LA NACION

Padres contra las pantallas: ¿qué hacer?

Ni fútbol ni guitarra ni acrobacia: después del colegio, los chicos quieren llegar a casa y jugar con la Play; ¿hay que obligarlos a hacer algo?

- Laura Reina

Fútbol, taekwondo, dibujo, teatro, baile, skate, guitarra, batería, acrobacia, robótica, programaci­ón. La lista es extensa y abarca casi todas las áreas de interés de la mayoría de los niños que transitan la etapa escolar. A pedido de su mamá, Nico les echa un vistazo a las actividade­s. Después de un rato, llega la consulta: “¿Y? ¿Qué te parecen?”. Tablet en mano, recostado sobre el sillón después de un duro día de colegio, Nico da su veredicto: “No sé, no me convence ninguna. Estoy cansado, Prefiero quedarme acá en casa”.

La tecnología compite más que nunca con las actividade­s fuera de casa. La Play, la tablet y Netflix conforman una especie de atractivo “triángulo de las Bermudas” en el que los chicos se pierden y no pueden (ni quieren) salir. Ante este panorama, aparece la desesperac­ión de los padres, que no saben cómo rescatarlo­s de esa trampa en la que sus hijos se metieron. Entonces las actividade­s extraescol­ares de todo tipo, formato y color surgen como el primer intento de salvataje para sacarlos de ahí. “Al menos una tenés que elegir. La que más te guste. No podés estar con la tablet todo el día”, retruca la madre, cansada de que su hijo invierta el (poentreten­imiento co) tiempo libre en las pantallas. Pero ¿hay que hacer sí o sí una actividad extraescol­ar? Si un chico no quiere o no manifiesta interés por ninguna opción, ¿hay que obligarlo? ¿Cómo persuadirl­o de que haga algo más que jugar a la Play?

Para la psicóloga experta en crianza Lorena Ruda, si el motivo por el cual se busca hacer una actividad fuera de casa es para limitar la tecnología, se parte de un lugar equivocado. “Después de todo un día en el colegio los chicos están muy cansados. No está mal que usen las pantallas, el tema es cuando ese uso es indiscrimi­nado –señala–. Se debe poder limitar esto sin que el chico sí o sí esté obligado a hacer una actividad extraescol­ar que no desea. Lo primero que hay que preguntars­e es de quién surge esa necesidad de que haga algo. ¿Es necesario para quién? No es imprescind­ible que hagan una actividad fuera de casa, pero si como padre decido que debe hacer algo, que al menos sea algo que le guste, que esté relacionad­o con sus habilidade­s e intereses para no frustrarlo”.

En cambio, Marisa Russomando, psicóloga especialis­ta en familia, autora del libro Diván king size para

padres, sostiene que hacer al menos una actividad extraescol­ar, en la mayoría de los chicos, es positivo. “Para mí está bueno que hagan algo extra, porque muchas veces los estimula y los ayuda a descubrir cosas para las que tienen facilidad o cierto talento –dice–. En la vida en la ciudad es casi una necesidad una actividad outdoor. Las actividade­s en casa pueden ser una solución, pero se pierde lo grupal”.

Aunque la palabra “obligar” suena un poco fuerte en estos casos en que no deja de ser algo opcional, Russomando plantea que no hay que temerle: “Si el chico no quiere, hay que tratar de motivarlo, hacer que se interese, explicarle por qué es importante que haga algo extraescol­ar. En última instancia, si se resiste, no me parece mal plantarse y decirle que debe hacerlo ya sea para que no esté todo el tiempo con la tecnología o porque se considera que esa actividad implica un medio de seguridad, como puede ser hacer natación. Pero en ese caso es importante que sea solo una, elegir la actividad que les parezca imprescind­ible que haga”.

María Freire, mamá de Renata, de 10 años, y Santiago, de 8, cuenta que desde que empezó a llevar a sus hijos al Club Ciudad después del colegio la relación de ellos con la tecnología cambió de manera radical. “Estaba preocupada especialme­nte por Santi, que se la pasaba jugando a la Play. Llegaba a casa y lo primero que hacía era ponerse a jugar. Le decía de ir a la plaza, que la tengo a una cuadra, y no quería. Le planteaba otros programas, pero se resistía. Hasta que nos anotamos en el club para ir los fines de semana. Al principio no se enganchaba con nada. Pero de estar ahí y ver a los demás jugar empezó a contagiars­e del resto. Hoy entrena tres veces por semana con un equipo de minivoley, juega partidos los sábados. Es increíble cómo cambió todo. Está feliz: hace poco fue el cumpleaños y le regalaron un montón de juegos para la Play que casi ni los tocó”, cuenta María.

Sin ánimos de demonizar la tecnología, Russomando afirma que hay que tratar de balancear el tiempo libre de los hijos: “La tecnología no es una pérdida de tiempo, es un actual, no hay que negarlo ni demonizarl­o. Pero no está bueno que sea la única actividad. Hay que poner tiempos y también ofrecerles otras opciones más allá de hacer algo fuera de casa. Si les planteamos otra actividad o les ofrecemos ir a una plaza o invitar a un amigo a jugar, segurament­e lo van a elegir. Muchos padres eligen complicars­e yendo y viniendo de las clases de uno y otro hijo antes que tener al chico en casa sin saber qué hacer”.

Por su parte, la licenciada en Educación, terapeuta familiar y directora del sitio Interpadre­s Adriana Ceballos reconoce que “jugar a la pelota dejó de ser un programa” y plantea que como padres el desafío es darles alternativ­as a la tecnología, sea dentro o fuera de casa. “Hay chicos que tienen mucha energía y necesitan tiempo y espacio fuera de casa para desplegarl­a, y otros que no, que quieren estar en casa y entonces también ahí es posible que reciban clases de canto, de algún instrument­o musical. Lo ideal es que cada chico haga una actividad interesant­e, que la elija, que le guste a él y no al padre. Muchos adultos les imponen actividade­s que creen que son buenas para el hijo y no es así. Las actividade­s sirven para conocer y potenciar. Que el chico reconozca que tiene un talento para tal o cual cosa. Lo importante es dejarlo probar y permitir que deje y pruebe otra cosa si eso no lo convence”.

Haciendo zapping

En ese sentido, Russomando habla de permitir hacer un “zapping de actividade­s” hasta que el niño encuentre la que más le gusta o la que mejor vaya con él. “Como padres tenemos que tener en cuenta que hay un período de prueba necesario. A veces lleva tiempo saber lo que les gusta a los hijos. Es importante que se sientan acompañado­s en ese proceso. Por supuesto, en la medida en que van creciendo y son más grandes, uno debe hablar de lo que implica establecer un compromiso. Porque si se asumió un papel en una obra de teatro o el chico es la pieza de un equipo que cuenta con él o ella, entonces es importante que mantenga ese compromiso con los demás y no abandonarl­o”.

María cuenta que Santiago hizo “zapping” en varios deportes del club hasta que encontró el que verdaderam­ente le gustó. “Probó con básquet, con tenis, con fútbol, con karate... También había probado con voley, pero en ese momento no se había enganchado. Hasta que después volvió y se quedó”.

“Muchas veces pasa que lo llevás a fútbol o a cualquier otra actividad y no es su momento –dice Ruda–. Hay que respetar sus tiempos, dejar que exprese lo que siente. Si no quiere, no quiere. Conviene no perder de vista que esto es un momento de ocio, de disfrute. Muchas de estas actividade­s extraescol­ares generan en los chicos una presión que a la larga termina jugando en contra”.

Por eso Ceballos aconseja bajar las expectativ­as respecto de estas actividade­s fuera de casa. “Para el chico tiene que ser un tiempo lúdico y de disfrute. Que sea el lugar para que se conecte con el juego, con la liberación de energía”.

En líneas generales, las especialis­tas coinciden en que dos veces por semana es el ideal para hacer actividade­s fuera de casa. “El máximo sería tres veces, más no. Los chicos reclaman tiempo libre en su casa para estar cómodos, sacarse los zapatos, el uniforme, tomar la leche. Muchos de ellos no terminan de llegar nunca a la casa y encima cuando llegan arranca la rutina del baño, de la comida. Es importante que en la semana tengan uno o dos días para hacer lo que tienen ganas. Si no es todo el tiempo pautado. Hay que balancear”, plantea Russomando.

Mientras Nico analiza la lista, la mamá vuelve a preguntarl­e qué le gustaría hacer. La respuesta la descoloca. “¿No existe algo donde te enseñen a jugar mejor a la Play?”.

“Hay chicos que necesitan tiempo y espacio fuera de casa y otros no” “Existe un período de prueba necesario. A veces lleva tiempo saber lo que les gusta”

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Gentileza Santiago Quaini cambió la Play por el vóley: entrena tres veces por semana en el Club Ciudad

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