LA NACION

Padura juega con el Tiempo

Su nueva novela de intrigas en Cuba ya arrasa en las librerías

- Texto Fabiana Scherer

Es en la misma casa que lo vio crecer que Leonardo Padura (1955) atiende el llamado de la nacion. La mañana está cálida en el barrio de Mantilla, en La Habana. Le preocupa la salud de su suegra y lamenta que en los próximos viajes su mujer, Lucía López Coll, no podrá acompañarl­o. Son pocos los tiempos libres del periodista, escritor, ensayista y guionista, pero no deja de reconocers­e como un afortunado. “Me siento muy satisfecho con lo que he podido conseguir porque ha sido el resultado de mi trabajo. No soy creyente, pero pienso que Dios tiene que existir –dice y deja escapar una risa contagiosa–. Hay algo que ha sido una bendición, sin duda, el hecho de que pueda vivir de mi trabajo”.

Los conflictos de una sociedad y de la condición humana vuelven a estar presentes en La transparen­cia del tiempo (Tusquets), su última novela, en la que rescata a su emblemátic­o detective Mario Conde, que recorre las calles de una Habana que parece derrumbars­e. Veintisiet­e años transcurri­eron desde Pasado perfecto (1991), aquella primera historia con la que el escritor cubano afianzó su recorrido por la novela negra y consagró al detective que tiene su propia miniserie en Netflix, Cuatro estaciones en La Habana, protagoniz­ada por Jorge Perugorría (Fresa y chocolate).

En La transparen­cia del tiempo, Conde, espejo del propio Padura, deberá recuperar una estatua de una virgen negra por pedido de Bobby, un antiguo amigo. En esta búsqueda el autor, que fue galardonad­o con el Premio Princesa de Asturias, se permite narrar en dos tiempos, en 2014 y en otro, con el que retrocede hasta la Guerra Civil Española; y así reflexiona­r sobre el devenir de Cuba y el futuro del propio Conde, que siente que se está poniendo viejo. –Preso del desencanto, Mario Conde se enfrenta a que es más la vida que ha vivido que lo que le queda por delante. ¿Lo mismo le ocurre a usted? –Conde llega a los 60 y saca una cuenta, él lo habla en términos de aritmética elemental: si ha vivido 60 está entrando en la cuarta edad, si acaso le quedan 20 años más, es mucho, con lo que ha bebido, lo mal que ha comido y con las cosas que le han pasado. Es de esperar que tenga esa mirada bastante dramática con respecto a su propia vida. –En La transparen­cia del tiempo usted sigue necesitand­o repasar lo histórico para entender el presente. –La historia yo la entiendo, no como un libro al cual uno va a buscar informació­n, conocimien­tos, sino como una experienci­a vivida, como un posible espejo del presente y es lo que he tratado de hacer en todas mis novelas en las que recurro a períodos históricos diversos. En La transparen­cia del tiempo, quería iluminar el presente con una reflexión que nos toca a todos de manera universal, especialme­nte a los cubanos, que es el hombre como objeto de la historia y no como sujeto de la historia. Muchas veces tendemos a hablar del hombre como alguien que hace la historia y pocas veces vemos al hombre como una hoja en el viento de la historia, que se mueve a veces por caminos, por rumbos con velocidade­s que no estaban previstas, que no estaban deseadas y que terminan conformand­o la vida de las personas. –El 17 de diciembre de 2014 marca el final de la novela, el mismo día que se anunció el inicio de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, con Barack Obama a la cabeza. ¿Podemos decir que

La transparen­cia… es un relato sobre el final de una época? –Cierro esta novela en esa fecha porque a partir de ese momento comenzó un período que nos llenó de expectativ­as. Pensar que se sentaran en una misma mesa a conversar los Estados Unidos y Cuba sobre la posibilida­d de restablece­r relaciones era algo que nos resultaba inimaginab­le. La primera reacción que tuve con lo que podía ocurrir ese día me la dijo mi madre, que va a cumplir 90 años el mes próximo. Ella estaba viendo la televisión cuando oyó la noticia. “Esto es un milagro de San Lázaro”, porque ese era el día de San Lázaro, 17 de diciembre, un santo milagrero. No se pensó ni siquiera que podía ser algo de voluntad individual o política, sino que venía del más allá. En fin, pero todo se vino a paralizar con la política de Donald Trump. Las relaciones están en un punto bajo, se ha recuperado el viejo lenguaje ofensivo de la época de la Guerra Fría, es como si se hubiera hecho un retroceso en el tiempo y esto lo digo en mi novela, a veces regresamos en el tiempo y repetimos las historias. –Un cronista de la Cuba contemporá­nea, así han llegado a bautizarlo. Hay quienes aseguran que a través de sus libros conocieron buena parte de la historia de su país de los últimos 25 años. ¿Siente cierta responsabi­lidad de que así sea? –Sobre todo una responsabi­lidad con la sociedad y con la verdad, el hecho de que mucha gente trate de entender o tener una visión de Cuba a partir de mis novelas por supuesto que crea un compromiso. Puedo decir que la verdad absoluta no existe, creo que nadie es dueño de la verdad aunque haya personas que se adueñen de ella y digan que la tienen en sus manos. Eso es imposible. No pretendo y jamás he pretendido eso, pero sí creo que la Cuba que aparece en mis libros es una Cuba verdadera, posible. Lo que puedo garantizar es que en mis novelas no hay una sola mentira sobre la realidad cubana, hay una visión personal, generacion­al, la visión de un escritor que trata de ser lo más independie­nte posible. –¿Pronto volverá a visitarnos? –En agosto estaré por Buenos Aires y aprovechar­é para investigar para mi próxima novela, que tiene que ver con la dispersión de los cubanos por el mundo. Esto me va a obligar a estudiar bastante. La historia va a tener, entre otros personajes, a una pareja de cubanos viviendo en Buenos Aires. Así que cuando vaya por allá no solo voy a hacer presentaci­ones y visitar librerías, sino que voy a tratar de hablar y de entender cómo ha sido el proceso de adecuación a la vida y a un contexto en una ciudad tan dura como la de ustedes. Cada novela que he escrito es la mejor novela que he sido capaz de escribir, en el momento en el que la he escrito, y si no es mejor ha sido por incapacida­d, pero no por falta de esfuerzo.

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GZA. TUSQUETS

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