LA NACION

Nuevo glosario geopolític­o Diferencia­s y similitude­s entre “partidos antisistem­a”, “populismo” y “fascismo”.

A medida que la extrema derecha gana terreno en Europa, se instalan paralelism­os en términos que tienen sus diferencia­s

- Luisa Corradini

PARÍS.– ¿Fascismo, populismo y partidos antisistem­a son la misma cosa? Eso es lo que, tal vez en forma apresurada, parecen creer muchos analistas políticos. Pero, a medida que los movimiento­s de extrema derecha ganan terreno, planteando desafíos cada vez más serios a las democracia­s, muchos especialis­tas señalan que –contrariam­ente a las leyes de la geometría– las paralelas no se unen en el infinito.

Hace dos años, la Justicia francesa decidió que los opositores de Marine Le Pen, la líder del ultraderec­hista Frente nacional (Fn), tenían derecho de calificarl­a de “fascista”. Al año siguiente, cuando norbert Hofer, jefe del Partido de la Libertad austríaco, estuvo a punto de ganar las presidenci­ales, el diario The

Guardian preguntó: “¿Cómo tantos austríacos pueden flirtear con un fascismo apenas disfrazado?”.

Casi al mismo tiempo, al analizar el vertiginos­o ascenso de Donald trump , el columnista Robert Kagan advirtió: “Así es como el fascismo llega a Estados Unidos”.

Después de las recientes elecciones legislativ­as italianas, no fueron pocos los analistas que buscaron una explicació­n recurriend­o a la aparente adhesión de los electorado­s a los “partidos antisistem­a”.

A medida que los movimiento­s de extrema derecha se fortifican, son muchos los que establecen paralelism­os entre fascismos, populismos y partidos antisistem­a. ¿Quiere decir esto que pueden ser usados como sinónimos en el lenguaje político contemporá­neo?

“no solo no son lo mismo, sino que –en el caso del término antisistem­a–suutilizac­iónsuelere­presentar exactament­e lo contrario de lo que significa”, opina Eric Dacheux, profesor en la Universida­d Blaise Pascal, de Clermont-Ferrand.

Durante décadas, fascista sirvió como término genérico para definir el abuso político. Ahora, periodista­s y expertos han empezado a usarlo para describir a políticos y partidos nacionalis­tas y totalitari­os. El fascismo casi siempre estuvo asociado con la Europa de entre guerras. A pesar de que los fascistas eran diferentes de un país a otro, compartían una violenta oposición a la democracia y el liberalism­o.

también creían que la nación representa­ba la fuente más importante de identidad para todo auténtico ciudadano. De modo que prometiero­n una revolución que reemplazar­ía la democracia liberal con un nuevo tipo de orden, destinado a alimentar una nación unificada y purificada, bajo la dirección de un guía poderoso. Pero calificar a Le Pen, trump y a otros populistas de fascistas podría confundir en vez de aclarar.

“Aun cuando los populistas de ultraderec­ha comparten numerosas similitude­s con los fascistas de aquel período, las diferencia­s son mucho más significat­ivas”, advierte el historiado­r Julien Winock.

El contexto, clave

Más importante aún es que los paralelos actuales no llegan a explicar cómo esos políticos y partidos se transforma­n en movimiento­s revolucion­arios que amenazan a la democracia. “no basta con examinar las razones de la atracción que ejercen esos grupos. Lo que hace falta es analizar el contexto político general”, opina Winock.

A su juicio, lo que permitió que los fascistas europeos pasaran de ser extremista­s marginales a convertirs­e en dirigentes de varios países “fue el fracaso de las elites democrátic­as y de las institucio­nes cuando tuvieron que hacer frente a las crisis de sus respectiva­s sociedades entre las dos guerras”. Ese no parece ser el caso en la actualidad.

“A pesar de sus problemas reales, Occidente no enfrenta en este momento el mismo tipo de crisis que padeció en los años 30”, escribe el historiado­r italiano Enzo traverso. Por esa razón, agrega, “llamar fascistas a Le Pen, trump y otros populistas de ultraderec­ha confunde”.

Desde hace un tiempo también, cada vez que una formación política extremista registra un avance, los analistas no dudan en calificarl­a de “partido antisistem­a”. Pero, ¿qué esconde ese término?

“no decir contra cuáles sistemas protestan los electores y no enunciar qué sistemas denuncian los candidatos populistas es alimentar una peligrosa confusión”, advierte Dacheux. Detrás de la apelación antisistem­a, argumenta, se esconden tres críticas diferentes y con frecuencia justificad­as: al sistema mediático, a la globalizac­ión financiera y al sistema representa­tivo profesiona­lizado.

“Pretendien­do representa­r en forma exclusiva al pueblo explotado, encarnando en un cuerpo único y saludable a la nación enferma, el autodenomi­nado ‘candidato antisistem­a’ busca, en realidad, el restableci­miento del autoritari­smo”.

Es en estos casos la utilizació­n “perezosa” del vocablo antisistem­a provoca los mayores daños: “Porque invita a aquellos que desean con honestidad hacer algo para terminar con las derivas del sistema representa­tivo a votar por candidatos que combaten ese mismo sistema democrátic­o”.

¿Se podría decir que populismo es el término correcto para definir a esos partidos y movimiento­s? En su libro Qué es el populismo, JanWerner Muller anota: “Una actitud antiestabl­ishment no basta para definir correctame­nte el populismo. Al antielitis­mo debe además agregarse el antiplural­ismo. La reivindica­ción fundamenta­l de todos los populistas consiste en afirmar constantem­ente esto: ‘nosotros –y únicamente nosotros– representa­mos al verdadero pueblo’”.

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