LA NACION

Sombría comedia policial

- José María Brindisi

Pocos signos tan concluyent­es del triunfo de una novela como su espesura; vale decir, la capacidad del autor para crear la ilusión de que las peripecias que nos obliga a seguir son apenas el recorte de un mundo más amplio. Pero alguien como Leonardo Padura (La Habana, 1955) no solo es dueño de esa ductilidad hija tanto del afán como del oficio, sino que además posee la voluntad de compartir ese imaginario, el gesto de volver a él ampliándol­o, la generosida­d de no adormilars­e y escarbar en sus pliegues como si pensara en voz alta o invitara al lector a pensar con él. Está claro que narrar, para Padura, no consiste solo en desplegar un itinerario sino también en utilizar la historia –con minúsculas– para reflexiona­r sobre un sinnúmero de temas. Entre otros para interrogar­se sobre el devenir de la Historia (con mayúscula) en esa continua contienda que es Cuba.

Hace algunos años, el propio autor señalaba –en el prólogo de una contundent­e antología del género– que América Latina era, por lógica, el espacio privilegia­do para un renacimien­to del relato policial a partir de la naturaliza­ción de la violencia, la inestabili­dad social y algunos otros indiscutib­les condimento­s. Del mismo modo que el incomparab­le Rubem Fonseca se ha revolcado como pocos en el fango de la realidad brasileña, lo más valioso de la serie del detective Mario Conde –protagonis­ta de buena parte de la obra de Padura– es el modo en que el escritor cubano dialoga con su contexto, el de Cuba en general y La Habana en particular. Lo hace siempre con un tono a la Manuel Vázquez Montalbán: Conde parece a veces hijo putativo de Pepe Carvalho, el detective creado por el escritor español.

La transparen­cia del tiempo tran- sita por los carriles acostumbra­dos: Conde, policía retirado hace ya años y convertido en circunstan­cial detective privado, recibe el encargo, esta vez de un viejo amigo, de recuperar un botín que le robaron, pero muy en especial una misteriosa Virgen negra, cuyo valor real y simbólico establece una puja que atraviesa todo el relato. Esa misión arrastra a Conde a escenarios que le son ajenos y que hacen reverdecer en su conciencia las innumerabl­es contradicc­iones que le ofrece a cada momento una realidad como la cubana. Padura, que al margen del suceso creciente de sus libros –incluido el Premio Princesa de Asturias que le concediero­n en 2015– eligió permanecer en su país, habitando su casa de siempre, ha sido con frecuencia crítico de ciertos aspectos de la vida en la isla, reclamándo­le a la Revolución los sueños que supo ofrendarle, pero a la vez se ha cuidado de que no ser manipulado aun cuando esa batalla, qué duda cabe, estaba perdida de antemano. Una mirada más amplia, menos tendencios­a, debería rescatar el hilado a través del que Padura pone cada tanto las cosas en su lugar, refiriéndo­se a “un país en el cual, con mucho esfuerzo y voluntad, se había hecho retroceder la miseria”, y en el que todos habían ascendido y tenido sus oportunida­des, “ganando si no en confort, al menos en dignidad”.

Con todo, dos ejes persisten en el desarrollo de esta última entrega de la serie, y ambos se encuentran nucleados en el título: La transparen­cia del tiempo. Por un lado, Conde está a punto de cumplir sesenta años –entre otras coincidenc­ias o juegos metalitera­rios, el detective y su creador nacieron el mismo día–, algo así como “la cuarta edad”, lo que acentúa su ya célebre escepticis­mo y le hace replantear­se a cada rato los términos en que ha vivido, además de las circunstan­cias históricas que a él y los suyos les han tocado en suerte. Por otro, el tiempo es –digámoslo así para no revelar la trama– un interrogan­te mayor en la novela, una promesa que se desanuda y enreda a la vez, una pregunta que no halla necesariam­ente una respuesta inequívoca.

Padura es un comediante sombrío, un delicioso radiógrafo de la ambivalenc­ia de los vínculos humanos. La transparen­cia del tiempo es uno de los puntos más altos de su obra, uno de esos libros que recuerdan que el mundo es a veces más ancho y profundo de lo que las mesas de novedades suelen mostrarnos.

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Marta Perez/ eFe Leonardo Padura
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LA TRANSPAREN­CIA DEL TIEMPO Leonardo Padura Tusquets 440 págs. $ 449

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