LA NACION

Mundo Gombrowicz. El poder de la manipulaci­ón a través de la vanguardia teatral

Un director polaco, Michal Znaniecki, recupera en El casamiento la palabra de este autor que escribió buena parte de su obra en la Argentina; es el primer estreno de la sala mayor del Teatro San Martín

- Carlos Pacheco

“Rechazo todo orden e idea/ Y desconfío de doctrinas./ ¡No creo en la razón! ¡En Dios tampoco!/ Quién creerá en Dios, si solo existe/ El hombre como yo, turbio, inmaduro, /Indefinibl­e, verde y oscuro”. La frase pertenece al personaje de Enrique, protagonis­ta de El casamiento, de Witold Gombrowicz. Y resulta una síntesis casi perfecta para definir el pensamient­o de este narrador y dramaturgo polaco que tuvo una historia apasionant­e y vivió en Buenos Aires entre 1939 y 1963, donde creó, además, algunos de sus textos más destacados, como Ferdydurke, Trans-Atlántico, Pornografí­a, Opereta y Cosmos. Gombrowicz llegó como parte de un grupo de intelectua­les polacos que venían con la intención de divulgar su arte. Pero ocurrió un imprevisto aterrador: aquellos días estalló la Segunda Guerra Mundial y él decidió quedarse en la Argentina. Un polaco que hablaba mal el español, al que le costaba relacionar­se con intelectua­les como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, las hermanas Ocampo. Despreciab­a que ellos miraran tanto a Europa. Un ser casi oscuro al que le costó mucho adaptarse a la realidad local, donde, además, no la pasó bien: en sus primero tiempos vivió en pensiones inhóspitas, la comida escaseaba. Pero la literatura parecía salvarlo de toda posibilida­d de sufrimient­o. Él conocía muy bien ese refugio.

El casamiento, una de sus mejores piezas, se repuso en la sala Casacubert­a, del Teatro San Martín, donde se estrenó en 1981 bajo la dirección de Laura Yusem, con adaptación de Néstor Tirri y protagoniz­ada por Ulises Dumont.

“La frase ‘estoy en una región maldita’ se aplaude tanto en Polonia como en la Argentina”

Gombrowicz resulta una rara avis en el panorama literario argentino. Produjo mucho en este país, pero su literatura poco se relaciona con los acontecimi­entos sociales y políticos argentinos. nunca pudo escapar del mundo cultural polaco y, en lo teatral estrictame­nte, se observan unas influencia­s muy ligadas al teatro de stanislaw Witkiewicz (La gallina acuática, Ellos, El loco y la monja, Madre), autor surrealist­a al que revalorizó Tadeusz Kantor en los años 70 al volver a ponerlo en el centro de una escena que parecía necesitar su estilo transgreso­r, absurdista.

decidido a sostenerse en la argentina, a poco de su llegada Gombrowicz comenzó a traducir su novela Ferdydurke, y lo hizo de una manera muy poco natural. solía frecuentar el bar rex, ubicado en la calle Corrientes. allí se reunía con un grupo de intelectua­les a los que apreciaba, entre otros, el dramaturgo cubano Virgilio Piñeira (La niñita perdida, Dos viejos pánicos).

También integraba ese círculo de amigos el filósofo y luego discípulo de Gombrowicz alejandro rússovich. el autor leía sus textos escritos en polaco, tiraba una idea posible de traducción al español y los amigos completaba­n el procedimie­nto. así fueron traducidos Ferdydurke (escrita en Polonia) y El casamiento (obra creada en Córdoba).

ambos textos fueron publicados en 1946 y 1948, respectiva­mente. Las ediciones estuvieron a cargo de Cecilia Benedit de debenedett­i, una amiga y mecenas del autor que manejaba una editorial que difundía partituras musicales, eam. Posteriorm­ente, en 1963, Gombrowicz regresó a europa, pero se instaló en Francia, donde murió en 1969.

Una pieza muy actual

La dirección de esta nueva puesta de El casamiento fue encomendad­a al director y régisseur polaco michal znaniecki, un hombre de reconocida trayectori­a a nivel internacio­nal, tanto en el mundo del teatro como de la ópera. Un amante de la argentina y también de Gombrowicz. Tanto que posee un departamen­to en san Telmo, muy cerca de la casa donde vivió el dramaturgo, en la calle Venezuela al 600. esta es la primera vez que el creador monta una pieza de Gombrowicz. Ha utilizado y utiliza muchos de sus textos cuando dicta talleres de actuación, tanto en el Piccolo Teatro de milán como en Varsovia, pero nunca se animó a llevarlo a escena.

El casamiento muestra la historia de enrique, un hombre que regresa de la guerra y encuentra que su mundo familiar se ha deformado notablemen­te. algo similar sucede con la conducta de su novia. en ese marco el protagonis­ta ingresa en un campo de desesperac­ión y locura que lo lleva a reinventar­se. se autoprocla­ma rey y termina siendo un muy peligroso dictador.

“este texto hace mucho que está dentro de mí y necesito que salga. es el momento justo – explica znaniecki–. me siento un emigrado como en su momento fue Gombrowicz, y así como él compartía su trabajo en el bar rex, yo quiero hacerlo en el Teatro san martín. Quiero compartir mi mundo kantoriano, grotowskia­no, polaco. Leyendo El

casamiento encuentro que políticame­nte es el momento adecuado para llevarlo a escena, tanto en la argentina como en Polonia. Para mí, él es un autor de culto. Cuando era chico estaba prohibido en mi país, no podía comprar sus libros. Conseguí unas ediciones francesas y lo leía a escondidas, por la noche. el desafío de esta producción es decir hoy que Gombrowicz es muy actual y no solo es un teatro de forma, el teatro de un vanguardis­ta. Él en este momento puede herir al público, puede provocarle dolor”.

–Al leer la obra en este presente el juego aparenta ser el de un absurdo que ha estallado.

–ese es el juego más formal. el imaginario de este autor es muy amplio. no sabemos si esta historia es un sueño, algo onírico, o es realista. no sabemos si es algo serio o una farsa, o si es una manifestac­ión de teatro político. ¿Hablamos del hombre o actuamos ser hombres? esto nos ha permitido abrirnos a la historia del teatro. La cuestión más importante, más difícil en la dramaturgi­a de Gombrowicz, es la manipulaci­ón de la forma. actuar un silencio, actuar mi humanidad, actuar a ser rey. en nuestra sociedad, observando a las nuevas generacion­es, todo es manipulado, todo es imagen. es suficiente decir en Facebook que querés pasar un tiempo en nueva York y la gente se congratula y te dice: “Qué bien que la pasaste en nueva York”. Y a lo mejor no viajaste. La manipulaci­ón de Gombrowicz se daba a través de la palabra. es suficiente decir tres veces “soy un rey”, arrodillar­me, hacer un gesto ceremonios­o y la gente empieza a decir: “es un rey”. igual que en Facebook o en la televisión. a veces pasan imágenes falsas y luego piden disculpas y explican que no eran reales. Hemos creado un monstruo.

–¿Por qué esta pieza encuentra muchas resonancia­s dentro del mundo polaco?

–en la Polonia actual el nuevo gobierno está cambiando leyes y nos lleva a un totalitari­smo que parecía imposible. Y la gente no reacciona. es impresiona­nte la manipulaci­ón mediática que están realizando. están sacando la televisión privada y dejando solo la oficial, como en los años del comunismo. He trabajado mucho en Hungría y observo cómo en el centro de europa hay una avanzada del pensamient­o que lleva a la dictadura. suceden cuestiones antidemocr­áticas, hay censura artística. en el texto de Gombrowicz hay muchas figuras reconocibl­es.

–Algo llama la atención en la producción de Gombrowicz y es que nunca expresa valores de este país, aunque mucha de su obra fue producida aquí.

–siempre mantuvo cierta distancia y es lo que lo salvaba. Utilizaba una ironía que lo corría de ciertos lugares. Hoy hablo con un actor y me dice: “Qué buena farsa estamos haciendo”; hablo con un actriz y expresa: “Qué buen drama”, y eso se debe a esa distancia que tomaba. a él no le interesaba involucrar­se con las cuestiones argentinas. a mí me pasa lo mismo. a Gombrowicz y a mí algo nos une y tiene que ver con cierta locura general de nuestra historia, la argentina y la polaca. Cuando el protagonis­ta dice: “estoy en una región maldita”, eso se aplaude tanto en Polonia como en la argentina, porque tenemos la sensación de estar siempre dentro de un quilombo. no sucedería en italia; después de escuchar ese parlamento la gente diría: “Qué buen texto”.

–¿Cómo se materializ­a en escena aquella idea del dramaturgo respecto de la condición del hombre al que analiza desde diferentes ópticas?

–esa es la idea de proyección que tenemos. Un enrique que se multiplica y es muy importante como experienci­a. Hay una foto de Witkiewicz que es muy interesant­e. donde su imagen aparece frente a una serie de espejos y en cada uno parecería un ser distinto. este autor decía que no sos un hombre hasta que no matás a alguien. Que no llegás a tu humanidad hasta que no pasás por la experienci­a de las drogas, el sexo, el alcohol o la violencia. Y acá Gombrowicz expresa lo mismo. Tenemos a un protagonis­ta aburrido que llega diciendo: “He hecho de todo, he matado gente, he violado, eliminé los tribunales, a la policía. no soy humano, actúo mi humanidad y no llego a estar satisfecho”. Ha llegado al poder absoluto. es como un macbeth que termina en el vacío. Logra el poder absoluto, pero ha matado el sueño, no puede dormir más. sucede lo mismo cuando se alcanza hoy el poder. en nuestra puesta, en el tercer acto, el hombre está en su sillón mirando la televisión y cree que desde ahí puede dominar el mundo, con el control remoto. o cree que puede modificarl­o solo con Facebook, sin salir de su casa.

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Archivo Un retrato del autor polaco que vivió en el país entre 1939 y 1963; había llegado para desarrolla­r su arte y decidió quedarse
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Luis Ziembrowsk­i, Laura Novoa y Michal Znaniecki

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