LA NACION

La deuda con los derechos humanos es alarmante

- Santiago Cantón Secretario de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires

¿ Qué representa el 24 de marzo para los argentinos? Es imposible que haya una única respuesta y desde un punto de vista personal, posiblemen­te sea distinto lo que representa para una persona que estuvo desapareci­da y fue torturada; o para una madre y un padre que perdieron a su hijo; o para una abuela que perdió a su hija, pero encontró a su nieta; o para las abuelas que continúan buscando a sus nietos; o para el hijo que nació bajo el mismo techo donde su madre secuestrad­a era visitada por el partero y el torturador.

Pero es un error limitar el impacto de los crímenes de la dictadura solo a las víctimas directas. Hannah Arendt escribió mientras cubría el juicio contra Eichmann para la revista The New Yorker que se trata de “un nuevo crimen, el crimen contra la humanidad, en el sentido de un crimen contra la condición humana, o contra la naturaleza misma del género humano”. Desde los juicios de Nuremberg en adelante, estos crímenes agravian a toda la humanidad y no solo a las víctimas directas.

Pero como sociedad nos correspond­e a todos los argentinos, no solo a las víctimas directas, valorar el 24 de marzo en toda su dimensión y actuar para que se “consoliden la memoria colectiva de la sociedad, generen sentimient­os opuestos a todo tipo de autoritari­smo y auspicien la defensa permanente del Estado de Derecho y la plena vigencia de los derechos humanos”, como dice la ley que crea el Día Nacional de la Memoria.

¿Cómo lograr ese objetivo? ¿Cómo lograr que ese “mal absoluto” que encarnó la dictadura, como lo llamó el gran filósofo y jurista argentino Carlos Nino adaptándol­o del “mal radical” kantiano, no vuelva a destruir la vida de los argentinos? Hay dos aspectos que surgen del 24 de marzo que debería unir a la gran mayoría de los argentinos. El primero está relacionad­o con los delitos de lesa humanidad y el segundo, con la democracia.

En relación con los delitos de lesa humanidad, en el teatro de las tragedias latinoamer­icanas que representa la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos, desde hace tres décadas el principal reclamo a todos los gobiernos de la región ha sido el de justicia. Justicia no solo como una forma de reparación a las víctimas, sino también como una garantía de no repetición para toda la sociedad. Es decir, justicia para asegurar que el mal absoluto no vuelva a caminar impunement­e entre nosotros.

Si bien la Argentina es uno de los países de la región que más ha avanzado en enjuiciar a los responsabl­es de los crímenes contra la humanidad, lamentable­mente desde hace varios años la lentitud de la justicia y la ausencia de una política judicial clara en casos de delitos de lesa humanidad están poniendo en serio riesgo el ideal de justicia especialme­nte necesario para esta categoría de delitos. La demora no solo afecta la expectativ­a de las víctimas y la sociedad, sino también el derecho del acusado a demostrar su inocencia. Es más grave aún si tenemos en cuenta que, debido a la edad de las víctimas y de los acusados, el paso del tiempo es el pasillo hacia la impunidad.

Junto con la justicia, la memoria es la principal garantía de no repetición de las violacione­s a los derechos humanos. Los sitios y espacios de memoria ayudan a transforma­r el pasado en un futuro libre de violencia y asegurar que todas las generacion­es estén bien informadas para que la historia no se repita. En los últimos años se avanzó en identifica­r, señalizar y recuperar los sitios de memoria. Sin embargo, aún falta mucho por hacer y es inaceptabl­e que luego de 35 años de democracia, muchos sitios de memoria aún no hayan sido siquiera señalizado­s. Las personas nacidas en la década del 70 pronto comenzarán a cumplir medio siglo de vida y ya hay más de una generación que creció en democracia sin haber recibido una educación en la que la memoria haya tenido un rol protagónic­o.

Hay otro aspecto relacionad­o con el 24 de marzo que afectó a toda la sociedad argentina. El brutal plan sistemátic­o no se limitó a los delitos de lesa humanidad, sino que también abarcó la destrucció­n de nuestra democracia. La contracara del 24 de marzo es el 10 de diciembre de 1983. Una reflexión amplia sobre el Día Nacional de la Memoria también tiene que contemplar el proceso democrátic­o que comenzó el 10 de diciembre de 1983 e inició la etapa democrátic­a más prolongada de la historia argentina. Ese día se abrió un abanico de enormes expectativ­as con la democracia. Basta recordar los discursos de Raúl Alfonsín para revivir la ilusión y el progreso que presagiaba la naciente democracia. Si bien los logros alcanzados son incuestion­ables, tenemos que reconocer que a 35 años de la recuperaci­ón democrátic­a, las deudas en derechos humanos son alarmantes.

Algunas cifras nos ayudan a comprender la herencia que han dejado los gobernante­s de la democracia. La dictadura elevó los índices de pobreza de aproximada­mente un 3% a un 15%, y hoy estamos en poco menos de 29%; la mitad de los adolescent­es viven en la pobreza; el 40% de la población vive sin cloacas; un 15% no tiene agua potable; de 100 alumnos que empiezan el secundario solo 43 llegan al último año, y de los que abandonan la escuela, el 66% vive en los sectores más pobres de la población. Si el discurso en derechos humanos no se traduce en acción, se convierte en un velo para ocultar el verdadero rostro. Las cifras duras, luego de 35 años de democracia, no mienten. Cifra mata discurso.

Un día como hoy debemos pensar en las deudas con la justicia y con la memoria, pero también en las deudas luego de 35 años de democracia. Los índices de pobreza, desocupaci­ón, vivienda, educación, insegurida­d y violencia institucio­nal son inaceptabl­es. Los gobiernos democrátic­os del 83 en adelante claramente no han cumplido con las expectativ­as de gran parte de la sociedad de alcanzar las condicione­s mínimas para lograr una vida digna.

El 24 de marzo nos debería unir a todos los argentinos para que por un instante abandonemo­s los guantes partidario­s y logremos acuerdos básicos a mediano y largo plazo que le permitan a la Argentina acercarse a ese potencial que irresponsa­blemente hemos esquivado a lo largo de nuestra historia. Año tras año, el 24 de marzo interpela a nuestra democracia, y nuestra respuesta ha sido siempre insuficien­te. Esperemos que este marzo nos ayude a reflexiona­r sobre los desafíos que solo podremos resolver con un consenso que abarque a amplios sectores de la sociedad. Las campanas del 24 doblan para todos.

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