LA NACION

Diez años de gestiones para un viaje histórico

El lunes irán a las islas 248 personas por el reconocimi­ento de los soldados NN

- Nicolás Cassese

Una comitiva de 248 personas aterrizará pasado mañana en las islas Malvinas para asistir a un acto en el cementerio de Darwin por el reconocimi­ento de 90 soldados caídos en 1982 que habían sido enterrados allí como NN.

La gestión del viaje comenzó hace diez años e incluyó negociacio­nes diplomátic­as de alto nivel y la intervenci­ón de la Cruz Roja. Pero también requirió la tenacidad y predisposi­ción de dos soldados, uno británico y otro argentino, y de una periodista.

El viaje a las islas Malvinas en el que pasado mañana familiares de 90 soldados enterrados allí como NN podrán al fin llorar ante la certeza de que allí descansa su ser querido comenzó a gestarse hace diez años. Incluyó negociacio­nes diplomátic­as de alto nivel, pero también encuentros fortuitos, mensajes de última hora vía WhatsApp y hasta aviones retrasados que terminaron posibilita­ndo destrabar un acuerdo. También tiene dos soldados, uno británico y otro argentino, como los héroes que lo posibilita­ron y una periodista, Gabriela Cociffi, que hizo de madrina y gran impulsora de la gesta.

Los soldados son Julio Aro, que como conscripto peleó en la guerra, y Geoffrey Cardozo, el militar británico que estuvo encargado de recoger los cuerpos y armar el cementerio argentino de Darwin después de la guerra. Aunque lo intentó, 121 de esos soldados no tenían identifica­ción y fueron enterrados bajo la desoladora placa “Soldado argentino solo conocido por Dios”. En 2008, en un encuentro de veteranos, Aro le dijo a Cardozo, que ejercía de su traductor, lo triste que lo ponían esas placas. Así, Cardozo le entregó el minucioso informe que había hecho cuando enterró los cuerpos.

Con esa informació­n, Aro se juntó con Cociffi, que está en contacto con los veteranos de Malvinas desde que, como joven cronista, cubrió el conflicto para la revista Gente. Juntos avanzaron con la misión, pero era muy difícil. Había peleas dentro de los grupos de veteranos y las relaciones entre el gobierno argentino y el británico eran casi nulas.

Angustiada, Cociffi le comentó el tema a una amiga y buscando caminos alternativ­os, pensaron en el músico inglés Roger Waters, que iba a venir a la Argentina y tenía una historia personal con el tema: su abuelo murió en la Primera Guerra Mundial y su padre, en la Segunda. La amiga tenía un contacto con Waters, Cociffi le escribió y a los dos días el músico le respondió. Ahí arrancó un intercambi­o de mails que terminó con el pedido que Waters le hizo a Cristina Fernández de Kirchner en su visita de marzo de 2012: que por favor atendiese el pedido de los familiares.

Al otro día Cociffi recibió un llamado de Oscar Parrilli, entonces secretario general de la Presidenci­a. Cristina le había encargado que se ocupase del tema.

–Nos interesan mucho los familiares de los soldados –le dijo señalándol­e una foto de una madre de un veterano.

–No hablo de fotos, hablo de hacer algo por gente que está muy mayor y que va a morir sin saber dónde está enterrado su hijo –le contestó Cociffi.

Parrilli le dio una semana para conseguir 20 firmas de familiares dispuestos a avanzar con el tema. Con ese mandato, Aro y Cociffi consiguier­on 37 firmas que le presentaro­n al gobierno. Con esto, Cristina anunció en un acto que se ocuparía del tema, pero la realidad es que no había ningún contacto con Gran Bretaña.

Con el cambio de gobierno, las relaciones comenzaron a destrabars­e, pero la gestión de Mauricio Macri seguía temerosa de que cualquier avance en este sentido se leyese como una cesión de soberanía. En noviembre de 2016 hubo una reunión en Ginebra bajo el paraguas de la Cruz Roja entre Gran Bretaña y el Gobierno, que estuvo a punto de naufragar.

El embajador británico en Buenos Aires, Mark Kent, no había viajado a Ginebra, pero recibió un mensaje urgente de su enviado. Estaba en un aeropuerto y el retraso de un vuelo le permitió escribirle un mensaje de WhatsApp a Susana Malcorra, que entonces era la canciller argentina. Malcorra le respondió que solo tenían margen para aceptar una propuesta, que era la misma que estaban ofreciendo los británicos. Al día siguiente, se logró el acuerdo.

Anudado lo político, restaban tres cuestiones: terminar de convencer a los familiares (temían que se levante el cementerio), convencer a los isleños y la logística.

Cardozo, de nuevo, fue central. Le escribió una carta a María Fernanda Araujo, hermana de uno de los soldados enterrados como NN y presidenta de la Comisión de Familiares, y logró convencerl­a. Araujo les explicó a los representa­ntes políticos malvinense­s la necesidad del viaje. Accedieron.

La cuestión logística fue también compleja. La comitiva completa, con familiares, pero también funcionari­os, periodista­s, psicólogos y médicos, incluye 248 personas. En Malvinas, según el último censo de 2012, viven apenas 2841 personas. O sea que pasado mañana aterrizará casi el 10% de su población. El empresario Eduardo Eurnekian aportó los tres aviones que llevarán a la comitiva y a un personaje central en las negociacio­nes: Roberto Curilovic, un empleado suyo que fue piloto argentino en la guerra.

El aporte de Eurnekian sirvió también para que no fuese el Estado argentino el que financiase el viaje, algo que podía incomodar a los diplomátic­os. Esto no impidió, sin embargo, que en la comitiva se incluyese al secretario de Derechos Humanos, Claudio Avruj. Como el de todos los argentinos que aterricen ese día en Malvinas, el pasaporte de Avruj será sellado por las autoridade­s malvinense­s.

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