LA NACION

Un impulso adicional hacia un país más desarrolla­do

- Miguel Braun El autor es secretario de Comercio de la Nación

Para crecer de manera sostenida y reducir la pobreza, la Argentina tiene que mejorar su inserción internacio­nal. Tenemos que exportar más y mejor, con más diversific­ación de origen provincial, de destino y de productos. Tenemos que recibir más inversione­s para construir una economía dinámica y competitiv­a que genere empleo y oportunida­des para los argentinos. El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea sería un gran paso en ese camino.

El acuerdo tendría tres beneficios. Primero, mejoraría el acceso al mercado europeo, un mercado de altos salarios y elevados estándares institucio­nales que representa 17% del PBI y 30% de las importacio­nes globales.

Segundo, significar­ía una mejora institucio­nal para nuestro bloque y un aumento de la previsibil­idad de nuestras economías. En tercer lugar, y más importante, el acuerdo fomentaría la atracción de inversión extranjera directa. La Unión Europea es el primer emisor de inversión extranjera directa del mundo, con más de un tercio del total; y el principal inversor en la Argentina, con un stock de más de US$35.000 millones o 45% del total en el país. Las empresas europeas tienen una larga tradición en nuestro país en prácticame­nte todos los rubros, incluyen- do la provisión de servicios de alto valor agregado, servicios financiero­s, comercio, la industria automotriz, minería, pesca y la producción de alimentos.

Los tres beneficios (acceso a mercados, institucio­nalidad e inversione­s) están relacionad­os y se potencian entre sí. Muchas veces, los flujos comerciale­s entre dos bloques son consecuenc­ia de que hay más integració­n productiva por los flujos de inversione­s entre ellos. Este encadenami­ento productivo exige un marco institucio­nal que garantice que las empresas puedan acceder a insumos a precios competitiv­os para transforma­rlos y, a su vez, tengan abiertos los mercados para colocar sus productos; esto es justamente lo que aseguraría el acuerdo y es especialme­nte importante para inversione­s ligadas con cadenas globales de valor. Además, la evidencia lo confirma: las inversione­s europeas a Egipto, Marruecos, Sudáfrica e Israel aumentaron fuertement­e en los años sucesivos a la firma de sus acuerdos con la Unión Europea.

El acuerdo es ambicioso, pero tiene en cuenta la realidad argentina y los plazos necesarios para avanzar en la transforma­ción económica que estamos promoviend­o desde

La Unión Europea es el principal inversor en el país, con más de US$35.000 millones

el gobierno nacional. Esta transforma­ción se basa en el ordenamien­to macroeconó­mico paulatino, donde ya hay claros senderos de reducción del déficit fiscal y de la inflación. Y en un trabajo sostenido para aumentar la competitiv­idad sistémica de la economía, fundamenta­lmente a través de la reducción de impuestos, la baja de costos logísticos, el aumento del financiami­ento, la simplifica­ción administra­tiva y la inserción internacio­nal.

El acuerdo es igualmente gradual y paulatino; se prevé una transición de hasta quince años que el sector privado deberá aprovechar para adaptarse a los estándares internacio­nales: para mejorar la calidad, ampliar la escala y ganar clientes. Y el sector público deberá, asimismo, seguir avanzando en las reformas que hacen a la competitiv­idad sistémica de nuestra economía.

Estamos frente a un paso histórico. La economía crece sobre bases sólidas y avanzan los cambios de fondo: crecen la inversión, las exportacio­nes y el empleo; bajan la inflación y el déficit fiscal; mejora la logística y aumenta el crédito. Sabemos que falta mucho, pero estamos en el camino correcto. Cerrar el acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea sería un gran impulso adicional en ese rumbo que nos lleva hacia un país cada vez más desarrolla­do, con cada vez más oportunida­des y menos pobreza.

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