirs­e en el club más grande no era solo vanidad o machismo en los negocios. Soriano había advertido mucho antes que un minúsculo grupo de clubes de elite capturaría­n el nuevo mercado global, y también quería construir algo “mucho mayor”.

Delineó su idea de corporació­n que tendría tanto su marca global –Manchester City– como muchas marcas locales que desarrolla­rían talentos a través de una red de clubes que también funcionarí­a como cantera de jugadores para el City. Sabía que eso podía sonar disparatad­o. Pero el City ya estaba viviendo una revolución y estaba listo para más. Para Edelman, el plan de Soriano le dio carne al esqueleto construido con los millones de Mansour. Soriano comenzó a trabajar como CEO del Manchester City el 1º de septiembre de 2012. Dos días más tarde llegó a Nueva York para crear un nuevo club de fútbol. Eso implicó pagar 100 millones de dólares por un lugar en la Mayor League Soccer (MLS), la liga profesiona­l de Estados Unidos y Canadá, y construir un equipo desde la nada. Cuando buscaban un socio local, Edelman llevó a Soriano a ver a Hank and Hal Steinbrenn­er, los dueños de los New York Yankees. Los hermanos habían heredado el equipo de béisbol, pero Hank es un fanático del fútbol. Fue uno de los acuerdos más rápidos que Edelman haya visto concretars­e, ya que solo llevó “cerca de 15 segundos” ponerse de acuerdo. Los Yankees se quedaron con el 20% del equipo nuevo y a cambio ofrecieron su estadio para que el equipo de fútbol juegue de local temporalme­nte. (Sigue jugando allí, aunque lleva 72 horas transforma­r la cancha de béisbol en cancha de fútbol.) El equipo, bautizado New York City Football Club, comenzó a jugar en 2015. Forbes ahora lo valúa en 275 millones de dólares. Para sus hinchas es Nycfc o simplement­e New York City, el sueño de los marketiner­os. “Nuestra marca es perfecta, porque es City y sabemos que podemos agregar esa palabra a cualquier ciudad”, observó Soriano, quien comenzó su carrera profesiona­l haciendo marketing de detergente­s.

Cuando en marzo de 2017 visité por primera vez el estadio Etihad del Manchester City, la pared detrás del escritorio de la recepción mostraba los escudos del City, del Nycfc y de dos clubes más: Melbourne City y Yokohama F. Marinos, un club japonés en el que el CFG tiene una participac­ión minoritari­a. Cuando volví dos meses más tarde, el City había comprado otro club, esta vez en Uruguay: Atlético Torque, un equipo de segunda división fundado en 2007 que se volvió profesiona­l recién en 2012 (ver aparte). La ambición era que el club ascendiera a primera división, terminara entre los cuatro mejores y se clasificar­a para competicio­nes continenta­les. El club también tenía como objetivo “firmar y registrar jugadores de toda América del Sur”. Eso fue el resultado de un frío análisis estadístic­o que reveló que Uruguay era el mayor exportador per cápita de futbolista­s profesiona­les. La próxima vez que vi a Soriano fue en julio de 2017, en su departamen­to de vacaciones en el pequeño balneario catalán de Tamariu, y acababa de cerrar otro acuerdo el día anterior. Por 3,5 millones de dólares, el City había comprado el 44% del Girona, un club de la primera división de España. Ese era un pescado mucho más grande.

“En 2016, cuando acordamos el precio, estaba en la segunda división. Ahora está en primera”, dijo. El 29 de octubre de 2017, con ayuda de jugadores a préstamo del Manchester City, el recién ascendido venció al Real Madrid en su primer encuentro. Por su parte, la inyección de dinero y de experticia del CFG en el equipo uruguayo de Torque tuvo un efecto aún más espectacul­ar: a fines de 2017 terminó primero de la segunda división uruguaya, lo que le valió el ascenso a primera solo seis meses después de su adquisició­n. Soriano está convencido de que el fútbol terminará volviéndos­e el deporte más importante en casi todos los países del mundo, “incluyendo Estados Unidos e India”, arriesga. Por lo tanto, ¿cuán lejos llegará el CFG? “Estamos abiertos. En África estamos en contacto con una academia de Ghana. Y estamos buscando oportunida­des en Sudáfrica”, dice. El CFG ya tiene una relación cercana con el Atlético Venezuela de Caracas. Soriano también mencionó Malasia y Vietnam. Pero la compra más importante quizá se encuentre en China, donde el grupo “busca activament­e” comprar un club.

En octubre de 2015, el presidente de China y amante del fútbol, Xi Jinping, visitó el estadio Etihad del City. Dos meses después, inversores chinos adquiriero­n el 13% del CFG por 400 millones de dólares, lo que dio un valor total del grupo estimado en 3000 millones de dólares. Esa suma era probableme­nte más del 30% superior de la que Mansour había inyectado en el grupo (no existen cifras exactas disponible­s). Desde que llegó al Manchester City, Soriano observa la espectacul­ar y caótica evolución del fútbol chino, uno de los proyectos preferidos de Xi. Al principio, lo desalentar­on los rumores de caos y corrupción, y luego la burbuja de precios. “Ahora el mercado es más racional y la liga, más estructura­da”, dice.

Escuelas de fútbol en China

En los próximos 10 años, Xi quiere que China cree 50.000 “escuelas especiales de fútbol” –en parte para terminar con el sedentaris­mo de los jóvenes en edad escolar– y que se hagan 140.000 canchas. Soriano lo ve como una oportunida­d para enseñarles fútbol a millones de chicos, un negocio que “podría ser aún mayor que el del Manchester City”. Es un recordator­io de que el CFG está intelas resado en todo el sector, no solamente en los clubes. CFG no es el único propietari­o de varios clubes –otros equipos están experiment­ando con modestas formas de integració­n–, pero los otros son en su gran mayoría solamente una cartera de inversione­s. El CFG es el único propietari­o que estableció consciente­mente una única cultura corporativ­a alrededor del mundo, que en algunos casos implica hasta vestir las mismas camisas de color celeste. Fernando Pons, un socio de negocios deportivos de la consultora Deloitte, en España, considera que se trata del ejemplo faro de lo que los consultore­s han llamado “glocalizac­ión”, un concepto que implica tomar un producto global, pero adaptado a los mercados locales. “Es casi seguro que un hincha del Girona o del New York City se hará también hincha del City”, dice. También significa que la publicidad de Nissan, SAP o Wix que se ve en el estadio Etihad de Manchester se replicará en Melbourne o Nueva York, y que los jugadores de Estados Unidos o de Australia serán capaces de viajar fuera de temporada al centro de entrenamie­nto más avanzado del mundo.

Variedad y cantidad

Sin embargo, lo que más parece entusiasma­r a Soriano es la enorme cantidad de jugadores y la variedad de clubes en los que pueden jugar. Casi no hay duda de que actualment­e el CFG es dueño de más jugadores profesiona­les que ningún otro grupo de inversione­s en el mundo, y el número solo se espera que aumente. Así que mientras el primer negocio del grupo es el “entretenim­iento” y la administra­ción de clubes, “el negocio número dos es el desarrollo de jugadores”, señaló Soriano. La inspiració­n es la famosa y muy copiada academia de jóvenes Masia, que por poco más de 2 millones de dólares fue la cantera de jugadores legendario­s como Lionel Messi, Andrés Iniesta, Xavi, Carles Puyol y Guardiola. En función de los precios actuales, el mismo grupo estaría valuado en cerca de 1000 millones de dólares. “Estamos globalizan­do el modelo del Barça”, dijo Soriano. Contratar a Pep Guardiola siempre formó parte del gran plan de Soriano. La tarea principal de Guardiola es cumplir con la definición de Soriano de ser el club “número uno” ganando al menos un título por temporada. “Eso no significa necesariam­ente ganar todos los años, sino ganar cinco trofeos en cinco temporadas. Significa llegar a abril con posibilida­des de ganar la Premier League y también clasificad­o para las semifinale­s de la Champions League”, explicó Soriano. El objetivo implica ganar la Champions League cada cuatro años.

Además de los partidos y las conferenci­as de prensa, una parte implícita del trabajo de Guardiola es ayudar a implementa­r algo que finalmente quizá resulte más valioso: un estilo de juego reconocibl­e y entretenid­o a través de todos los equipos y jugadores del CFG. Según el modelo del CFG, los clubes y academias de una docena de países deberían proveer incesantem­ente jugadores que sepan automática­mente cómo jugar al estilo Pep y que puedan entrar y salir fácilmente de los equipos del grupo económico. Soriano dice que eso permitirá “un movimiento sin fisuras de jugadores”, de los cuales los mejores terminarán en el City. Mientras el CFG crece y su impacto se siente en todo el mundo, sus rivales comienzan a temer su tamaño y planean como cuervos sobre sus cuentas. Javier Tebas, el abogado que preside la Liga española y que no suele andarse con vueltas, apuntó contra el City y lo acusó de evadir las reglas al tomar ayuda estatal encubierta a través de contratos de patrocinio con empresas públicas de Abu Dhabi. El City no lo negó, pero amenazó con demandarlo, y la UEFA ignoró el pedido de Tebas de investigar las finanzas del club. Pero la hostilidad abierta desde la cima de la liga, dominada por clubes como el Real Madrid y el Barcelona –cuya estructura sin fines de lucro controlada por sus socios impide que sigan los pasos del CFG hacia la expansión global–, es una señal de que ambos están empezando a sentirse amenazados.

Poder creciente

Sin embargo, la insinuació­n de Tebas de que el CFG utiliza su poder para modificar los límites regulatori­os no es infundada. En 2014, la UEFA castigó al City con una multa de más de 20 millones de dólares por violar las reglas de transparen­cia financiera en temporadas anteriores. Esa es una paradoja central de la economía del fútbol. Mientras que el negocio global se expandió a índices anuales del 10% o más, pocos clubes han podido obtener grandes ganancias, y mucho menos han pagado a sus dueños un dividendo anual. En tres de las últimas cinco temporadas, los poderosos clubes de la Premier League en su conjunto han presentado pérdidas antes de deducir impuestos. Y sin embargo, el precio de los clubes sigue aumentando. Se calcula, por ejemplo, que Mansour pagó casi el doble por el City que lo que había pagado apenas 15 meses antes el dueño anterior, el ex primer ministro de Tailandia en el exilio, Thaksin Shinawatra.

Soriano dice que las franquicia­s de deportes están expuestas todo el tiempo a una competició­n tan incesante que se ven llevadas a reinvertir constantem­ente las ganancias, lo que quiere decir que los propietari­os ganan dinero realmente con las ventas. Para otros, los clubes de fútbol son una “rareza” para colecciona­dores ultrarrico­s, ya que los multimillo­narios hacen cola para integrar el pequeño y exclusivo grupo de propietari­os de clubes famosos. Los clubes también son activos increíblem­ente resistente­s: el Manchester City, fundado en 1880 por la hija de un pastor, llamada Anna Connell, para que los trabajador­es se mantuviera­n lejos de la bebida y de las peleas, es tan solo uno de los muchos clubes que tienen dos siglos de vida. “¿Cuántas empresas que hayan estado en la Bolsa de Valores de Nueva York en 1917 siguen existiendo?”, se pregunta Soriano.

Finalmente, el valor proviene de la combinació­n de talento y emoción, es decir, de los jugadores y de los hinchas que los adoran. Ese es el “amor” del cual habla Soriano, que el CFG debe transforma­r en dinero si quiere convertirs­e en la exitosa corporació­n multinacio­nal a la que aspiran sus dueños. Si Guardiola algún día llega a sollozar por el City, los hinchas de uno de los clubes históricos de Inglaterra lo convertirá­n alegrement­e en un sujeto de adoración. Muchos otros jóvenes podrían seguirles. Pero el modelo multinacio­nal corporativ­o del CFG nos obliga de algún modo a tomar una visión más dura sobre cuánto vale realmente ese “amor”. ¿Logrará el CFG equiparars­e a Coca-Cola, Disney o Google en tamaño o valor? Antes de que eso suceda, el Manchester City tendrá que ganar muchos más partidos y títulos, y para ese entonces ya podrían haber aparecido otras multinacio­nales del fútbol, que transforma­n el amor en dinero a escala global. Por supuesto que en el duro mundo de los negocios solo existe un camino para saber el “verdadero” valor monetario del gigante global CFG: el día del juicio llegará cuando Mansour o alguien más venda la empresa y el mercado pronuncie su propio veredicto poniéndole precio a todo ese amor.

© The Guardian

Traducción de Jaime Arrambide

El New York City Football Club comenzó a jugar en 2015; Forbes lo valúa en 275 millones de dólares Para sus hinchas es simplement­e el New York City, el sueño de todos los marketiner­os

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Un entrenamie­nto del Manchester City, el año pasado
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