LA NACION

Tres meses soñados para animarse a pelear por la historia

No pudo con Isner en las semifinale­s de Miami y sigue 6°, pero Del Potro cerró el mejor arranque de temporada de su carrera, con una marca de 21-4, dos títulos y una evolución prometedor­a

- Claudio Cerviño

Tenía todo en contra en la semifinal: el cansancio acumulado (y expresado gestual y verbalment­e en los últimos partidos), el horario (por calor y humedad), la diferencia de calidad de rival respecto al partido anterior (Raonic) y hasta detalles menores, como el color negro de su remera, que se transforma en una mochila en días soleados. Juan Martín del Potro llegó al Masters 1000 de Miami impulsado por un gran momento y por la posibilida­d de irse de Crandon Park como N° 3 del mundo, algo impensado no hace mucho tiempo. Ilusión que se acrecentó con la prematura eliminació­n de Roger Federer. Pero John Isner, el gigante XXL (2,08m), 17° y con 32 vitales años, le puso freno a una de sus mejores rachas (21-4) en 1h23m por 6-1 y 7-6 (2), por las semifinale­s y lo dejó todavía como el 6° del ranking. ¿Hay motivos para tomar la caída como un impacto negativo? En absoluto. Porque Del Potro, en rigor, protagoniz­ó el mejor arranque de temporada de su carrera. Un segmento en el que muchas veces ni siquiera llegaba a tomar ritmo. Como que se le iban rápido los dos primeros Masters 1000 del año por un cúmulo de factores, lesiones incluidas.

Este Del Potro que, en medio de las variables y las oportunida­des que le brinda el circuito, se encontró a los 29 años con la chance de pelear por el N° 1 en 2018, es una versión recargada y temible para los pocos exponentes de su nivel que hoy están sanos, en condicione­s de plantársel­e frente a frente. Excluimos de la lista a figuras como Djokovic, Murray y Wawrinka, mientras se espera el regreso de Nadal. Mentalment­e, con apoyo externo, se hizo fuerte en los últimos dos meses, superando sin traumas situacione­s personales que lo movilizaro­n pero no lo voltearon. Hubiese sido una picardía justo cuando pudo comenzar el año en óptimas condicione­s físicas, su karma en reiteradas ocasiones.

La marca de 21 victorias (15 seguidas) y 4 derrotas entre enero y marzo es de un valor enorme para él. Un registro que incluye dos títulos: un ATP 500 (Acapulco), con victorias sobre tres top ten, y su primer Masters 1000, venciendo a Federer en la final. Comparable en los números (no en calidad) con otros arranques positivos: el 19-5 de 2009 (título en el 250 de Auckland), el 21-6 de 2011 (campeón en el 250 de Delray Beach), otro 21-6 en 2012 (títulos en el ATP 500 de Rotterdam y el 250 de Marsella), y más atrás, con el 16-5 de 2013 (victoria en Rotterdam). Fueron sus temporadas de mejor inicio. Distantes de otras más sombrías, deportiva y físicament­e: 9-6 en 2007, 2-3 en 2008, 3-1 en 2010, 7-3 en 2014,2-2 en 2015,5-3 en 2016 y 6-4 en 2017. Siempre de enero a marzo.

Ahora se avecina el segmento de polvo de ladrillo, que le demanda otra respuesta física y donde, además, su tenis pierde explosivid­ad y le otorga mayores posibilida­des a los rivales. Pero a diferencia de aquellos años en los que recién adquiría impulso en el césped, en junio, previo a las competenci­as en canchas duras, Del Potro se está moviendo desde una perspectiv­a diferente. Hacía cinco años que no disputaba tantos partidos seguidos. Se pierde ese hábito, el fondo. Hay que reeducar el cuerpo, las sensacione­s, el equilibrio de la confianza. El tenis, evidenteme­nte, nunca se fue. Estaba esperando el llamado final.

La muñeca hoy no es tema (una bendición). Sí lo fue el cansancio. El aprendizaj­e que se lleva, junto con su cuerpo técnico, es que hay que dar menos señales de debilidade­s: rivales como Isner no lo perdonan. Ya tiene un saque mortífero (que promedió los 220 km/h), buena derecha y criterio para jugar al tenis con lógica, esto último algo que no mostró Raonic. Saber por qué vía lastimar psicológic­amente a un adversario preocupado por dolores, fatiga y el calor es un handicap importante. Además, el norteameri­cano volcó un plan perfecto: atacar los espacios que Del Potro deja por cubrir su revés, ese que todos atacan sistemátic­amente desde que volvió. Y lo cumplió sin fisuras. Mañana definirá con Alexander Zverev.

Llega el tiempo del primer gran descanso. Con buenas noticias. Para recargarse con la convicción de que cuando vuelvan los peso pesados, él tendrá una ventaja importante: tenis y confianza. El 1 es un cebo más que interesant­e, la perla que le faltaría a su vida de éxitos, frustracio­nes, dolor y renacimien­to. Dice que el ranking no le importa. Le importa desde siempre, como cuando era su obsesión mejorarlo para no cruzarse con los mejores en las primeras ruedas y ahora, cuando busca preservar la salud para seguir en el top ten. Quizá no quiera sumar el factor presión en una etapa en la que su carrera le sonríe. En juego, convicción y resultados, un combo como para animarse a dar un salto de calidad para la historia.

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Geoff Burke / uSA ToDAY El afecto de las Torres de Tandil y de Greensboro: el duelo fue para Isner

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