LA NACION

Sergio Saban (Cuesta Blanca)

Fast fashion con acento nacional

- Texto Sofía Terrile

Esta es la historia de una marca de indumentar­ia que fue contra los libros de marketing contemporá­neos. Prefirió hacer una declaració­n a través de sus locales físicos antes que apostar por la publicidad vía influencer­s y eligió ser “democrátic­a” por sobre ser aspiracion­al. Cuesta Blanca nació oficialmen­te en 1993 en una galería de Cabildo y Juramento y agotó todo su stock en un fin de semana: desde entonces, la empresa inauguró 21 locales en toda la Argentina y, solo en 2017, facturó $1000 millones.

Su particular­idad –al menos para la Argentina– es la escala y la variedad: el 20% de los percheros en los locales cambia semanalmen­te. Su dueño, Sergio Saban, lo llama “colección atomizada”, un concepto prestado del fast fashion, una tendencia representa­da internacio­nalmente por marcas como H&M y Forever 21. Se trata de las firmas que reproducen la moda de las pasarelas pero con una producción rápida y de bajo costo.

1 Ni aspiracion­al ni top: democrátic­a y accesible

“Nunca tuve pretension­es de ser ABC1”, dice Saban, y señala al público C como su mayor target. ¿Edades? Todas. ¿Cuerpos? Muchos, porque asegura que la producción más masiva le permite a la marca tener un catálogo de talles amplio.

“La amplitud de los locales me permite no tener que enfocarme en un solo público”, añade. La ecuación calidad-precio es la que guía al empresario, afirma, y añade que es lo que le permitió no adherir a las promocione­s con tarjeta de crédito. “Sufrí un poco en los primeros meses donde la competenci­a liquidaba y nosotros no, pero cuando los clientes veían nuestros precios, sabían que no hacía falta ese descuento que envenenó al mercado”, sentencia. Esta política, a la vez, logra que las consumidor­as elijan su marca aún en tiempos de contracció­n del consumo. “En esas épocas vendemos cada vez mejor”, señala. La fórmula es simple para Saban: cuando tiene mercadería, vende. O al menos así lo explica él: “El año pasado me quedaron contenedor­es que no pude ingresar. Apenas entró, vendí bien”.

2 El local como declaració­n: por qué apostar al mundo físico

Cabildo y Juramento, salón de ventas de 600 m2. Florida y Perón, 1000 m2. Santa Fe y Ayacucho, 1200 m2. La publicidad para Cuesta Blanca no son los carteles en la vía pública, sino los locales. Para el empresario, constituye­n “la única forma de ser masivo”. Muchas prendas, muchos probadores y una línea larga de cajas: así es la escala en el mundo de la moda.

El local, para Saban, es toda una declaració­n: por ejemplo, el de Santa Fe y Ayacucho requirió una inversión de US$3,5 millones. “Si nuestros locales fueran un hotel, serían el Alvear”, dice. Por ahora, la marca no tiene e-commerce, pero él sabe que deberá tenerlo en un futuro no muy lejano. “Veo muchísimo esfuerzo para vender como un local más y eso no me interesa. Creo que nuestra clave son los locales insignia”, resalta.

3 Pensar como global, actuar como latina

Saban no esconde su ambición de ser otra marca argentina con presencia en América Latina, como Prüne o Rapsodia. En principio, dice, su idea es empezar por países limítrofes, como Chile, que en este momento representa “el problema más grave” para su sector por la cantidad de argentinos que cruzan la frontera para ir de compras, aunque, admite, no fueron tan grandes los estragos en Cuesta Blanca por tener un modelo similar a aquellas marcas que están en la nación transandin­a.

El emprendedo­r reconoce que todavía le quedan plazas en el interior del país donde su marca podría crecer, como Salta o Neuquén. Para crecer, ¿aceptaría inversione­s de actores externos? “No, tuve ofertas, pero no quiero tener que consensuar las decisiones”, responde. Tampoco le interesa el modelo de franquicia­s: dice que hace casi una década lo probó, pero que no funcionó.

4 Las dos caras de la competitiv­idad

“La ropa masiva desde la Argentina no se puede exportar por un tema de costos. Tal vez un buen diseño sí, pero tiene que acompañar el precio”, resalta. El empresario está por abrir una oficina en Shanghai para conocer más sobre la producción de ropa en los países asiáticos, donde se fabrican las prendas de las cadenas de fast fashion más conocidas.

Además, desea incrementa­r sus importacio­nes desde India. “Cuando vengan las grandes marcas de afuera, no quiero que me agarren dormido. Estoy invirtiend­o a futuro: quiero tener la espalda suficiente para competirle­s. Para eso necesito igualdad de oportunida­des”, reconoce. En este momento, importa el 80% de las telas y confeccion­a el 85% de las prendas que comerciali­za en la Argentina, con un diseño local. Sigue: “[Con la apertura económica] hay muchos que van a tener que empezar de cero. Si yo tuviera que invertir hoy, no me alcanza ni para un local, pero esto ya está hecho. Si a mí me dejaran importar cada vez más, estaría vendiendo mucho mejor”.

5 Profesiona­lizar la intuición

Saban se dio cuenta de que Cuesta Blanca era una marca grande cuando llegó a hacer una de sus recorridas de rutina por un local y lo atendieron como un cliente más. Su camino empezó a los 13 años, cuando trabajaba con su padre en un local textil en Munro y siguió casi con anteojeras, solo guiado por su pasión por el comercio, aclara.

En 2009 le compró la mitad de la empresa a su socio, con el que fundó la marca en 1993, y comenzó la verdadera expansión a medida que el metraje de los locales aumentaba. “Yo estaba enfocado en hacer lo que a la gente le gustara y recién ahora estoy profesiona­lizando la empresa. Por suerte tomamos las riendas a tiempo”, admite. La compañía hoy tiene 540 empleados y trabaja con consultora­s en temas de logística, finanzas, recursos humanos y manejo de stock para sistematiz­ar procesos con miras a expandir la marca regionalme­nte.

Cuando vengan las grandes marcas de afuera, no quiero que me agarren dormido. Estoy invirtiend­o a futuro: quiero tener la espalda para competirle­s”

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| Foto Hernán Zenteno

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