LA NACION

La violencia sádica no aparece de un día para el otro

- Opinión Laura Quiñones Urquiza PARA LA NAcioN

David Parker Ray tenía un vagón donde sodomizaba y mataba mujeres: lo había equipado con una silla ginecológi­ca, donde las ataba; el resto de los instrument­os de tortura que utilizó fueron diseñados y hechos con sus propias manos. Al costado de la silla colgaba, en un pizarrón blanco, las excusas “más graciosas y estúpidas” que le daban las mujeres para que las dejara ir: “Estoy embarazada”, “estoy indispuest­a”, “soy madre soltera y mi hijo está solo en casa”, “tenLa go una enfermedad venérea”. Solo una mujer pudo escaparse de la “cajita de juguetes” de este asesino en serie. Lo que hacía no era un secreto, lo sabían su esposa y un amigo. El caso de Bahía Blanca impresiona por el nivel de maquiaveli­smo de los dos hombres jóvenes acusados y la aparente aprobación de su madre, manifestán­dose un alto nivel de sadismo y usando animales como instrument­o de tortura.

Se especula que las víctimas sufrieron mordeduras de perros y, quizás, humanas. Las mordeduras son habituales en delincuent­es sexuales que actúan motivados por el sadismo, como si fuese un precursor de una antropofag­ia inconclusa. idea en el sadismo es presenciar y perpetuar por el mayor tiempo posible el sufrimient­o y la degradació­n de la víctima. Es la violencia como lenguaje y regla. Aquí la maldad por inacción aparecería en su forma más cruda: el dominio psicológic­o para hacer sufrir y observar a quien hace sufrir a otros.

Los escrúpulos morales, la empatía por el dolor ajeno se desdibujan en un proceso de “desindivid­uación” y falta de cordura que encuentra estabilida­d mientras más se reduce a las mujeres a esclavas sexuales sin escapatori­a. Mujeres deshumaniz­adas hasta perder la identidad de sus cuerpos, lesionados además, según trascendió, con golpes, destornill­adores y hojas de afeitar, como si esos cuerpos fuesen profanos.

Estos niveles de violencia sádica, perversión y psicopatía no aparecen de un día para el otro: se van cimentando, acentuando y haciendo crónicos con el tiempo, en una especie de ensayo-error. La tortura como “hoja de ruta” suele aparecer primero en forma silenciosa, con conocidos, y luego con víctimas vulnerable­s o a las que se puede controlar y que a veces son elegidas al azar, pero siempre culmina con la búsqueda de satisfacci­ón emocional.

Los tres sospechoso­s detenidos no hubiesen llegado a este punto sin el conformism­o, la adaptación y la cosificaci­ón que conlleva este tipo de lenguaje entre ellos.

La mayoría de las veces las fuentes de riesgo para este tipo de actos son personales y surgen de factores relacionad­os con el egocentris­mo y la impulsivid­ad que aparece en trastornos antisocial­es de personalid­ad graves, cuya habilidad para la depredació­n y la manipulaci­ón de otros forma parte de un estilo de vida que erotiza la ira y el sometimien­to físico. Donde se construye el engranaje de una serie de desviacion­es que se unen en una especie de armonía para un ritual de terror.

La autora es especialis­ta en perfiles criminales

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