La poesía del cartonero, en la magia de los objetos
SOPA DE ESTRELLAS
★★★★ muy buena. autores: Mercedes Pérez Sabbi, Carlos Piñero y Fernán Cardama, sobre un cuento original de Mercedes Pérez Sabbi. dirección: Carlos Piñero. intérprete: Fernán Cardama. música: Gastón Garrido. escenografía y diseño de objetos: Pablo Lavezzani. iluminación: Juan Pieroni. sala: Osvaldo Pugliese, C.C. de la Cooperación, Corrientes 1543. funciones: sábado 31 de marzo a las 17. duración: 43 minutos
El cuidador de la plaza se planta sobre el escenario, se presenta, cuenta una historia. La de la inundación, “que trajo muchas cosas malas, pero también algunas buenas”. De esto último se trata, de cómo conoció a Blas, el niño cartonero. El relato hace surgir los objetos y pequeños títeres que la representan. Una bolsa de plástico que envuelve aire y una pelota de trapo dan cuerpo y cabeza, dan vida a Blas. Dos cajas de fósforos, a su perro Chispa. El espectador pone espontáneamente lo suyo para ver al niño, al perro. Ve en la llama de un fósforo la vitalidad encendida.
El placero-relator-titiritero manipula a la vista la trama que se desarrolla bajo referencia a la inundación de La Plata de 2013. Los materiales utilizados para dar vida a los personajes y su entorno en Sopa de estrellas son los mismos que rodean la vida del niño de la calle: cartones, cajas, latas y bolsas de plástico. Son los que él también utilizaría para jugar. Fernán Cardama, con la dirección de Carlos Piñera, es el artífice del armado de escenas con estos elementos que involucran la empatía del público con Blas y su historia de trabajo callejero.
Los elementos son simples, detrás de su puesta en escena hay sin embargo una sofisticada elaboración del material. Momentos mágicos de desplazamiento mecánico del carro de cartonero de Blas, movilizados por la música de Gastón Garrido que escapa a lo convencional del teatro para chicos, generan climas casi cinematográficos. Los elementos escenográficos diseñados por Pablo Lavezzani crean con trazos de sorprendente economía dramatúrgica los ámbitos cambiantes en que se desarrolla la acción.
Cuando lo atraviesa la inundación, Blas se monta en una lata de sardinas para remar contra la corriente. Las luces de la ciudad tienden a apagarse bajo la oleada de agua armada con un ondeante plástico iluminado de azul. Extrañamente se diluye un tanto en la representación del relato el momento concreto del encuentro del placero con Blas, sobreviviente de la inundación. Emergen sin embargo placero y niño cartonero –y perro acompañante fiel– con la felicidad del encuentro solidario como puente para pasar por encima de los cataclismos naturales y sociales que amenazan sojuzgarlos.
Cardama retoma con el mecanismo de puesta en escena de Sopa de estrellas el esquema de la premiada La vuelta al mundo en 80 días, dirigida por Claudio Hochman, en la que el mayordomo Passpartout debe recrear en los 43 minutos de la siesta de su amo Phileas Fogg la aventura de circunvalación de la Tierra. Apelaba en ese caso a juguetes para sostener el relato, como aquí a lo que pueden parecer desechos, elementos a reciclar… en personajes.
En ese sentido trae reminiscencias también de un clásico de la historia de los títeres en nuestro país, Historia con desperdicios, de Carlos Canosa y Héctor López Girondo, que marcó un mito en una concepción más contemporánea de la puesta en escena del teatro de objetos más allá del tradicional encierro en el retablo. Cardama, quien pasó varios años actuando en España, sostiene la vigencia y eficacia de búsquedas contemporáneas que cruzan los géneros e innovan la estética.