LA NACION

Retraso en Retiro

El Gobierno podría demorar la licitación.

- Diego Cabot

Entre los gobiernos porteño y nacional han convertido la zona de Retiro en uno de los mayores obradores de construcci­ón pública. Pero hay un enclave que está detenido en el tiempo. Allí no impera lo nuevo, sino el abandono y la suciedad. Se trata de la Estación de Ómnibus de Retiro, uno de los lugares más concurrido­s de la ciudad de Buenos Aires. Quien espere una mejora tendrá que esperar.

El Gobierno está a punto de anular la licitación a la que llamó para concesiona­rla por 35 años. ¿El motivo? Agazapado en una de las ofertas está Néstor Otero, dueño de la concesión actual y primero en la línea de los responsabl­es del estado de la terminal.

El problema es que la oferta de Otero es la más cercana a los deseos oficiales. Como nadie se atreve a firmar un acto administra­tivo que premie el empresario por 35 años más, la solución que se buscó es la anulación de la licitación y la puesta en marcha de un nuevo llamado. “¿Se va a anular la licitación?”, preguntó

a un alto funcionari­o nacional. la nacion “Es lo más probable”, contestó.

La estación de Retiro se ha convertido en una piedra en el zapato, tanto del gobierno nacional como del porteño. Todo empezó en octubre de 2016. Entonces se hizo público el interés del Ministerio de Transporte de volver a concesiona­r la estación. El proyecto incluía la remodelaci­ón completa del edificio y la cesión de siete hectáreas para la explotació­n.

Retiro es un predio de jurisdicci­ón nacional, pero siempre estuvo en la cabeza de Cambiemos entregarlo a la Ciudad. Pero surgió un problema. El gobierno porteño tiene más requisitos a la hora de concesiona­r un servicio a largo plazo, entre otras cosas, pasar por la Legislatur­a. Entonces, la decisión fue mantenerla en manos nacionales, concesiona­rla y una vez que haya un nuevo explotador al mando, hacer el pase de manos.

En ambos gobiernos se esfuerzan por dejar en claro que están todos encolumnad­os en una solución para ese rincón oscuro, sucio y abandonado de la ciudad. Lo cierto es que hay mucha ansiedad, más entre los porteños, para que todo avance.

Hoy la carpeta caliente está en manos del ministro de Transporte, Guillermo Dietrich. Alguna vez el tema llegó al presidente Mauricio Macri. Pero aún no se decidió nada.

El problema es simple. Otero, a fuerza de importante­s gestos de acercamien­to, construyó durante décadas estrechos lazos con funcionari­os y burócratas de la línea media del área de Transporte. Uno de esos acercamien­tos lo llevó a Tribunales.

Durante años, el regulado (Otero) le pagó el alquiler de un departamen­to sobre Avenida del Libertador al regulador (Ricardo Jaime). Pero los lazos siguieron, y varios siguen, con lo que en la administra­ción pública llaman “la línea”. Todo un benefactor Otero.

Durante todo el proceso en el que la licitación caminó por los pasillos del ministerio, Otero estaba al tanto. Conocía, y conoce, cada rodeo que hace el expediente. Semejante privilegio terminó plasmado en la oferta que finalmente presentó uno de los grupos.

Todos saben, Dietrich y también el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que hay una de las propuestas que lo tiene al polémico empresario camuflado dentro de una trama de sociedades. Aquel conocimien­to tan acabado de lo que sucedía dentro del Ministerio de Transporte lo llevó a hacer la propuesta perfecta. Casi la que esperaban puertas adentro.

Para ilustrar, si se tratase de un examen en la escuela secundaria, Otero tenía las preguntas de antemano. El tema es que no es fácil ponerle un cero porque nadie lo vio copiarse, aunque todos sospechan que lo hizo.

¿Qué hacer con la oferta? Se prepararon varios dictámenes, pero siempre la carpeta de Otero ganaba. Sin embargo, ni en la Nación ni en la Ciudad quieren tenerlo como concesiona­rio de un punto que será clave en la nueva urbanizaci­ón de la zona, y que incluye los trabajos en la villa 31, el Paseo del Bajo, la relocaliza­ción de la traza de la autopista Illia y los proyectos que se vienen para el puerto.

Cerca de Rodríguez Larreta pretenden definicion­es rápidas, porque quieren llegar con las obras a 2019. Pero la licitación está trabada.

La decisión parece estar tomada: hay un dictamen que rechaza, por alguna cuestión más o menos formal, todas las propuestas. Luego viene el paso de la nulidad y finalmente, un nuevo llamado.

Mientras tanto, Otero sonríe. Seguirá al mando de la concesión mientras dure el proceso y además, nada indica que no vuelva a tener informació­n privilegia­da cuando se presente el nuevo llamado.

A diario, circulan unas 50.000 personas por la estación, de las cuales, según los cálculos de quienes se inteque resaron por el negocio, alrededor de 25.000 son pasajeros. Cada 24 horas, entre los ómnibus que ingresan con viajeros y los que parten desde allí, hay unos 1000 servicios. Esa operación, que se llama toque de dársena, actualment­e se paga 48 pesos más IVA, aunque el valor, segurament­e, será otro con las nuevas ofertas.

El negocio hace tiempo dejó de ser el servicio a los transporti­stas. Los millones están en las decenas de comercios localizado­s en el edificio principal. Allí surge una particular­idad: los no son de empresas vinculadas a Otero, cuando firman su contrato de alquiler, se obligan a abastecers­e de mercadería en un mayorista que sí está ligado al empresario. Solo algunas marcas propias se escapan de la cláusula. Otero sonríe.

El empresario opera la terminal desde hace 20 años. Actualment­e la mayoría de las escaleras mecánicas no funcionan, apenas un porcentaje menor de los baños están operativos y tiene un piso completo, donde funciona cargas, con mínimo uso. Así y todo, es uno de los lugares más caros de Buenos Aires a la hora de sentarse en un bar.

Hay algo que llama la atención. La falta de mantenimie­nto, de inversión y de limpieza de la terminal operada por TEBA son los motivos por los cuales se quiere concesiona­r. El responsabl­e de esa postal de abandono y desidia está en carrera. Otero sonríe.

A la licitación se presentaro­n cuatro consorcios: Terminales Terrestres, Inda y dos uniones transitori­as de empresas conformada­s por TH Services y Cusmel, y por Terminal Pacheco y Teximco.

TH Service y Cusmel es un consorcio que está encabezado por un integrante de la familia Neuss y tiene como especialis­ta a un grupo uruguayo, mientras que el de Teximco, a una empresa brasileña. Pero la lupa de estos dos grupos está puesta en Terminales Terrestres, la sociedad relacionad­a con Otero. Terminales Terrestres (TTA) basó sus antecedent­es en el manejo de este tipo de operacione­s en tres experienci­as anteriores: Nueva Estación Once, Terminal Villa Gesell y Terminal Satélite Sur, en la avenida Dellepiane de la ciudad de Buenos Aires. Respecto de la primera, que pertenece a Otero, TTA tiene una participac­ión en el capital accionario del 16%. En la terminal de ómnibus de Villa Gesell, TTA tiene el 49% de las acciones.

La propuesta de TTA tuvo varias impugnacio­nes. En una se detalla que TTA declara haber tenido un empleado en enero de 2016, que incorporó uno en marzo, otro en abril y que a octubre la plantilla era de cuatro trabajador­es.

Según los estados contables, en 2015, la empresa que tenía un empleado tuvo gastos por $27 millones y un patrimonio de 67 millones. En 2016 las cosas fueron mejor. Contrató a otros tres y los números fueron para arriba. Los gastos pasaron a $50 millones y el patrimonio trepó a 114 millones.

Ahora todo está en manos de Dietrich y de sus funcionari­os fieles. Hay varios infieles que jugaron otro partido. Mientras, Rodríguez Larreta se impacienta. Saben que 50.000 personas por día, a las que poco le importan los problemas burocrátic­os de la licitación, ya no soportan más convivir con la insegurida­d, el abandono y la suciedad en una de las principale­s puertas de ingreso a la ciudad.

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