LA NACION

Schwartzma­n le brindó una clase a Jarry, en la antesala de la Copa davis

previo al partido de la zona americana, se impuso por 6-3 y 6-1 sobre el chileno; en cambio, preocupa el nivel de pella y Kicker

- Ariel Ruya

Parece el típico ambiente de Copa Davis. La adrenalina lo abarca todo: lo de afuera, lo de adentro. Aunque en la pista, verdaderam­ente, el suspenso dura apenas un puñado de minutos. En las tribunas, hay banderas argentinas y chilenas. “Diego,

Diego”, se entona, antes del infaltable “Vamos, vamos Argentina”. Del otro lado –algunos menos, aunque bastante ruidosos–, gritan el “Chi,

chi, chi, le, le, le, viva Chile”, con alma y vida. Es un partido de Miami, un clásico Masters 1000 que apenas calienta motores, pero parece un electrizan­te duelo copero, más caliente que los 25 grados que delata el termómetro en el mediodía de Florida. Diego Schwartzma­n, luego de algunos minutos con ciertos deslices, le ofrece una lección de tenis a Nicolás Jarry, la mejor raqueta chilena. No solo sigue adelante en un torneo de excelencia: es una antesala formidable para la serie de la Zona Americana, todo un suplicio para el equipo argentino, que apenas unos meses atrás logró el título por primera vez en su historia.

“Tuve una charla con un grupo de chilenos, pero todo con respeto. En Río de Janeiro fue un poco más caliente, pero siempre con respeto, que no pase de ahí. Hubo ambiente de Copa Davis, con mucha gente de la Argentina y de Chile, así que fue una linda preparació­n”, avisa Peque, que obtuvo un triunfo contundent­e frente a Jarry por 6-3 y 6-1 y avanzó a la tercera rueda del torneo, que reparte premios por 8.909.960 dólares. Diego, campeón este año del ATP 500 de Río de Janeiro y con el mejor ranking de su carrera (16°), se impuso en 1 hora y 17 minutos sobre el ascendente chileno.

Schwartzma­n, surgido en el Náutico Hacoaj, ya le había ganado el mes pasado en las semifinale­s de Río de Janeiro por 7-5 y 6-2, y acrecienta la confianza, porque dentro de dos semanas segurament­e volverán a encontrars­e, en la serie de Copa Davis que la Argentina y Chile jugarán en San Juan, el 6 y 7 de abril, por la Zona Americana.

“El resultado del primer set es mentiroso, fue bastante parejo. No pude sacar bien, algo que ya me había ocurrido en Indian Wells. Tengo que mejorar esa parte de mi juego. Después, devolví muy bien y cometí pocos errores. Nicolás viene jugando un tenis increíble y el saque es uno de sus fuertes”, cuenta Diego, que entiende que el contexto será diferente dentro de pocos días. Pero... “Falta un poco para la Copa Davis, será otra superficie, otro lugar, otra altura. Va a ser un ambiente totalmente distinto, pero obviamente que esto ayuda. Es bueno, también conocer –y ganarle– a Nicolás. Chile tiene un buen equipo”, confiesa.

Algo de razón tiene Schwartzma­n: la superficie será polvo de ladrillo, se jugará en un escenario bajo techo y tendrá unos 600 metros sobre el nivel del mar. Y el “clima” será otro: las gradas jugarán su propio partido. La lista se dará a conocer el martes próximo; por algunas bajas rutilantes –Juan Martín del Potro repitió que no volverá a jugar en esta competenci­a– los otros singlistas serían Diego Pella y Nicolás Kicker, que no representa­n el mismo salto de calidad.

Kicker cayó ante el estadounid­ense Frances Tiafoe, un crédito local, por 6-3 y 7-6 (7-4), en otro partido de la primera rueda. De 25 años y 87° en el ranking, tuvo un crecimient­o vertiginos­o en la última temporada, exhibe un revés interesant­e, a una mano, aunque la derecha todavía muestra signos de debilidad y la mentalidad es una materia pendiente. Pella es otra cuestión: su carrera es gobernada por altibajos intensos. Cayó por 7-6 (7-3) y 7-6 (7-2) frente al ruso Youzhny, un viejo guerrero del circuito. El bahiense, un jugador peligroso, no puede escaparle a sus propios demonios.

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L. sladk / aP Con confianza, schwartzma­n gana y piensa en el futuro

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