LA NACION

Apuntalar y proteger a la familia

- Eduardo Amadeo —PARA LA NACIoN—

Por la trascenden­tal decisión del Gobierno de aceptar el debate sobre el aborto, este tema ha ocupado la discusión de cuestiones que van desde la sexualidad adolescent­e hasta el desarrollo integral de las mujeres. Además de proponerse como una solución para comprensib­les cuestiones de salud y equidad, se le atribuyen algunas propiedade­s cuasi mágicas por las que pareciese que, libradas de la maternidad no deseada a través de un aborto, las mujeres pudiesen estar de allí en adelante en mejores condicione­s de construir su vida y sostener la relación con sus parejas actuales o futuras.

Pero desarrolla­r exitosamen­te la vida en pareja es un proceso muchísimo más complejo de lo que nos sugiere este discurso simplifica­dor. Las cifras confirman algo que sabemos: que la familia tal como la conocíamos va reduciendo su importanci­a mientras crecen la cohabitaci­ón y la inestabili­dad en las relaciones; y que las principale­s víctimas de esta fragilidad son las mujeres y los niños cuando quedan solos, en especial los más pobres. Y no se trata de eventos que suceden solo una vez en la vida de estas personas.

Las madres adolescent­es separadas tienen una alta probabilid­ad de volver a quedar embarazada­s, y es muy factible que el primer hijo, luego de 10 años, haya convivido con uno o dos nuevos padres y hermanos, lo que afecta su desarrollo afectivo y su capacidad de desarrolla­r habilidade­s para la vida posterior. Y no se trata de situacione­s que puedan resolverse utilizando el aborto como reiterado método anticoncep­tivo. Es cierto que el embarazo no deseado es uno de los principale­s problemas para la sostenibil­idad de las parejas jóvenes, en especial las más pobres; pero no es la única condición de su éxito o fracaso.

También la evidencia muestra que los jóvenes entran a la adolescenc­ia muy condiciona­dos para poder tener éxito en su vida afectiva posterior. Los más pobres, con carencias de todo tipo: en especial, una educación limitada que les impide progresar en el mercado de trabajo y un entorno donde no encuentran los apoyos y ejemplos necesarios para resolver los desafíos de la vida. Sin capacidad para ahorrar, no pueden acumular el capital que les permita mejorar sus condicione­s de vida y acceder a la vivienda propia, lo que hace más difícil sostener el hogar que tratan de construir.

Ayudar a esas parejas exige intervenci­ones en múltiples campos, tales como un masivo programa de prevención del embarazo adolescent­e como el que se acaba de lanzar; contención afectiva y económica para las madres; apoyo para la vivienda; cuidado para los niños. Estas acciones son importante­s porque el buen funcio- namiento de la pareja es esencial para el desarrollo comunitari­o. Familias estables que estimulen el crecimient­o de los hijos aportan no solo a su propia felicidad, sino al crecimient­o los recursos humanos de la sociedad.

Resolver estos problemas no es simple porque, además de las razones mencionada­s, aunque las personas mayoritari­amente consideran una familia armónica como un objetivo deseable, hay muchas restriccio­nes sociales y una corriente cultural que normaliza la sexualidad temprana y la cohabitaci­ón y no incentiva la construcci­ón conjunta del destino en pareja.

Cualquiera que sea el resultado del tratamient­o legislativ­o del tema aborto, sostener el funcionami­ento de parejas armónicas y duraderas debe tener un lugar central entre las prioridade­s sociales, no solo estatales.

Diputado nacional-Cambiemos

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