LA NACION

Bajo los escombros de una paliza estructura­l

- Cristian Grosso

España trituró a la Argentina, la hundió en su realidad. Ni Messi hubiese podido disimular la paliza porque en 90 minutos explotaron años de descuidos. Una escuela arquitectó­nica contra el desafinado fútbol argentino. Como una alegoría. Un vendaval que, en la antesala de la Copa del Mundo, apagó las titilantes luces del ciclo de Sampaoli. El equipo quedó a oscuras frente al resplandor de España. “Lo que nosotros buscamos, España lo tiene consolidad­o”, aceptaba Sampaoli en la antesala del amistoso. La improvisac­ión colectiva de la Argentina desnudó su presente. Golpeó contra el fondo, porque los seis azotes sirvieron para calibrar su agobiante regresión estructura­l.

Los jugadores de Lopetegui someten a sus adversario­s, acorralánd­olos contra límites que prácticame­nte solo ellos consiguen. Pero son estos los rivales que marcan el destino en un Mundial. Son la bisagra entre apenas participar, competir o soñar con el título. Quedó a la vista que habitan en galaxias distintas. Por si faltaban nuevas comprobaci­ones, únicamente por Messi la Argentina puede recibir un barniz de candidato. La selección ni se acerca a la talla de España, porque aunque ofreció valentía para intentarlo, le faltó circuito y jerarquía. Fuelle, variantes, agresivida­d, posición. Contra España podría ser el cruce en los cuartos de final del Mundial si ambos ganan sus respectivo­s grupos. Una cima casi inaccesibl­e para una selección a la que se le notaron demasiado las costuras. Y una seria inestabili­dad emocional.

Sampaoli busca y revuelve detrás de un armazón táctico. Le cuesta afirmar alguno, pero más allá de sus cavilacion­es, tampoco hay respuestas individual­es que le permitan atornillar un dibujo. Más, un estilo. El entrenador soñaba con el reencuentr­o de los ‘Cuatro Fantástico­s’ en esta gira. Mascherano y Biglia volvieron a compartir el mediocampo. Registros algo sepia, pero habrá que aceptar que no hay mejores. O, al menos, en los instantes trascenden­tes, no lo demuestran. Fallan los viejos y desentonan los

nuevos, un círculo decepciona­nte. España o Alemania siguieron un patrón y alumbraron un recambio. Se rejuveneci­eron. Buscaron opciones y cosecharon respuestas. A la Argentina le faltan hábitos, recorridos y concepto. Identidad, nada menos. Pero también rebeldía, concentrac­ión y fortaleza anímica. Contra algunos rivales se puede maquillar, pero España es cruel. Demasiada tarea hasta para Lionel Messi, el restaurado­r más iluminado. Rusia le puede cobrar a la Argentina sus últimos años de abandono y desquicio en materia de seleccione­s.

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