La interacción entre humanos y autónomos
¿Podemos convivir con los vehículos sin conductor?
El lunes último en Tempe, Arizona, un sistema autónomo de prueba de Uber (sobre unidades Volvo XC90) arrolló y mató a una mujer, lo que se convirtió en el primer accidente con víctimas fatales en el que está involucrado un auto de este tipo y un peatón. Aunque el accidente está bajo investigación, las autoridades de Tempe aclararon algunas cuestiones: 1) el vehículo circulaba en modo autónomo de noche (con un operador); 2) la mujer, Elaine Herzberg, de 49 años, invadió la calzada fuera de la senda peatonal, caminando junto a su bicicleta (no circulaba con ella); 3) no hay indicios que el auto, a 65 km/h, intentara frenar. Puede sonar duro, pero esto era algo que los desarrolladores de autónomos sabían que podía suceder. ¿Por qué? La principal preocupación de los expertos es, precisamente, la interacción de estos robots con los humanos. Por más errores que cometamos, hay un código visual entre los conductores, y de éstos con los peatones, ciclistas y motociclistas. Un gesto, un ademán, una mirada en muchas ocasiones sirven de lenguaje para acordar ceder el paso o hacer una maniobra. Esta comunicación es imposible con un vehículo autónomo. Por otro lado, los humanos no escarmentamos de nuestros errores. En este caso, negligencia por cruzar fuera de la senda peatonal; en otros, distraerse con el celular, y la lista sigue. Así, por más sensores que tenga un vehículo autónomo, no podrá evitar todos los incidentes viales (lo que pone en duda la meta de accidentes cero que los propulsa), porque la física sigue vigente también para ellos (inercia, etcétera). Sin embargo, antes de abominar de los vehículos autónomos, los humanos debemos corregir nuestras conductas en el tránsito.