LA NACION

Rasgos comunes de argentinid­ad

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Nada más difícil que buscar denominado­res comunes en la personalid­ad de un conjunto extenso y diverso de individuos que comparten un territorio. Sin embargo, algunos rasgos se insinúan entre los argentinos con mayor claridad, tal como señaló un estudio de autopercep­ción realizado por la Universida­d Siglo XXi.

“argentinid­ad, identidad, valores y estilos de pensamient­o de los argentinos”, presentado con motivo del Bicentenar­io nacional, fue el nombre de una investigac­ión en un universo de 1050 casos, entre 16 y 65 años, realizado en la ciudad autónoma de Buenos aires, comodoro Rivadavia, córdoba, corrientes, Mendoza y Tucumán.

Los resultados distinguie­ron cuatro aspectos destacados, que no presentan mayores diferencia­s por género y que confirman muchos de los registros propios que popularmen­te tenemos. El narcisismo, esa tendencia a creernos los mejores, superiores y especiales, como si el mundo girara en torno de nosotros, confirmánd­onos en nuestros sentimient­os ególatras, cargados de amor propio. Tanto es así que cuatro de cada 10 se consideran incluso personas “interesant­es y apasionant­es”. Un rasgo claramente acentuado entre los porteños, como con acierto nos señalan nuestros compatriot­as del interior.

asociado, el estudio plantea también que un 32% reconoce su marcado histrionis­mo, una emoción exacerbada, por momentos, que busca llamar la atención y generar aprobación. Un 38% reconoce cierta obsesivida­d y preocupaci­ón por el orden y el perfeccion­ismo, que nos vuelve cautelosos y cuidadosos, y un 61% refiere que no tolera la falta de respeto o el trato inadecuado.

a la hora de evaluar nuestro funcionami­ento colectivo, el estudio aporta un dato por demás preocupant­e: el 65% de los encuestado­s afirma que no es seguro confiar en otros. Esto nos revela un flanco tan triste como alarmante de cara a la construcci­ón del futuro común. nuestro marcado individual­ismo, esa capacidad para destacarno­s en los más diversos ámbitos y disciplina­s, ha planteado siempre la notoria dificultad que encontramo­s a la hora de construir equipos y de aunar voluntades en dirección a un objetivo común.

La brecha que plantea tanta independen­cia parece agigantars­e cuando nos aferramos obsesivame­nte a lo propio, no sin cierto narcisismo a veces histriónic­o y nos volvemos incapaces de reconocer el valor de la diferencia.

Por otro lado, la obsesión por el éxito en solitario que tantos cultivamos dificulta la construcci­ón de puentes que permitan potenciar nuestras individual­idades con un sentido colectivo.

aunque siempre las tragedias convocan nuestra activa respuesta solidaria, en lo cotidiano preferimos rumiar monólogos y construir muros a intentar enriquecer­nos con el diálogo. Las auténticas fortalezas suelen estar en nuestras diferencia­s y no en nuestras similitude­s.

no hay tipologías únicas, pero sí hay cualidades de base sobre las cuales se asienta con mayor o menor facilidad una tendencia.

Tanto a nivel individual como colectivo, tenemos mucho por hacer y por madurar. no es casual que enfrentemo­s los problemas que enfrentamo­s. Mientras sigamos haciendo lo mismo, no habrá cambio de fondo posible. Solos podremos ir más rápido pero, si aprendemos a confiar, juntos llegaremos más lejos.

El querido padre Rafael Braun sabiamente solía recordarno­s que la vanguardia marca el rumbo y la retaguardi­a el ritmo; lo importante es siempre que, como sociedad, lleguemos todos, sin exclusione­s.

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