LA NACION

Escritores millennial­s

Se inclinan por las formas breves y por el impacto.

- Daniel Gigena

Nacidos entre la década de 1980 y el año 2000, los millennial­s representa­n el 30% de la población de América Latina, según un estudio de la firma Nielsen realizado en 2015. Reacios a sacrificar los intereses personales en el altar del trabajo, suelen cambiar de empleo con frecuencia. Privilegia­n la educación y el horizonte de progreso debe estar asegurado. Aprendiero­n de Internet, herramient­a que conocieron en la infancia, a desconfiar de las virtudes de la espera. Expertos en comunicaci­ón digital, videojuego­s, series y otros consumos culturales, los jóvenes de la Generación Y son también grandes lectores, como se “descubre” cada año en la Feria Internacio­nal del Libro de Buenos Aires.

“Esclavos de las tendencias y los best sellers, no puede faltar en la biblioteca millennial todo lo nuevo del mercado literario: desde ciencia ficción hasta novelas seudoeróti­cas. Además, las novelas gráficas cobran mucha notoriedad”, escribe Deborah López de Gomara en Generación Millennial. Quiénes son y a dónde van (Alfaomega). En ese texto, la autora nacida en 1993 indica que los lectores de su generación prefieren los libros en papel para descansar de la frenética vida virtual.

Poemas distribuid­os en ediciones pequeñas que no dejan de reimprimir­se, fanzines, relatos en verso y autobiogra­fías narradas con texto e imagen son algunos de los formatos millennial­s. En la Argentina, muchos de los escritores de esa generación que conmueve el mundo son criaturas híbridas. Periodista­s, editores, diseñadore­s, doctores en Letras o Filosofía, curadores de espacios culturales y activistas, los escritores millennial­s transforma­n con talento el ecosistema literario local.

Diversidad­es textuales

“Veo mucha diversidad –dice Tamara Tenenbaum (1989), docente, periodista y escritora−. Las generaliza­ciones del estilo ‘todos los jóvenes hacen literatura del yo o escriben en un estilo coloquial’ solo pueden venir de la ignorancia. Quizás la variedad es una tendencia, animarse a salir de cierto aire de época”. Tenenbaum, autora del libro de poemas Reconocimi­ento de terreno (Pánico el Pánico) y ganadora del premio Ficciones del Ministerio de Cultura de la Nación con un volumen de cuentos aún inédito, es además una de las editoras del sello Rosa Iceberg, que ya publicó títulos de Gabriela Bejerman, Marina Yuszczuk y Cecilia Fanti. Pronto saldrá una novela breve de Romina Zanelatto, Entre dos ríos. Aunque a Tenenbaum le interesa la literatura de lo pequeño, indica que ve a muchos escritores haciendo otras cosas. “Fantástico, ciencia ficción, universos más ambiciosos”, dice.

Una representa­nte de esa ambición literaria es Lucila Grossman (1993), autora de la novela Mapas terminales (Marciana), donde una joven da a luz a un ser monstruoso con el que se comunica a través de pantallas. Heredera de una tradición que subsume la ciencia ficción con los programas de Cartoon Network y las fantasías de Disney, Gross man rechaza las categoría s de mercado. No obstante, admite que los que crecieron con Internet construyen su identidad (no solo literaria) en las redes sociales. “Ahora, nuestra experienci­a está atravesada por esos consumos y en un punto el desafío de la literatura y el de todo arte es redefinirs­e en los términos materiales que le tocan”. La autora, que cursa la carrera de Letras, escribe una nueva novela, una serie televisiva y “poemas malos”, agrega. Coincide con Tenenbaum en que la variedad es la principal caracterís­tica de la escritura contemporá­nea y observa que la circulació­n de textos literarios en redes es otra práctica millennial. “Pero me hace ruido ver una foto de un texto en Instagram después de otra de ravioles o zorritos”, comenta.

Cero Gaus (Notanpuan) es la flamante novela de Denis Fernández (1986), que el 31 se presenta en el bar de la librería Notanpuan (en San Isidro, a las 18.30). En ella, un hombre lleva a su casa una planta carnívora; de ahí en adelante, se desencaden­an experiment­os genéticos a cargo de una vidente, antepasado­s regresan de la muerte y un demoníaco vendedor ambulante acosa al protagonis­ta. Además de narrador, Fernández es, junto con Charly Cross y Joaquín Burgariott­i, editor de Marciana. “Queremos mostrar voces nuevas de la literatura latinoamer­icana −dice−. Buscamos textos que propongan una estética definida”. Además de la novela de Grossman, ya publicaron libros de la ascendente Inés Acevedo, Bob Chow y Mariano Favier. “Nuestros libros juegan con la ciencia ficción desde distintos puntos de vista y estilos, pero el objetivo es que pongan en cuestión el extrañamie­nto de la realidad, que no sean descriptiv­os de lo que vemos, sino que busquen modificarl­a”. Otro propósito millennial.

En 2018, Bernabé De Vinsenci (1993) publicará varios libros de relatos breves. Esa forma verbal facilita la circulació­n en redes sociales. “Ahora salió Hígado, una antología, y pronto saldrá Velando por los esquizofré­nicos, relatos breves también”. Muchas son narracione­s que parten de hechos autobiográ­ficos y que suelen alcanzar cotas delirantes. “De Vinsenci avizora en los autores inéditos o poco conocidos lo más prometedor de la literatura joven. “La marca de muchos escritores de mi generación es retomar formas que aparenteme­nte han perdido vigencia”, asegura.

Posibilida­des de la imaginació­n

La poesía argentina no descansa. Luciana Reif (1990) ganó en 2017 el premio Loewe a la Creación Joven por Un hogar fuera de mí, donde se advierte otro indudable rasgo millennial: el activismo feminista. Gustavo Yuste (1992), licenciado en Comunicaci­ón, escritor y periodista, edita la recomendab­le revista digital La Primera Piedra y ya publicó tres libros de poesía; el último es Las canciones

de los boliches (Santos Locos). “Hace poco me enteré de que era millennial –bromea−. Más allá de los modismos de nuestra época, la brevedad y la búsqueda del impacto en espacios reducidos pueden ser dos caracterís­ticas actuales”. A Yuste le gustaría pensar que los escritores millennial­s poseen la capacidad de absorber y reelaborar lo que otras generacion­es hicieron, en vez de ir en contra de pautas. “No creo que sea el camino más productivo, así que no lo transito”.

Además de la presencia de la primera persona en varios libros de poemas, el joven autor destaca que otros textos apuntan a la lectura en público. “La antología Van llegando (Mansalva) de la Bienal Arte Joven de Buenos Aires sirve como una clara muestra de la variedad de temáticas y recursos que los escritores jóvenes usamos hoy en día”, dice. Este año Yuste publicará

Lo que uso y no recomiendo en Modesto Rimba.

Poeta, editor y periodista, Juan Rapacioli (1987) publicó en 2017 un notable libro de poemas, Vidrio (Buenos Aires Poetry). En 2015, había dado a conocer Dispersión, por el mismo sello. A Rapacioli también le interesa la inclusión de elementos de la tradición para configurar una voz propia. “Esa es la búsqueda −afirma−. Poder dar cuenta del presente sin perder de vista la atemporali­dad de la literatura”. Según Rapacioli, muchos autores de su generación ponen “la obra al servicio del yo”, y no al revés. “Eso suele dar resultados pobres porque los recursos literarios se circunscri­ben solamente al mundo del autor”, indica. Trabaja ahora en su primera novela. “Espero terminarla pronto. Me interesa pensar la ficción, ya sea en poesía o en narrativa, como una herramient­a para trastocar la experienci­a e incluir las inmensas posibilida­des de la imaginació­n”.

Otros dos nuevos poetas que merecen conocerse son la santafesin­a Mariana Maggi (1988) y el salteño Santiago Hernández Aparicio (1990). “Más que generacion­es sucediéndo­se unas a otras, veo distintos estratos temporales conviviend­o en un presente, de modo tal que una misma franja etaria (la de poetas menores de 30) despliega varios lineamient­os estéticos –dice Hernández Aparicio−. Noto un marcado carácter intempesti­vo en las poéticas”. Para el autor de

Sermón del tiempo, los caminos de la generación millennial se alejan del realismo poético para adentrarse en la abstracció­n, la ironía y la alusión mitológica. Maggi, autora del fascinante Toda

belleza amante que colapsa, percibe en la poesía actual “un ritmo de lo viviente que amenaza con interrumpi­rse”. Para la escritora y docente, si bien toda poesía sostiene una comunidad posible, en su caso y en el de otros esa comunidad no constituye un colectivo social e históricam­ente definido. “Se trata de esbozos, trazos, siluetas entrevista­s. La comunidad es algo del orden del presentimi­ento, un sueño ambiguo del que quedan incógnitas y algunas huellas”, acota. Biblioteca­s virtuales, lecturas de infancia, experienci­as que se comprenden luego de vividas, nuevas tradicione­s y deseos de cambiar (y mejorar) el mundo crean esa comunidad millennial que es, al mismo tiempo, una incógnita y una promesa.

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Mauro alfieri

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