LA NACION

El dirEctor FrancElla

Debuta en esa función en una obra teatral italiana

- Textos Alejandro Lingenti

“El día que llamamos para averiguar por los derechos de Perfectos desconocid­os, la persona que nos atendió nos dijo: ‘Pero ¿qué pasa con esto? Nos llaman de todo el mundo como si tuviéramos la solución para algún dilema de la humanidad’”. Guillermo Francella cuenta la anécdota y parece reforzar su notoria convicción: que el gran éxito de Perfetti sconosciut­i no fue nada casual, que ahí claramente hay un relato con el gancho suficiente como para repetir en el teatro porteño el suceso que la película italiana de Paolo Genovese tuvo en la taquilla de su país (terminó recaudando 20 millones de euros) y que sostuvo su remake española, dirigida por Álex de la iglesia (14,5 millones). Por tener esa certeza fue que se aventuró, con Luis Alberto Scalella como socio, a ponerle fichas a un proyecto que pinta como plato fuerte del menú teatral de la calle Corrientes de esta temporada.

El miércoles próximo, a las 20.30, será el momento del debut: Alejandro Awada, Agustina Cherri, Mercedes Funes, Gonzalo Heredia, Peto Menahem, Carlos Portaluppi y Magela Zanotta serán los protagonis­tas de una historia simple y muy efectiva porque pone el foco en un asunto de la época: el uso y abuso de los teléfonos celulares, la dependenci­a que generan y los fantasmas que despiertan. Habrá funciones en el Teatro Metropolit­an (Corrientes 1343) de miércoles a domingos.

Hace casi veinte años, Francella y Adrián Suar habían sacado muy buen rédito de una experienci­a similar, cuando adaptaron La cena de los tontos, una obra de Francis Veber que el mismo director francés llevó al cine, transformó en un éxito duplicado y luego vendió a varios países, entre ellos, la Argentina. Esa versión se estrenó en Corrientes en el año 2000 y renació en 2009, dirigida por Francella, para la temporada marplatens­e.

En el premiado libro original de Perfetti sconosciut­i Genovese trabajó con otros cuatro guionistas –Filippo Bologna, Paolo Costella, Paola Mammini y Rolando Ravello–, y se dice, ademas, que incluso los integrante­s del elenco de la película hicieron sus propios aportes. La acción se desarrolla integralme­nte en una cena de amigos que deciden compromete­rse en un juego peligroso que termina provocando confusione­s y tensión en una noche que parecía planificad­a con otros objetivos. “La película de Genovese funciona muy bien –señala Francella–. La de Álex de la iglesia me interesó menos, tiene el estilo de él, pero como referencia para la obra tomé la italiana, por la calidad interpreta­tiva de los actores y la inteligenc­ia de la puesta en escena. Álex la llevó a un plano más fantástico; en la de Genovese hay más austeridad y más misterio”. –¿No fantaseó mientras estaba dirigiendo con ser parte del elenco? –No, tengo el elenco soñado. Me pasa que estoy haciendo una marcación y se me escapa y actúo. Pero mi tarea es observar detenidame­nte, hacer devolucion­es intensas para que se entienda todo lo que siento que tiene que pasar en escena y la energía que tiene que circular en la obra, los vínculos que hay que armar. Y yo estoy atento a cada uno, intentando protegerlo­s y respondien­do con certezas cuando necesitan saber lo que quiero de ellos.

A mí cuando actúo me gusta que me conduzcan. Intento generar esa sensación en los otros cuando dirijo. –¿A que atribuye el éxito de las películas y el interés tan extendido en el mundo del teatro por hacer adaptacion­es? –El universo de esa caja negra que son los celulares es enorme. Hoy nadie es ajeno a su influencia. El otro día estaba con el coche parado en un semáforo y veía a la gente cruzando la avenida: nadie miraba hacia adelante, todos estaban con la vista fijada en la pantalla. Si se tropiezan, igual siguen escribiend­o... Yo también tengo cierta adicción. Es un tema muy universal hoy.

El encuentro para esta entrevista se lleva a cabo un ratito antes de un ensayo matinal destinado sobre todo a ajustar detalles. Francella luce muy enchufado. Controla la pegatina de carteles en las puertas de entrada del teatro, habla con la iluminador­a y el escenógraf­o, bromea con el elenco. Da toda la impresión de que disfruta su trabajo. Y él mismo lo confirma: “No sé cómo se llevan los demás con el ocio, pero a mí me gusta estar en actividad. No me gusta levantarme y no tener nada para hacer. No dejaría de trabajar por no tener la necesidad económica. Tengo amigos que están muy bien económicam­ente y juegan al golf o hacen parapente casi todos los días. Yo me pregunto cómo lo logran... Yo el año pasado tuve la paliza de dos películas intensísim­as que se estrenan ahora (Animal, de Armando Bó, anunciada para mayo, y Mi obra maestra, de Gastón Duprat, que se estrenaría en agosto) y sin embargo en febrero ya empecé con mucho gusto esta obra. Si me queda mucho tiempo libre empiezo a dar vueltas como un león enjaulado. El golf me gusta, pero un ratito, dos veces por semana”. –Para estar muy ocupado nada mejor que la televisión. Pero hace un tiempo que no aparece por ahí... –Es que no tuve muchos ofrecimien­tos, eh. Al menos no del tipo de proyectos que prefiero hacer hoy. Después de hacer El hombre de tu vida con Campanella me di cuenta de que me siento mucho más cómodo en series o unitarios, pero no tanto en una tira. Por eso me

incliné más por el cine y el teatro.

–¿Le parece que las series argentinas tienen un buen nivel o que están lejos de lo que se produce en el exterior? –Las series que se hacen en los Estados Unidos, que son las más exitosas, tienen mucha producción: dinero, guiones muy trabajados por muchas personas que opinan, discuten, retocan... Tienen tiempo para producir y el tiempo es dinero. Es otro contexto. Igual, trabajos de guión como los de Un gallo para esculapio y El hombre de tu vida están a la altura de los mejores. Acá hay muy buenos autores, pero la falta de ideas es un problema en todo el mundo, ojo. Si no, ¿porque hay tantas remakes? ¿Por qué una película como Corazón de león es codiciada, y comprada, por productore­s de Francia, Colombia, Perú y México? Yo creo que no abundan los proyectos originales y de alta calidad en ningún lugar del mundo. –¿Con qué criterio elige hoy sus trabajos como actor? Hace años que viene alternando entre la comedia y otro tipo de historias más densas. –Busco contenidos distintos, así. Para ir variando. Mis últimos diez trabajos en cine fueron muy distintos entre sí. Algunas de esas películas tuvieron un gran éxito y otras no tanto. El contenido es muy importante para el suceso de un film, no solo los actores. Vengo de hacer en un mismo año una comedia extraordin­aria con Luis Brandoni (Mi obra maestra) y un thriller psicológic­o tremendo con Carla Peterson (Animal). Me gusta esa variedad. –¿Qué opinión tiene de la actual gestión del Incaa? –No estoy al tanto al detalle. Sé que hay algunas políticas y criterios sujetos a revisión, que se está tratando de sanear al organismo. Pero no puedo ser mucho más preciso. Necesitarí­a meterme más a fondo para opinar. –Usted fue crítico más de una vez con el gobierno anterior. ¿Cree que las cosas han mejorado con la gestión de Mauricio Macri? –Era necesario un cambio. Las cosas están empezando a acomodarse. La llegada a la presidenci­a de Mauricio generó lo que generó porque fue una bocanada de oxígeno para mucha gente. Y María Eugenia Vidal también lo fue para otros tantos en la provincia de Buenos Aires, donde todavía hay que hacer un trabajo enorme. Hay un grado de transparen­cia mucho más alto que antes. Fue un cambio muy deseado, las urnas fueron muy claras en ese sentido. Ahora veremos lo que pasa en los próximos dos años... Falta mucho trabajo, pero creo que se puede ser optimista, creo en las buenas intencione­s de este gobierno. También creo que hay de parte de la prensa demasiada demanda de opinión. A mí me preguntás y contesto, pero no se puede opinar todo el tiempo de todo. Esa es la lógica de las redes sociales, que todo el mundo hable de todo, se la pasan refunfuñan­do y dispersand­o odio. No me gusta entrar en esa. Nos ha hecho mucho daño toda esa bronca, esos enfrentami­entos permanente­s que se respiran en el ambiente. Eso debería mermar si pretendemo­s tener una mejor calidad de vida. –¿Cómo recuerda a Emilio Disi, que falleció hace unos días? –Fue un tipo muy querido por todos los que lo conocieron. Yo era muy joven cuando trabajé por primera vez con él. Emilio era cabeza de compañía en Querido señor New York, con un gran elenco: Dorys del Valle, Rodolfo Ranni, Menchu Quesada, Cristina Murta, Mónica Guido... Fue en el 86, una comedia hermosa. Emilio fue alguien generoso en el escenario y en la vida. También hice películas de las sagas de Los bañeros y Los exterminei­tors. Siempre tuvo la misma actitud: generosida­d, simpatía, picardía... Me pone muy triste su muerte, sobre todo porque él tenía una gran fe en que le iba a ganar a la enfermedad. –¿La muerte es un tema sobre el que suele pensar? –La muerte no me gusta. En Mi obra maestra hay un diálogo muy bueno que tienen dos personajes que están en Purmamarca, en silencio frente a un paisaje impresiona­nte. Uno pregunta: “¿En qué pensás?”, y el otro contesta: “En la muerte”. Llega la repregunta: “¿Y qué pensás de la muerte?” Y la respuesta es categórica: “Que estoy en contra”.

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| Fotos Rodolfo Leonardo Vaca
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Rodolfo leonardo vaca

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