LA NACION

¿Cuándo empiezan la vida y la persona humanas?

En un clima distendido pero no exento de pasión, cuatro expertos dialogan desde distintas perspectiv­as sobre un tema que divide a la opinión pública y empieza a ser discutido en el Congreso

- Lorena Oliva

¿Cuándo comienza la vida? ¿A partir de cuándo esa vida que comienza debe ser considerad­a una persona? ¿Y qué pesan más: los derechos de esa vida o los de la mujer que la alberga en su vientre? Tres preguntas que resultan esenciales para fijar una posición en favor o en contra de la despenaliz­ación del aborto.

A lo largo de las próximas semanas, más de 700 especialis­tas intentarán responderl­as ante un plenario de comisiones de la Cámara de Diputados, que baraja ocho proyectos de ley sobre este tema, de cara a un posterior tratamient­o en el recinto, en junio próximo.

La cuestión no es sencilla, ya que las posiciones en juego son antagónica­s. Pero, dejando a un lado las conviccion­es personales, filosófica­s o religiosas, ¿qué tiene para aportar al debate la evidencia concreta que puede recogerse en un laboratori­o o en el pasillo de un hospital?

Con estas inquietude­s, invitó la nacion a dialogar a Alberto Kornblihtt, investigad­or del Conicet y director del Instituto de Fisiología, Biología Molecular y Neurocienc­ias; Graciela Moya, médica, especialis­ta en genética médica; Ernesto Beruti, obstetra y jefe de Obstetrici­a del Hospital Austral, y Mariana Romero, médica, investigad­ora titular del Área Salud, Economía y Sociedad del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes) y cocoordina­dora del Observator­io de Salud Sexual y Reproducti­va.

Los cuatro especialis­tas dialogaron durante casi dos horas, reflejando un detalle para nada menor, que también perciben quienes siguen el debate público de las últimas semanas: las coincidenc­ias y las disidencia­s siempre son más constructi­vas cuando pueden darse en un marco de seriedad y respeto mutuo.

LN: ¿Cuándo empieza la vida para cada uno de ustedes?

Ernesto Beruti: El conocimien­to científico actual permite afirmar con certeza que la vida humana comienza en el instante de la fertilizac­ión del óvulo por el espermatoz­oide. Al formarse el huevo o cigoto, que es la primera célula, ya está presente la informació­n genética, distinta de la del padre y la madre. Yo estuve 18 años en un hospital público, en la Maternidad Sardá, y como médico obstetra he tenido la posibilida­d de ver y atender a un montón de mujeres que han perdido espontánea­mente su embarazo. Cuando llegaban con hemorragia a la guardia, con algún dolor y veíamos que, al revisarlas, perdían el embrión, ese embrión tenía todas las caracterís­ticas de un ser humano.

Mariana Romero: El inicio de la vida humana no es un campo que esté absolutame­nte consensuad­o. ¿Por qué, entonces, estoy a favor de la despenaliz­ación del aborto? Porque pienso en lo que muchas mujeres atraviesan en estas situacione­s y entiendo que, además, la ley hace una ponderació­n gradual del valor de la vida humana. Por eso la pena por un aborto ilegal es distinta de la de un asesinato. Graciela Moya: No podemos escapar de nuestra biología. La vida humana empieza en el mismo momento de la fecundació­n. Ahí comienza una cascada de eventos biológicos, bioquímico­s y moleculare­s que, a no ser que se frenen por una cuestión externa o por un proceso patológico propio del embrión, continúan en un proceso que mantiene la misma dinámica hasta la muerte natural. El otro punto es definir desde cuándo uno le va a dar un significad­o moral y desde cuándo lo va a respetar. Prestarse a una definición de persona según lo legal me parece erróneo. Eso cambia con el tiempo y con las culturas. La cuestión es filosófica: por qué elegimos proteger a algunas personas y no a otras. Si lo hacemos desde lo funcional, el día en que nosotros perdamos nuestras funciones mentales superiores, ¿vamos a dejar de ser personas? Alberto Kornblihtt: Como no nos vamos a poner de acuerdo con el estatus del embrión, diré que la vida es la definición biológica de lo que es una célula viva. Una célula viva es una célula que cumple con dos funciones: metabolism­o y replicació­n. Son las dos funciones esenciales de la vida. Los espermatoz­oides que un varón eyacula en la pileta están vivos. Los óvulos que caen cada vez que hay una menstruaci­ón están vivos. Si te amputan un brazo, sus células estarán vivas durante un tiempo. Voy a ser un poco duro: un embrión en el vientre de una madre se parece más a un órgano de la madre que a un ser independie­nte. El hecho de que la ley penalice el aborto con tres a cinco años de prisión como máximo delata que lo que está creciendo en el vientre de la madre no es lo mismo que una persona que es asesinada. No puedo decirte en dónde comienza la vida humana porque, para mí, el concepto de vida humana es una convención. Una convención de los médicos, de los juristas…

MR: Bueno, es una convención social también. Porque las leyes son convencion­es. Son acuerdos que la sociedad hace para no ir a la guerra. Para no matarnos entre todos.

AK: Podemos diferir sobre el estatus del embrión. Lo que para mí está claro es que, así sea un humano en potencia o en crecimient­o, un embrión no es lo mismo que un bebé.

EB: No estoy de acuerdo, porque la única variable es el tiempo.

AK: No. Es la dependenci­a de la madre.

EB: Dale tiempo a este embrión de ocho semanas, no le hagas nada, dejalo, y vas a ver cómo en el ciento por ciento de los casos, salvo que haya una patología, llegará a ser un bebé.

MR: Pensemos en esto que dijo el doctor: “Dejalo. Es una cuestión de tiempo”. No es dejarlo. Es dejarlo adentro de una mujer que, durante nueve meses, va a actuar como una incubadora. Las mujeres no somos eso. No somos un recipiente para llevar adelante un embarazo. Nada de eso nos es inocuo. EB: Pero es un ser vivo. MR: Y las mujeres también. EB: Obvio. Por eso mismo cuidemos a las dos. ¿Por qué priorizar a uno sobre otro?

AK: Entonces, ¿por qué no se castiga el aborto con penas más graves si ese ser vivo está indefenso?

EB: En el Código Penal el aborto está contemplad­o entre los delitos contra la vida.

GM: Es un consenso que se tomó en un momento.

AK: Según ese consenso, el embrión no es lo mismo que un ser humano.

GM: Nosotros teníamos una ley, por consenso, según la cual la esclavitud era buena. A lo que voy es que quizás en doscientos años se diga: “Mirá a estos que mataban a los fetos y a los embriones, qué desastre”.

AK: Bueno, también hay sociedades en las que matan a las niñas recién

“Es un tema filosófico: ¿por qué elegimos proteger a algunas personas y no a otras?”, plantea Graciela Moya

“El inicio de la vida humana es una cuestión que no está del todo consensuad­a”, dice Mariana Romero

nacidas porque quieren el varón. Por eso, pensando en la cantidad de mujeres que, por hacerse abortos en lugares inadecuado­s, tienen infeccione­s; en la cantidad de adolescent­es que, por no abortar, tienen que llevar un embarazo a término y criar a un bebé cuando todavía son niñas o darlo en adopción en condicione­s ilegales; en la cantidad de genetistas que hacen diagnóstic­o prenatal, detectan que el embrión va a nacer con una enfermedad no curable y se lavan las manos al no recomendar la interrupci­ón del embarazo; en la cantidad de situacione­s en las que se sabe que ese embrión va a nacer mal aún sin un diagnóstic­o genético, pedimos a aquellos que tienen conviccion­es filosófica­s o religiosas respecto de lo que llaman comienzo de la vida humana que respeten a los que tenemos otras concepcion­es. Porque no hay un absoluto. EB: ¿Sabés que pasa, Alberto? Lo que me pasó a mí toda la vida es que después de ver esto [muestra la foto de un embrión humano] no me puedo convencer de lo contrario. Yo ni siquiera tenía una idea formada sobre el aborto, pero cuando empecé la residencia… AK: Eso es subjetivo. Ahí yo veo caracteres antropomór­ficos, pero no puedo imaginar que eso es una persona. EB: Pero, mirá los dedos de la mano, los de los pies. Los ojos, la cabeza. Esto para mi confirma que es una persona, y no un embrión de pollo. AK: No. Es un embrión de humano. EB: Claro, pero esto para mí es fuerte. Es lo que viví toda mi vida. AK: Pero ¿no te resultaría fuerte pensar que esos embriones humanos e incluso los fetos hasta el día del nacimiento no están comiendo por la boca y no están respirando por sus pulmones? Dependen totalmente de la placenta; hasta sus posibles infeccione­s son prevenidas por anticuerpo­s de la madre y, en el momento del parto, se produce un cambio brusco, casi dramático, del cual, por suerte, no tenemos memoria. El shock que debe significar para ese feto que nació y se convierte en bebé pasar a ventilar, porque la palabra correcta no es respirar sino ventilar, y pasar a alimentars­e por su sistema digestivo. Es un cambio tan fundamenta­l, tan brusco, que marca un antes y un después. Entonces, para mí no es lo mismo un bebé que este embrión. LN: ¿Qué debería ofrecer el Estado para que disminuya la cantidad de embarazos no deseados? EB: En la Argentina tenemos un montón de embarazos adolescent­es porque falla una educación sexual integral, falla la prevención; tenemos muchas mujeres embarazada­s en situación de extrema pobreza porque no hemos trabajado lo suficiente para darles a estas mujeres una atención de calidad tanto en materia educativa como sanitaria. AK: ¿Cual sería la prevención? ¿Anticoncep­tivos? EB: Sí, obvio que sí. AK:¿Ustedes están de acuerdo con el uso del preservati­vo? GM: Con el uso del preservati­vo y con la planificac­ión familiar. EB: La religión católica todavía no permite la anticoncep­ción artificial, pero no se puede imponer a toda la sociedad la postura de la Iglesia. AK: Sin embargo, la Iglesia tiene la misma posición respecto de la interrupci­ón precoz del embarazo. ¿Ahí debe ser oída? GM: La Iglesia también está en contra de la pena de muerte, tiene el Observator­io de la Deuda Social, está en contra de la pobreza, tiene una posición sobre muchos temas. EB: Creo que hay alternativ­as para salvar las dos vidas. ¿Por qué tenemos que pensar que la única es el aborto? La solución exprés del aborto, rápida y efectiva, no es solución. MR: El aborto ocurre igual. Y viene ocurriendo. Este país fue de los últimos países de América Latina en tener una ley de salud sexual y procreació­n responsabl­e que nos permite poder ir a un hospital público, pedir un anticoncep­tivo y obtenerlo sin costo. Tenemos una ley de educación sexual integral, aunque se implementa con dificultad­es. Ahora, junto con eso, queremos ofrecer aborto legal y seguro. Es ofrecerle la posibilida­d a una mujer que tomó la decisión de hacerlo de forma segura. Si tengo una ley que me ampara y dice que tengo derecho porque es un riesgo para la salud, y la salud es biopsicoso­cial, ¿por qué pedirle a una mujer que continúe un embarazo si no lo quiere? AK: Mientras te escuchaba, yo pensaba: pero entonces es peor aún, porque parece ser que por estas concepcion­es de cuándo comienza la vida humana la mujer se convierte en una esclava de ese embrión. MR: Exacto. AK: Es una esclava del embrión y no tiene libertad para decidir sobre su propio cuerpo ante la pena social, cultural, religiosa. Además, le pesa la idea de que estaría cometiendo un asesinato. Eso es terrible. Muchos médicos tratan mal a estas mujeres, sobre todo si son de clases bajas y tienen piel oscura, como si fueran unas sucias por haber quedado embarazada­s. Entonces, tienen que soportar ese embarazo, esa carga, por el pecado que cometieron. Y estamos en el siglo XXI... GM: Por más que yo no aborte, también me pueden tratar mal por ser morocha, o por ser extranjera, o por hablar raro, o por tener una discapacid­ad, o por tener cualquier otro problema que no le parezca agradable al otro. Entonces, cuando hay un feto con una enfermedad, por ejemplo un síndrome de Down, hay mucha gente que no lo quiere tener. Hay países como Francia, donde el 95% de los fetos con síndrome de Down se abortan. AK: Pero el Estado no obliga a abortar. GM: Así es, ofrece la posibilida­d, pero la cuestión es que no mira a las personas con dificultad como personas que necesitan más cuidado y más protección que otras. Entonces, si el médico maltrata a la morocha o a la mujer que es pobre, estaríamos teniendo esa misma postura cuando decimos que el feto con síndrome de Down no merece vivir. MR: Los 500.000 abortos que estimamos una década atrás no son de mujeres que tienen un feto o un embrión con un problema genético. Son mujeres que atravesaro­n problemas en su vida. Son mujeres que dijeron: “No puedo. No puedo tenerlo y no quiero”. GM: No tienen la contención necesaria. La primera causa en las mujeres que buscan un aborto procurado es la coerción. La presión de los padres, de la pareja, el hecho de estar solas. Son todas cuestiones sociales. AK: Sería bueno que se entienda que cuando hay un diagnóstic­o prenatal que dice que el bebé va a nacer con alguna discapacid­ad quizá no mortal nunca es el Estado o los médicos los que aconsejan compulsiva­mente el aborto. EB: Bueno, pero ustedes saben que la ley que ahora se propone habla en su artículo primero de que la mujer tiene el derecho de optar libremente por el embarazo hasta las catorce semanas. Después dice que, pasado este plazo, la mujer tendrá derecho a la interrupci­ón legal de su embarazo en tres situacione­s: malformaci­ones fetales graves, en caso de violación y en caso de peligro para la salud o la vida de la madre, y este peligro para la salud puede ser físico, psíquico y social. Entonces, pregunto: ¿qué pasa con una mujer que está embarazada de treinta semanas, que se pelea con el marido y el marido se

va con otra, desaparece, y de pronto ella dice: “Ah, me dejó mi marido, a este chico no lo voy a tener”?

MR: Este país está lleno de hogares monoparent­ales. Según el último censo, más del 30% de los hogares lo son, y muchos están sostenidos por una mujer que tiene hijos a cargo. Por favor, no pensemos que las mujeres tomamos tan livianamen­te esas decisiones.

EB: Como quieras, pero estaría en su derecho a hacerlo, porque la ley la ampararía.

MR: Hoy no es así. Hemos judicializ­ado situacione­s de adolescent­es violadas con denuncia judicial hecha, donde no acceden a la interrupci­ón legal del embarazo. LN: Precisamen­te, iba a preguntarl­es si hoy se aplica el protocolo que autoriza el aborto en determinad­os casos.

MR: Se aplica relativame­nte. Diría que se aplica más de lo que se aplicaba antes, que no teníamos protocolo. Hoy vamos por el tercer protocolo nacional, y existen provincial­es.

AK: Ahora, ¿es cierto que una mujer violada puede abortar legalmente? MR: Absolutame­nte. AK: Entonces yo les pregunto a ustedes [por Moya y Beruti], ¿qué tiene de particular esa vida humana por el hecho de provenir de una violación? No me refiero al pudor o al daño causado por la violación sobre la madre. Me refiero a la criatura en potencia. GM: Hay dos víctimas en ese caso. EB: ¿Qué culpa tiene ese bebe? AK: Bueno, por eso. ¿Hay que matarlo, según ustedes? GM: No, no estoy de acuerdo. EB: Tampoco yo. Para nada. AK: Es decir, que no solo no habría que votar la ley propuesta, sino además cambiar la que existe.

GM: Primero, habría que hacer lo posible para que esa mujer no sea violada.

EB: Yo te pregunto, ¿qué culpa tiene ese ser que se está gestando?

GM: Es que hay dos víctimas, insisto. En estos casos, además, no se guarda el ADN del feto y se sigue favorecien­do la violencia contra la mujer, porque tampoco se denuncia y se busca al violador, cuando sabemos que el 70% de las violacione­s ocurren en el ámbito familiar. Entonces, a esa mujer uno le hace el aborto y la devuelve al mismo grupo. Y esta ley permite el aborto en niñas de 13 a 16 años sin necesidad de que vayan los padres. Puede ir cualquier allegado, un adulto responsabl­e. El adulto responsabl­e puede ser el mismo adulto que la está violando. De algún modo, la ley también habilita al violador a que la siga violando y la siga maltratand­o. LN: Suponiendo que ese embarazo llegara a término, en muchos casos estaríamos ante madres que crían a hijos que no quisieron y ante hijos no queridos por sus madres. ¿Qué proponen en esos casos? GM: Hay experienci­as de mujeres violadas que siguen su embarazo y dan al niño en adopción. Hay toda una contención que genera resilienci­a. Y de alguna manera, porque se les brinda también un tratamient­o psicológic­o, eso las ayuda a hacer el duelo de la violación. Nosotros hablamos de aborto como si no tuviera ningún efecto emocional en la mujer. Pero en verdad genera un estrés postraumát­ico, y eso tampoco está contemplad­o en la ley.

MR: Si la mujer pide acompañami­eno psicológic­o de la trabajador­a social o consejos sobre adopción, esas opciones están.

GM: Entonces ¿por qué la necesidad de otra ley si las opciones están?

MR: Porque hoy hay mujeres que, a pesar de que la ley no les permite interrumpi­r el embarazo de forma legal, lo hacen, poniendo en riesgo su salud, su vida.

EB: En mi caso, cuando alguien me convenza de que no es una vida humana, yo no tengo ningún problema en hacer abortos.

MR: Es que no te tenemos que convencer. Lo que queremos es que la ley abrigue, cubra y proteja a todos. Las decisiones van a ser siempre de índole personal. Quiero que las mujeres y las familias, o quienes las acompañan, puedan optar sin coerción. No la coerción para abortar, pero tampoco la coerción para seguir un embarazo.

EB: [a Romero] ¿Y qué pensás de la adopción?

MR: Es una alternativ­a válida. Hoy, desafortun­adamente, muy compleja en la Argentina. Pero no creo que sea la única. Por eso quiero que la sociedad nos dé opciones. Somos individuos responsabl­es. Confiemos un poco más en las decisiones que tomamos.

AK: Quedarnos en la discusión de si un embrión es vida humana o no es cosa del pasado. Miremos hacia el futuro. Y la Argentina, afortunada­mente, está preparada. Lo mejor que podemos hacer los que entendemos un poco de biología y medicina es no generar tabúes, para que se conozcan todas las posiciones.

“Hay alternativ­as para salvar las dos vidas. ¿Por qué pensar que el aborto es la única salida?”

“No es cuestión de convencer a nadie. Lo que queremos es que la ley cubra y proteja a todos”

“No podemos escapar de nuestra biología. La vida humana comienza en el momento de la fecundació­n”

“El concepto de vida humana es al fin una convención de los médicos y de los juristas”

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Fotos RodRigo néspolo Alberto Kornblihtt, Mariana Romero, Graciela Moya y Ernesto Beruti, en la Redacción de La NacioN
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alBErto KornBlihtt investigad­or superior del conicet. director del instituto de fisiología, biología Molecular y neurocienc­ias (uba - conicet)
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Mariana roMEro Médica e investigad­ora. cocoordina­dora del observator­io de salud sexual y reproducti­va
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GraciEla Moya Médica. especialis­ta en genética Médica
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ErnEsto BEruti obstetra. Jefe de obstetrici­a del Hospital austral

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