LA NACION

¿Qué hacer frente a una guerra comercial?

- Juan Carlos de Pablo

La decisión del presidente de los Estados Unidos de cobrar un arancel de 25% a la importació­n de productos siderúrgic­os y de 10% al aluminio amenaza con generar represalia­s por parte de los países afectados, desatando una “guerra comercial”. ¿Es cierto que en esa eventualid­ad todos los países perderían? Si esto fuera así, ¿por qué Donald Trump se arriesgarí­a a que eso ocurriera? ¿Qué podría hacer un país como la Argentina si se desatara esa guerra?

Al respecto consulté al indio Virinchirp­uram Krishnamoo­rthi Ramaswami (19291969), quien falleció al aspirar monóxido de carbono cuando tenía apenas 40 años. Al decir de Jagdish Natwarlal Bhagwati, Harry Gordon Johnson y Thirukodik­awal Nilakanta Srinivasan, “el trágico accidente interrumpi­ó una notable carrera, con contribuci­ones al análisis económico y a la formulació­n e implementa­ción de la política económica de la India”. Sus análisis teóricos fueron inspirados por la realidad, como el conocido trabajo que en 1963 escribió con Bhagwati, replantean­do la cuestión de comercio internacio­nal versus autarquía, en presencia de distorsion­es internas, cuestión que en 1950 había abordado Gottfried Haberler. También replanteó la teoría de la protección efectiva cuando existe sustitució­n entre los factores de la producción. –En el trabajo que escribió con Bhagwati, ¿afirman ustedes que el libre comercio es mejor que la autarquía solo en condicione­s ideales? –No, lo que decimos es que cuando existen distorsion­es internas, como los impuestos, las regulacion­es y otro tipo de intervenci­ones, es mejor atacar el problema en la fuente que tratar de neutraliza­rlo vía aranceles de importació­n o exportació­n. –Los estudiosos de la Gran Crisis de la década de 1930 sostienen que la que podría haber sido una más se transformó en “la” crisis por la restricció­n monetaria y la política proteccion­ista aplicada por Estados Unidos. Me interesa saber lo que ocurrió con esta última. –En 1928, un par de legislador­es de Estados Unidos, Willis Chatman Hawley y Reed Smoot, propusiero­n aumentar las trabas a la importació­n de alimentos en su país. La legislació­n recién fue aprobaba en 1930, de manera que lo que había sido inspirado en un contexto diferente en el momento en que se aprobó generó una guerra comercial. A raíz de la iniciativa norteameri­cana, Canadá primero y algunos países europeos después también aumentaron sus tarifas de importació­n. –Guerra comercial, entonces, quiere decir que un país eleva las trabas a su comercio internacio­nal y los otros lo imitan, generándos­e una espiral descendent­e o, como se dice, un círculo vicioso... –Encima de lo cual muchos países siguieron basando sus sistemas monetario y cambiario en el patrón oro. Según la autorizada opinión de Barry Julian Eichengree­n, el agravamien­to de la crisis que comenzó en 1929 se explica más por esto último que por la referida guerra comercial. –La Argentina también sufrió las consecuenc­ias. –Como bien apuntó Raúl Prebisch, quien la vivió trabajando como funcionari­o de un país periférico como el suyo. En 1931 todos decían que la reactivaci­ón estaba a la vuelta de la esquina. Pero en 1932, en vez de la reactivaci­ón, en Ottawa los países que integran el Commonweal­th crearon las preferenci­as imperiales, obligando a la Argentina a negociar, en 1933, el pacto RocaRuncim­an. –¿Es cierto que en una guerra comercial ningún país termina ganando? –Es fácil decirlo, pero si esto fuera así, ¿por qué alguien la iniciaría? –Buen punto... –Claro que podría ocurrir y la historia lamentable­mente abunda en casos como este, que quien toma la primera decisión piensa que los demás no van a reaccionar, o que aunque lo hagan quedará un “neto” a favor del país que adoptó la iniciativa y termina resultando un mal diagnóstic­o. –¿No fue creado el GATT, desde hace algún tiempo transforma­do en la Organizaci­ón Mundial del Comercio (OMC), precisamen­te para evitar esto? –No solo eso, cabe preguntar si Estados Unidos, miembro de la OMC, aumentó las barreras a la importació­n de productos siderúrgic­os y aluminio dentro o fuera del reglamento. Si esto último fuera cierto, la imagen de la OMC quedaría más desdibujad­a de lo que está actualment­e. –¿Qué podría hacer un país como la Argentina si se desatara una guerra comercial? –Alfred Marshall recomendab­a poner la cabeza fría al servicio del corazón caliente. La indignació­n sirve para interactua­r con los familiares y los amigos, pero no para tomar decisiones. ¿En qué puede consistir la represalia de la Argentina frente al proteccion­ismo norteameri­cano? ¿En dejar de visitar Disneyland­ia, la ópera de San Francisco o la biblioteca pública de Nueva York? –Pero entonces, frente a este atropello, ¿no habría nada que hacer? –Nada no. El gobierno argentino está haciendo gestiones al respecto. Además de lo cual tiene que estar atento a las gestiones que realicen otros países para actuar en consecuenc­ia. –¿Deben el resto de los argentinos auxiliar a los productore­s locales de los bienes afectados? –En principio no, porque forma parte del riesgo empresario. –Don V. K., como lo conocen sus colegas, muchas gracias.

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